ecientemente se ha publicado una larga serie de datos sobre las condiciones económicas y sociales del país. Son relevantes para apreciar la evolución de los pasados dos y medio años.
Con respecto al desempeño productivo, la información oportuna sobre el segundo trimestre de 2021 (en espera de las cifras definitivas que se publicarán a fines agosto), indican un crecimiento con respecto del mismo trimestre de 2020, de 19.6 por ciento. Esta medición se asienta en la caída registrada el año pasado entre abril y junio, que fue de 18.8 por ciento. Son números que hay que ver con atención.
La trayectoria de la actividad económica se definió por la apertura en el marco de la pandemia, lo que repercutió favorablemente en la demanda interna, soportada también por la abundante cantidad de remesas que apoyan el gasto de consumo, así como sobre las exportaciones, en especial las de manufacturas a Estados Unidos y que se basan en una capacidad instalada que retoma su nivel previo.
El producto rebotó y en cuanto al crecimiento del PIB del segundo trimestre del año, con respecto al inmediato anterior, la tasa se estima en 1.9 por ciento. Así que habrá que observar las condiciones del crecimiento que podrá sostener la economía hacia adelante.
Para dar un cierto contexto sobre el estado de la producción, puede verse que el valor registrado del PIB (a precios de 2013) fue en el primer trimestre de 2021 del orden de 17.6 billones, nivel similar al que tenía en el mismo trimestre de 2016. Desde entonces el nivel máximo se registró el tercer trimestre de 2018 con 18.6 billones y el mínimo el segundo trimestre de 2020 con 15 billones. Hay que matizar las evaluaciones económicas de muy corto plazo, pues la debilidad económica tiene un carácter crónico.
La Secretaría de Hacienda informó que en el segundo trimestre del año la actividad económica y el empleo se habrían recuperado prácticamente de la caída del año anterior. Esto tiene que ser confrontado con los niveles de ingreso de la población para afinar una perspectiva de la situación social y de las condiciones de bienestar.
La Encuesta de Ingreso Gasto de los Hogares 2020 (Enigh) que levanta el Inegi cada dos años, ofrece datos relevantes de la composición de los hogares, el monto y origen de los ingresos y el destino de los gastos. (https://www.inegi.org.mx/programas/ enigh/nc/2020/default.html).
Los datos estadísticos de este tipo constituyen una aproximación a fenómenos complejos, en este caso de índole económica y social. La metodología de la encuesta es relevante, la eficacia en la recolección de la información es un requisito indispensable y el hecho de que se haga de modo recurrente permite hacer comparaciones y considerar la dinámica del proceso distributivo.
Estos datos deben leerse con un cierto subtexto, sobre todo porque muchos de ellos están expresados en porcentajes generales. De tal manera, se tiende a distorsionar las condiciones debido a la enorme disparidad entre los grupos de población. Estos se ordenan por grupos equivalentes cada uno a diez por ciento de los hogares (deciles), y tal disparidad se reproduce incluso al interior de los mismos.
El listado de los resultados consignados al inicio del comunicado de prensa del Inegi del pasado día 28 da muestra esta situación. Así, se apunta que el promedio del ingreso total trimestral por hogar fue en 2020 de 50 mil 309 pesos, frente a 53 mil 418 en 2018. El trabajo es la principal fuente de ingreso con 32 mil 106 y 35 mil 953 pesos respectivamente y representó 63.8 por ciento del total. En proporción le siguieron las transferencias (17.6 por ciento). Las remuneraciones por trabajo subordinado son la mayor parte y significan 54 por ciento del ingreso corriente total y 85 por ciento del ingreso del trabajo. Los ingresos de las mujeres están significativamente por debajo de los hombres.
En el tema de las transferencias se plantea una situación relevante pues el análisis que se hace al respecto indica que los beneficios que generan a los hogares con menores niveles de ingreso están por debajo del que reciben los de ingresos más altos. Esto indica un claro carácter regresivo. Una situación similar se destaca en cuando a los programas sociales, cuya eficacia redistributiva también está en cuestionamiento. Las encuestas sobre pobreza, sobre todo la relacionada con la alimentación, indican también una situación muy delicada para la población.
La manera en que se presentan usualmente los datos económicos y su impacto social requiere de un trabajo complementario para generar una visión más definida de la situación. Esto es especialmente relevante cuando la recesión económica se gestó desde principios del año 2019, se complicó con la irrupción de la pandemia que abatió severamente la actividad productiva y el empleo. Esto marca el sentido de la actual recuperación
La política económica y social está en un momento especialmente sensible puesto que las condiciones deberán sostener una mayor expansión del producto, el empleo y el ingreso. Esto requiere de mejores condiciones en términos de inversión, empleo formal, productividad y un claro sesgo redistributivo. Mejores indicadores, formas de presentación y trabajo analítico, solvencia institucional, son esenciales para fijar criterios de las políticas de crecimiento y bienestar, valorar su eficacia y limitaciones. Esto soporta la democracia.