ebido a que nadie le explicó bien el procedimiento a Spike Lee, el presidente del jurado, o porque él decidió hacerse el bromista, supimos de manera anticlimática, antes de darse a conocer los otros premios, que la película ganadora era la francesa Titane, segundo largometraje de Julia Ducournau.
Se trata de la segunda vez en la historia que una realizadora gana la Palma de Oro –la primera, se recordará, fue la neozelandesa Jane Campion con El piano (1993). A mí, con su mezcla de horror gore y melodrama familiar, me pareció tan inconsecuente que ni siquiera me molesté en escribir sobre Titane. Es un trabajo formalista en la línea de Dario Argento, donde la coherencia y el sentido no importan tanto como el estilo.
El resto de la velada siguió siendo una comedia de errores, con Lee regándola y sus compañeros de jurado tratando de corregirlo, mientras se morían de la risa. No todos fueron premios equivocados. Estoy de acuerdo con el Grand Prix concedido en ex aequo a dos favoritas, la iraní Un héroe, de Asghar Farhadi, y la finlandesa Compartimento No. 6, de Juho Kuosmanen. También justos fueron los de actuación, tanto femenina para Renate Reinsve, por la noruega La peor persona del mundo, de Joachim Trier, como masculina, para Caleb Landry Jones, por la australiana Nitram. (Por cierto, Jones subió a recoger su premio en aparente estado de ebriedad pues no supo más que balbucear Thank you).
El japonés Hamaguchi Ryusuke hubo de conformarse con el premio al mejor guion por la meritoria Drive My Car, pero al menos fue un reconocimiento a la película. En su larguísimo discurso de agradecimiento, el cineasta mencionó a su inspiración, el escritor Haruki Murakami.
No estoy seguro de que el francés Leos Carax se mereciera el de mejor director por Annette. En fin. Y hubo otro ex aequo discutible, el premio del jurado, mejor conocido como el premio de consolación, para la israelí, La rodilla de Ahed, de Nadav Lapid y Memoria, del tailandés Apichatpong Weerasethakul. El segundo pronunció un discurso en favor de la paz y llamó a los gobiernos de Tailandia y Colombia, a preocuparse por su pueblo
, refiriéndose a la lucha contra el Covid 19.
Si hubo un premio justo en toda la noche fue la Palma de Oro honorífica dedicada al veterano cineasta italiano Marco Bellocchio, cuyas loas fueron pronunciadas antes por su colega y paisano Paolo Sorrentino.
Mientras que el gran ganador fue el productor mexicano Julio Chavezmontes pues su compañía Piano coprodujo dos de las películas premiadas: Annette y Memoria. De ninguna manera se puede hablar de un triunfo del cine nacional, sino de la visión de un productor que supo apostarles a dichos proyectos extranjeros.
(Si alguien sigue leyendo, la Palma de Oro a mejor cortometraje fue para Todos los cuervos del mundo, de la directora Tang Yi).
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