Durante las primeras semanas del confinamiento por la pandemia en 2020, en el pueblo de Huitzililla en Morelos, la gente siguió atendiendo sus cultivos y animales. Inicialmente no había temor al contagio, ni se imaginaba la magnitud de sus consecuencias. Pero la realidad se impuso tras divulgarse noticias de que paisanos en Estados Unidos estaban contagiados, así como rumores de infectados y fallecidos en pueblos de mayor tamaño en la región, o que habían enfermado bodegueros de la Central de Abasto de Ciudad de México (CEDA-CDMX). A inicios de 2021, “la enfermedad” no había cobrado vidas, pero sí afectado la salud de las familias y su forma de vida. Quizás el mayor impacto desde un inicio fue sobre el precio de los productos agropecuarios y el acceso al trabajo.
Hoy, a más de un año, sus pobladores han debido enfrentar obstáculos y adaptarse en sus prácticas productivas y de movilidad laboral, como ha sucedido en muchas comunidades rurales del país.
Huitzililla es un pueblo de alrededor de tres mil habitantes, principalmente dedicado a la producción de cebolla para abastecer a la CEDA – CDMX y mercados en Puebla. También suministra jornaleros especializados en cebolla, en la región y otros estados. Mientras que, en años recientes, trabajar en Estados Unidos ha sido una opción de creciente importancia para sus habitantes.
Trabajar la tierra: “eso es lo que se sabe hacer, si no ¿de qué vamos a vivir?”
En Huitzililla, productores de pequeña y mediana escala son expertos en la cebolla, la cual combinan con otros cultivos, como sorgo, ejote y elote, que les permiten tener ingresos continuamente para solventar sus altos costos de producción y los gastos del hogar; emplean mano de obra familiar y contratan peones locales en tareas específicas, como las cosechas; y otros arreglos, como la “mediería” con parientes en Estados Unidos, quienes invierten sus remesas en la producción local.
La baja demanda de las hortalizas, debido al confinamiento, así como la crisis económica derivada de la pandemia, hizo que los precios de los productos bajaran a niveles hace mucho no vistos por los productores. Por ejemplo, en febrero de 2021 el kilo de cebolla costaba 80 y ¡hasta 50 centavos!, al mismo tiempo que los otros cultivos comerciales, también disminuyeron su precio en el mercado.
Entonces los productores intensificaron la diversificación de sus estrategias, pues siguieron sembrando sorgo, elote y ejote; pero introdujeron flores de cempasúchil y terciopelo que significaron una ganancia extra en octubre y noviembre; así como cilantro y rábano, con periodos más cortos de crecimiento. También retrasaron las cosechas de cebollas poniendo una capa de tierra encima para “aguantarlas”, táctica que les permite esperar unas semanas a que el precio de la hortaliza mejore en el mercado. Se optó por la venta en mercados regionales para evitar llevar la cebolla hasta la CEDA-CDMX, para ahorrarse el flete y la competencia con otras entidades que surten a ese mercado al mismo tiempo que Morelos. En las actuales circunstancias ha sido más visible la participación de los productores en grupos de Facebook para seguir la dinámica de precios o para anunciar la venta de semillas, cebollas, arpillas, y la búsqueda de mano de obra.
Los productores conciben la situación agravada por el COVID-19, como algo que se debe afrontar con los recursos y estrategias de siempre, dicen “eso es lo que se hace y se sabe hacer aquí, trabajar la tierra, pues si no, ¿qué vamos comer o de qué se va vivir?”.
Desempleo y dificultades para los trabajadores
En Huitzililla hay cuadrillas de trabajadores que se dedican al “moche” de cebolla de la región, pero también son reclutados para las cosechas en Puebla y Chihuahua. Durante el 2020 esa movilidad se vio afectada por la falta de información sobre los cambios en los procesos de trabajo en el contexto de la pandemia (pruebas diagnósticas, protocolos en el traslado, etcétera), por los retenes instalados en diferentes entidades que dificultaron la movilidad o por el temor de la población local en los lugares de destino, que se tradujo en la disminución de oferta de servicios de vivienda y alimentación durante su estancia laboral.
Por otro lado, los migrantes que viven en Estados Unidos vieron mermados sus ingresos debido a que fueron “descansados” o despedidos de sus trabajos. Esto los llevó, en algunos casos, a cambiar de ciudad buscando un empleo que les generara ingresos o a intensificar sus jornadas laborales cuando comenzó la reapertura de las actividades económicas.
La difícil situación en la producción agrícola de la localidad, así como la disminución de remesas durante un largo periodo, hizo que algunos hombres buscaran laborar en Estados Unidos de manera documentada a través de las visas H2, lo que fue un escenario propicio para la llegada de defraudadores, quienes prometían hacer el trámite a cambio de dinero. Así, los hogares en Huitzililla han buscando seguir trabajando la tierra y salir adelante. •