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Despertar en la IV República

Memoria del plebiscito

L

a consulta ciudadana me hizo recordar, con nostalgia, el plebiscito que organizamos en 1993. Diputados locales y un grupo de ciudadanos alentados por Manuel Camacho, entonces regente de la Ciudad de México, convocamos a un plebiscito para que la gente opinara si el Distrito Federal debía ser un estado y si los ciudadanos debían elegir a su gobernador.

Camacho Solís quería convencer a Salinas de que esto abriría el camino a una reforma política, pero encontró grandes resistencias. Los conservadores del PRI calculaban que si se abría la elección en el Distrito Federal, la perderían, y después en todo el país. Camacho reconoció tiempo después que los priístas duros tenían la razón.

Participamos muchos amigos que después se destacaron, como Miguel Basañez, Clara Jusidman, Amalia García, Carlos Heredia y Santiago Creel. Con motivo del plebiscito también conocí a Marcelo Ebrard, secretario adjunto de Camacho.

Creel hizo una explicación de la base jurídica del plebiscito que gustó mucho a Camacho. Ebrard y Basañez dieron seguimiento a los acuerdos. Fueron semanas intensas, con un bloqueo total de los medios. Aun así, tuvimos buena votación en las áreas de la ciudad clasemedieras y llegamos a rebasar los 350 mil votos.

Un momento estelar fue el conteo de votos. El régimen difería los resultados hasta mediados de la semana siguiente, pero pudimos rendir cuentas la misma noche. Basañez estuvo a cargo del conteo rápido. Yo organicé brigadas en campo. Al ver decenas de reporteros y de cámaras, le dije a Basañez: Va a ser un éxito total de prensa. Verás que no saldrá ni una nota, me contestó. Tenía razón.

Los diputados encabezados por Demetrio Sodi estaban felices y también todos los que participamos, incluido Manuel Camacho, que tenía la esperanza de ser sucesor de Salinas, pero era demasiado independiente y democrático.

Pasado el tiempo, nos dimos cuenta que el plebiscito había abierto el camino. En 1997, Cárdenas fue electo primer jefe de gobierno de la capital. El PRI perdió el Congreso y su hegemonía empezó a desmoronarse. En 2000, Fox ganó la presidencia, así se inició la transición a la democracia que debería esperar casi 20 años.