Agroquímicos en Guerrero: una transición agroecológica necesaria
Del total de la superficie nacional sufre algún tipo de degradación. En México, los principales tipos de degradación del suelo son: erosión hídrica (42 por ciento) y erosión eólica (15 por ciento). Guerrero es uno de los estados que destaca por tener el 79 por ciento de su territorio afectado por la erosión hídrica, pues también presenta problemas de salinidad a causa de los fertilizantes. El deterioro de los suelos también se debe a las malas prácticas de manejo agrícola: cambio de uso de suelo, quema de vegetación, incendios forestales (eliminación de materia orgánica y microorganismos nativos), uso exagerado de monocultivos, paquetes tecnológicos industrializados, sistemas de riego inadecuados, sobrepastoreo e introducción de nuevas variedades de semillas hibridas “mejoradas”, entre otras, que caracterizan el modelo convencional dominante, que conduce al empobrecimiento de la tierra y a la demanda creciente de dependencia de agroquímicos. Además de la erosión de los suelos, se ha relacionado con el cáncer gástrico, el bocio, las malformaciones de nacimiento, la hipertensión y el cáncer de testículo. El efecto tiene que ver con el consumo de agua contaminada por nitratos y fosfatos que son responsables de la contaminación ambiental y se han asociado a la proliferación de bacterias (cianobacterias), que pueden producir toxinas que contaminan aguas subterráneas: eutrofización y emisión de gases a la atmósfera, suelos ácidos, que conlleva a la infertilidad de los mismos y toxicidad que provocan daños a la salud humana y no humana.
Transición agroecológica necesaria
Actualmente revertir la degradación causada por agroquímicos en el campo mexicano es posible -estamos a tiempo-, dicen las voces campesinas; y prueba de ello es que varias comunidades de diferentes rincones del país producen sus propios insumos agroecológicos para evitar el uso de sustancias toxicas que dañan los recursos naturales locales. Hoy las políticas públicas deben fortalecer la agrobiodiversidad, la conservación y la restauración de la fertilidad de los suelos que integra varios sistemas de cultivo, no solo maíz, uso promisorio análisis de suelo, elaboración de bioinsumos (sólidos y líquidos), es decir; un modelo consciente y sensible de las verdaderas necesidades: “desde abajo y con los de abajo”. Se necesitan programas interrelacionados (con mezcla de recursos federales, estatales y municipales) con enfoque participativo, más que un programa homogéneo como el de “Fertilizantes”. Más bien, direccionar recursos humanos y económicos hacia el mismo fin, implementar un programa nacional o plan de agroecología en el que participen y se integren las diferentes estrategias agroecológicas que promueven la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) y la Secretaría del Bienestar en conjunto con la del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y no trabajen por separado como hasta el momento caminan sus componentes esperanzadores: Producción para el Bienestar y Sembrando Vida, la primera con destellos agroecológicos, pero aún promueve la entrega de fertilizantes sintéticos en diferentes estados del país; y la segunda, trata de impulsar una producción con bases agroecológicas y uso de los recursos locales como principio transitorio para la eliminación progresiva de agroquímicos.
Así pues, su disminución será gradual y una de sus estrategias reducir el número de kilogramos de Sulfamin 45, Urea 46 o DAP NP18-46, que equivale en promedio 6 hasta 12 bultos que son aplicados año con año sin previo análisis de suelos, fuera de tiempo y de forma descuidada para alcanzar una extensa lista que rebaso en 2021 los 300 mil campesinos. El reto de este atolladero es transitoriamente incorporar abonos orgánicos mineralizados, lombricomposta o compostas artesanales de fácil elaboración, y lo más peculiar, que se pueden realizar con recursos locales que se tengan a la mano en las comunidades. De igual manera el uso de biofertilizantes, ácidos húmicos y fúlvicos, la incorporación de microrganismos de montaña para la recuperación y activación de la microbiología del suelo. A la par, realizar algunas prácticas que reducen el deterioro del suelo como son: curvas a nivel, labranza de conservación, incorporación de acolchados naturales (Rosa-Tumba-Incorpora) rotación y asociación de cultivos, el rescate del sistema milpa y la vinculación entre ganadería y la agricultura, que garantiza la incorporación directa del estiércol fresco de animales, mediante el pastoreo regulado. Estas son algunas de las practicas agroecológicas con las que puede recuperar la fertilidad de los suelos ácidos y salinos, característicos en Guerrero, pero también se puede lograr estandarizar la producción y lograr un equilibrio del agroecosistema, por medio de una formación continua, fortalecimiento del conocimiento local e intercambio de saberes con otros actores no locales, para incrementar el acervo de técnicas e implementar practicas amigables en los distintos territorios.
Visibilizar estrategias campesinas
Diferentes colectivos, centros agroecológicos y organizaciones campesinas del estado de Guerrero cuentan con iniciativas promisorias. En la Costa Grande el colectivo de Coyuca de Benítez, encabezados por la Unión de Pueblos para el Desarrollo Sustentable (UP), en medio de la pandemia, implementaron la producción de alimentos de huertos de traspatios e hicieron la venta directa al ayuntamiento municipal de 700 paquetes con 8 variedades de semillas criollas de hortalizas y 35 toneladas de la mezcla de lombricomposta y abono orgánico “tipo bocashi”, para la ejecución de la estrategia agroalimentaria a nivel municipal. Las organizaciones gestan propuestas locales no sólo para la producción de alimentos sanos y libres de agroquímicos, sino que son fabricantes de sus propios insumos agroecológicos que comercializan y utilizan en sus milpas tradicionales coloridas. De igual manera, el colectivo coyuquense es promotor de la integración de una Red de Productores de Insumos Agroecológicos sumando a otros campesinos de Atoyac de Álvarez y Acapulco de Juárez, con el objetivo de instalar cada mes un módulo de biofabricación de insumos, -hasta el momento 8 módulos están en puesta marcha- y su meta son llegar a 10 en el segundo semestre del año. Dichos módulos son establecidos en los municipios participantes, lo cual la producción de abonos orgánicos es una de sus cartas de presentación en esta urgente transición.
Por todo lo anterior, la transición es posible con estrategias agroecológicas, que garanticen el inicio y cierre de los ciclos de nutrientes a escala regional, que sustente la nutrición de los cultivos y la reestructuración de los suelos, a través de fuentes orgánicas locales, alcanzando una producción equilibrada y diversificada, sin poner en riesgo la preservación y conservación de los recursos naturales existentes para las futuras generaciones. Siendo la agroecología un motor detonante de procesos sociales para la germinación de otras formas de hacer agriculturas; con principios y agrovalores, basados en la participación y organización comunitaria. •