La política agropecuaria actual busca la autosuficiencia alimentaria e inclusión de las y los pequeños y medianos productores campesinos. Un giro radical en comparación con los sexenios anteriores, en los que se les veía como atrasados y no productivos, así, los apoyos destinados a este sector se basaban en políticas asistencialistas para atenuar la pobreza, sin considerar su potencial productivo. Hubo un sesgo para otorgar los escasos fondos públicos a los grandes productores, en proporciones que llegaron a ser escandalosas. Por ejemplo, los productores de más altos ingresos (3.3% del total) recibieron el 59.3% del financiamiento del FIRA en el sexenio anterior. El costo fue que se produjo mayor desigualdad en el campo, se disparó la migración, la delincuencia organizada y la violencia se enseñorearon en muchas regiones. Se desestimuló la producción interna de alimentos básicos, de los que se incrementó la importación.
En el gobierno actual esta tendencia comienza a revertirse, con programas emblemáticos como Sembrando Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro, y Producción para el Bienestar (PpB). Este último sustituye al anterior Procampo y más reciente ProAgro, con prioridad hacia los productores campesinos, medianos y pequeños (85% de las unidades productivas del país). Importante porque históricamente se ha menospreciado a estas y estos productores desde el gobierno, ignorando que 7 de cada 10 tienen menos de 5 hectáreas, las unidades de producción de este tipo crecieron 709% entre 1930 y 2010, generan 6 de cada 10 empleos contratados y familiares, producen 40% de los granos básicos y 54% del valor de la producción nacional de los principales 35 cultivos, cuidando la biodiversidad y los recursos naturales. La nueva política los considera sujetos productivos y de derechos, así como portadores (as) de saberes agroalimentarios.
Se evita la fragmentación anterior en programas de política agrícola, muchos de corta duración y poca efectividad y se apuesta a pocos programas de gran impacto, nucleados en torno a la autosuficiencia alimentaria, con un censo público geo-referenciado sujeto a escrutinio. Se han simplificado los trámites, pues anteriormente privaba un complejo sistema que facilitaba la corrupción y la necesidad de gestores y consultorías como intermediarios entre las y los productores y el gobierno. Se hace un esfuerzo porque los recursos lleguen a tiempo: hasta la fecha en 2021 se ha ejercido 90% del presupuesto, pese a la pandemia.
PpB inició con un presupuesto de nueve mil millones de pesos y posteriormente se agregaron 2,500 millones para caña de azúcar y café. En 2021 se atenderá a 2 millones 300 mil beneficiarios de granos (principalmente maíz, milpa, frijol, trigo y arroz), café, caña de azúcar, cacao, amaranto, chía y miel, incluyendo 657,000 productores indígenas. Se orienta al sur-sureste, donde está 68% de beneficiarios, buscando incrementar la producción de productoras y productores medianos y pequeños de hasta 20 hectáreas. El apoyo a los productores de mayores ingresos del norte del país es acorde al número de unidades productivas, y comprende el 13% del presupuesto del programa. En varios de los productos que se fomentan, México depende del exterior (trigo, arroz y maíz), y la oferta que pueden aportar estas y estos productores puede ser una contribución importante para disminuir la dependencia. Los recursos económicos se entregan directamente a la o el productor, ejidatario o pequeño propietario, a través de cuenta bancaria, orden de pago o Tarjeta del Bienestar. Las cuotas se fijan de la siguiente manera:
En 2020 se incluyeron amaranto ($3,000.00/Ha), cacao y miel ($6,200.00). El 83.8% de los productores inscritos en el programa cuentan con predios de hasta 5 hectáreas, el 16.2% de más de 5 a 20 Ha y ninguno con más de 20 hectáreas. PpB contempla acompañamiento con técnicos de campo y Jóvenes Construyendo el Futuro, así como escuelas de campo con la metodología “de campesino a campesino”. Hay énfasis en la transición agroecológica (con formación de técnicos en esta especialidad), el desarrollo local y comunitario y la coordinación institucional. En cuanto a la cobertura de mujeres productoras, atiende a 749 mil mujeres que representan el 32.6% del padrón del programa, lo que supera en más de 25% lo que llegaron a hacer Procampo-ProAgro y el 16% de mujeres que poseen tierra según INEGI.
Pese al evidente esfuerzo de mayor cobertura y entrega oportuna, el subsidio es apenas una pequeña parte de los costos. Por ejemplo, encontramos que el costo de producción aproximado de una Ha de maíz es de $22,000.00, con variaciones regionales. Por otra parte, los efectos devastadores del cambio climático y la especulación internacional hacen difícil alcanzar la autosuficiencia alimentaria. La sequía de 2020 generó escasez de producción interna de alimentos, y se ha tenido que recurrir a grandes volúmenes de importaciones: las de granos y oleaginosas crecieron en un 14.3% en 2021 en comparación con 2020, las de maíz 16.4, las de soya 15.5, las de trigo 18.2, las de frijol 143.7, con excepción de las de arroz, que disminuyeron 9%. Podemos concluir que recuperar la autosuficiencia alimentaria del país es un objetivo harto complejo después de tantas décadas de ninguneo, aunque aún en tiempos de pandemia (que no ha afectado a PpB más que en las limitaciones para reuniones) la producción alimentaria no se ha detenido. •
Tamaño del predio | Cultivo | Monto |
---|---|---|
Fuente: Subsecretaría de Alimentación y Competitividad, SADER. 1. En temporal, en riego el pequeño productor tiene hasta 0.2 Has y el mediano entre más de 0.2 y 5 has. | ||
Hasta 5 (indígenas 3) | Granos | Inicio: $1,600, aumentó a $2,000.00 |
Mediano (más de 5 y hasta 20) 1 | Granos | Inicio: $1,000.00, aumentó a $1,200.00 |
Hasta 20 de temporal y 5 de riego | Café | $5,000.00 |
Hasta 20 de temporal y 5 de riego | Caña | $7,300 |