fin de cuentas, en su reunión de Venecia, los ministros de Finanzas del Grupo de los 20 (G-20) fueron incapaces de hallar la salida del laberinto en que se ha extraviado el esfuerzo global de vacunación contra el Covid-19. Ahora, el riesgo de que sea más demorado y resulte más costoso el manejo mundial de la pandemia es mucho mayor que incluso en los momentos, posiblemente ya superados, de su mayor virulencia.
El comunicado de 10 de julio del G-20 reconoce, de entrada, que la inmunización ante el Covid-19 es un bien público global
y expresa apoyo a todos los esfuerzos de colaboración orientados a asegurar un reparto global equitativo
de las vacunas. Ambas nociones –el carácter de bien público global y la necesidad de compartir en forma equitativa las dosis disponibles– son centrales para construir una respuesta efectiva al desafío de la pandemia. Sin embargo, el G-20, lejos de convenir en las acciones que permitirían construir, a partir de ellas, una estrategia universal de combate efectivo a la pandemia, se limita a enumerar acciones complementarias, sin duda valiosas, pero imposibles de instrumentar en la práctica en ausencia de esa estrategia global.
Es importante, desde luego, que el comunicado del G-20 respalde los esfuerzos para diversificar la capacidad mundial de fabricación de vacunas
; señale que debe atribuirse prioridad a acelerar la distribución y entrega de vacunas y materiales terapéuticos y de diagnóstico
, así como diseñar respuestas que permitan reacciones rápidas ante nuevos brotes y variantes del virus, y, en fin, prestar auxilio en la entrega y distribución de vacunas, en especial a los países en desarrollo
. Todo esto, sin embargo, no podrá convertirse en realidad si las vacunas –en lugar de manejarse como bienes públicos globales– continúan siendo objeto de apropiación privada y las licencias para su fabricación no son de libre disposición. Estas son las acciones que el G-20 debió acordar en su reunión de mediados de julio, cuando ya era evidente que estaba en ciernes una acumulación masiva de nuevos contagios por la proliferación de la variante delta del virus, entre otros factores.
De acuerdo con la OMS, en la semana del 12 al 18 de julio se registraron 3.4 millones nuevos contagios de Covid-19, 12 por ciento más que en la inmediata anterior
. El número de decesos, cerca de 57 mil, fue similar al de la semana precedente. En el mundo, el total acumulado de contagios excedió 190 millones y el total de muertes superó 4 millones.
La OMS atribuye estos incrementos a cuatro factores: a) la circulación de variantes más transmisibles del virus; b) el relajamiento de las conductas sociales orientadas a su contención; c) el aumento de la interacción social, y d) el gran número de individuos aún susceptibles a la infección por SARS-CoV-2 debido a la inequitativa distribución de las vacunas en el mundo
. Este es ahora el factor crítico.
Hasta el momento, debido probablemente a la insuficiencia de la información que recibe de sus miembros, la OMS no ha proporcionado datos que comparen la mortalidad del virus en individuos vacunados y no vacunados. En Estados Unidos, al disponer de esta información, se han publicado diversos análisis periodísticos. Un artículo de Kate Cohen, del Washington Post (19/7/21) sugiere que la mejor manera de promover la vacunación, sobre todo entre quienes por diversos motivos la rechazan, es divulgar la proporción que del total de decesos registrados en fechas recientes corresponde a personas no vacunadas: De los más de 18 mil estadounidenses que murieron por Covid en mayo último, sólo alrededor de 150 estaban ya vacunados
, apenas ocho de cada mil. Por ello se ha reiterado que, actualmente, la pandemia de Covid-19 es, en realidad, una pandemia de personas no vacunadas, de la que están sustancialmente a salvo –en lo que se refiere no al riesgo de contagio en sí, sino a los riesgos de enfermedad grave, hospitalización y muerte– las que han sido inoculadas.
Se configura así una nueva línea de división social, que coloca de un lado a las personas ya vacunadas y del otro a la minoría caprichosa
–según expresión de Wolfgang Münchau en Eurointelligence– de quienes se niegan a ser inmunizadas. La distinción es equívoca debido al hecho de que, a escala global, la mayoría de los no vacunados no se encuentran en tal situación por decisión personal, sino por las enormes inequidades que han caracterizado la distribución en el mundo de las dosis disponibles.
Se ha señalado también que asegurar que todos los países, en especial los más pobres, dispongan de vacunas es sólo la mitad de la tarea. La otra mitad es que puedan colocarse en los brazos de la gente, para lo que se requiere una operación global de suministro de material terapeútico y asistencia técnica y logística de magnitud sin precedente.
Juan Manuel de la Rosa (1945-2021)
In memoriam