a pandemia de Covid-19 resurge. La variante delta provoca un aumento diario en los casos detectados, por encima de 40 por ciento en relación a un mes atrás.
Los contagios se observan aun en países con altos niveles de vacunación. Hay diversos factores que definen la nueva tendencia. Hay cansancio y aprensión en la sociedad, lo que es comprensible. Los especialistas advierten sobre las posibles consecuencias de la nueva ola; se ve la ansiedad entre los políticos y responsables de la sanidad pública; actúan de muy diversas maneras, algunas pueden parecer excesivas, otras de plano imprudentes.
Un conteo reciente de los casos de coronavirus los ubica en 193.8 millones; de ellos se cuentan usualmente 4.2 millones de muertes y 176 millones de recuperados (los casos activos se ubican en 13.6 millones).
Por diversas razones, de orden práctico y por manipulación, las cifras oficiales de fallecimientos están subestimadas. Las variaciones pueden ser en algunos casos muy grandes.
Siempre hay que ser cautos con las cifras y las mediciones estadísticas, sobre todo al comparar distintas situaciones. Así ocurre con las muertes por Covid-19, pero los números absolutos dan una idea de la magnitud del efecto de la pandemia.
Estimar con confianza estadística los fallecimientos es un asunto complicado por la manera misma en que se desenvuelve el proceso. Así sucede con la cuenta del exceso observado de fallecimientos, con respecto a una situación que puede considerarse de normalidad. En India, país con 1.4 mil millones de habitantes, se calcula que han fallecido alrededor de 4 millones de personas, más de diez veces lo que indica el conteo oficial. Según se afirma, ese exceso puede estar muy por debajo del número real.
La subestimación es generalizada y el conteo se ha vuelto un asunto de índole política, incluso por encima de la cuestión eminentemente sanitaria y humana. Son muchas las aristas observables con respecto a las estructuras sociales vigentes y aún no afloran las múltiples condiciones que las definen y sus posibles consecuencias que pueden ser más duraderas de lo esperado.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), informó que la variante delta del SARS-CoV-2, virus que causa Covid-19 se identificó en India a finales de 2020 y se ha detectado en 60 países. Tiene un potencial de contagio más alto que otras variantes y se considera que es altamente transmisible en lugares cerrados.
La vacunación sigue siendo el elemento central para el control de los contagios. Pero la situación exige medidas concretas. El Reino Unido levantó las restricciones en materia de reuniones públicas y el uso de cubrebocas. Francia impuso controles más estrictos para quienes no se han vacunado. En España, algunas comunidades impusieron restricciones de horario en el ocio nocturno y hasta toque de queda. Australia cerró las actividades y confinó a la población en la principal provincia: New South Wales. En Estados Unidos hay una notoria resistencia a la vacunación en ciertas regiones, lo que compromete la gestión sanitaria. La distribución de las vacunas es desigual, con carencias marcadas que comprometen el avance de la cobertura entre los países y al interior de los mismos.
Las repercusiones económicas de la pandemia, desde que surgió a principios de 2020, son muy conocidas: caída de la actividad económica y el empleo, contracción de los ingresos de una gran parte de la población, cierre de muchos negocios, aumento del gasto público. La recuperación productiva puede comprometerse; aún muestran muchas distorsiones como las que se expresan en las políticas monetarias y fiscales; la especulación, la configuración del mercado laboral, las cadenas de producción y la fragilidad persistente de muchos grupos de la sociedad.
En México, el gobierno repite la actitud que marcó la fase inicial de la pandemia en marzo de 2020. Se vuelve a desestimar el impacto del resurgimiento de los contagios señalando que “el país vive pequeños rebrotes
; que nos malacostumbremos
.
Este es uno de los pocos países que no imponen control alguno sobre la entrada de viajeros al país; como ocurrió con los cubrebocas no se reconoce que ambos son filtros que pueden prevenir la extensión de los contagios. Parece una cosa de sentido común y, sin embargo, se insiste en desestimarlos. No hay una nueva normalidad y puede revertirse el escenario en el que nos hemos instalado con relativa comodidad.
Las evidencias en varias partes del país indican que los contagios aumentan de modo significativo; ahí están los datos. La cuenta oficial de fallecidos ronda ya los 240 mil y se ha señalado un factor de más de tres veces por el que debe multiplicarse para estimarla de modo más preciso. Las consecuencias económicas de la pandemia son severas, a pesar de la recuperación del producto prevista para este año. Las secuelas sanitarias no son claras.
Entre el hastío social con respecto a las restricciones y las decisiones oficiales habrá que ver atentamente cómo se desenvuelve la situación. Nadie sabe cuál será el curso de la pandemia, pero sola no se va a extinguir.