Principios y pragmatismo
lgo extraño pasa en las filas del partido demócrata cuando más necesita que sus representantes en el Congreso se unan para que las propuestas del presidente Biden se aprueben en el Congreso. Los demócratas son mayoría en la Cámara de Representantes, pero en el Senado tienen igual número de senadores que los republicanos. Por esa razón, el voto de la vicepresidenta Harris es clave para romper un empate y, de esa manera, aprobar cualquier iniciativa del presidente. Hay un elemento más el cual es requisito para aprobar iniciativas de ley: es necesario el voto de dos terceras partes de los senadores (una mayoría calificada), si no, se activa un mecanismo conocido coloquialmente como opción nuclear, mediante el que una ley puede ser aprobada por mayoría simple, lo que evita el requisito de la mayoría calificada.
Si los demócratas echan mano de ese mecanismo, tienen los votos necesarios para aprobar las iniciativas del presidente. Sin embargo, hay un pequeño problema que se ha interpuesto en la activación de tal mecanismo. Uno de los senadores de ese partido se ha negado a sumar su voto al de los 49 de sus compañeros demócratas, con el argumento de que las leyes se aprueben en consenso con la oposición, a fin de no romper las buenas relaciones con la oposición. El senador en cuestión representa a Virginia, uno de los estados más rabiosamente conservadores. Su triunfo en ese estado fue resultado de ciertas concesiones a los postulados del partido republicano. Para él, las cuentas son importantes; si vota con sus compañeros demócratas, lo más probable es que pierda su relección y, por tanto, su sitio en el senado. Para el senador en cuestión, la opción no es fácil. Sumar su voto al de los demócratas garantizaría que varias propuestas del presidente fueran aprobadas, al menos hasta 2024, cuando se renueva una parte del Senado. Aunque muy probablemente perderá su relección en ese año.
Esta es sólo una instantánea política. Por supuesto, en las próximas elecciones –o antes– pueden suceder muchas cosas. De lo que no hay duda es que las sutilezas en la democracia y el pragmatismo suelen ser decisivos y los ideales, en ocasiones, pasan a un segundo término cuando se trata de ganar una votación. Es más –o menos– previsible lo que sucederá en una nación donde el pragmatismo ha sido la esencia de su política.