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Edgar Morin 100
E

dgar Morin cumplirá 100 años el 8 de julio. En ese largo y fructífero tiempo ha podido, indudablemente, afianzar su siguiente meditación: La certeza de la muerte y la incertidumbre de la hora de la muerte es una fuente de aflicción durante nuestra vida. La angustia de la muerte se cierne sobre el espíritu humano y lo guía a maravillarse de los misterios de la existencia, el destino del hombre, la vida, el mundo. Sigue sorprendiéndose.

Con su prolífica obra, vasta cultura, fiel compromiso con el pensamiento, el saber y el conocer, ha sido muy influyente en muchas generaciones y su obra se extiende por muy diversos derroteros. Es un pensador de amplios horizontes, no está sujeto a moldes, es ajeno a los estereotipos y los clichés, a las exigencias académicas –rígidas muchas veces–, a las modas; no se le puede encasillar.

Su extenso trabajo exhibe a las claras la paradoja de que en la era global el conocimiento se ha hecho más especializado; mientras que el suyo es diverso y entrelazado. Su obra discurre, entre otros asuntos, y aquí señalo apenas una muestra, los que pasan por la reflexión acerca de la existencia ( El hombre y la muerte); las relaciones humanas ( Amor, poesía, sabiduría); el pensamiento ( La mente bien ordenada); la política y la sociología ( Pensar Europa o Una política de civilización –escrita con Sami Naïr–); la consideración intelectual a su propia vida ( Mis demonios) o la propuesta acerca de la complejidad del tejido que conforma el pensar y conocer ( Introducción al pensamiento complejo).

Existen unos pensadores ancla y otros vela; ambos son útiles y necesarios, pero cumplen una función distinta que y me parece que conviene tenerla clara. Los primeros sientan bases, fijan cimientos de muy distinto orden y naturaleza, por eso muchos de ellos son clásicos o una referencia imprescindible en muchos campos del saber. Morin es un pensador vela que impulsa, provoca, extiende los horizontes, abre paso a lo incierto y lo exhibe como lo que es: una condición crucial en la vida de los seres humanos, una fuente constante de la exigencia por inquirir, razonar y, también, actuar. Se asienta en Heráclito, quien propuso que: Si no esperas lo inesperado, no lo encontrarás.

Con respecto a la cultura (y la educación), hoy tan pospuesta, aminorada en los presupuestos públicos y denostada sotto voce, sostiene Morin que ésta: No es acumulativa, sino autorganizadora, aprehende las informaciones principales, selecciona los problemas principales, dispone de principios de inteligibilidad capaces de aprehender los nudos estratégicos del saber. Y advierte que: La ceguera de los espíritus parcelarios y unidimensionales se debe a su falta de cultura, y más: Ciertamente la cultura sólo puede ser lagunar y agujereada, inconclusa y cambiante. El hecho que esto haya sido señalado en 1994 y que hoy suene tan actual y claro es bastante significativo.

La relación entre esta concepción de la cultura y el pensamiento complejo es comprensible. Una noción actual de la complejidad la concibe no como una descripción de objetos con muchas partes interconectadas, sino como campo científico con muchas ramificaciones. Un ejemplo claro de un sistema complejo es, por ejemplo, el del bosque tropical, con la enorme variedad de especies que lo conforman. Pero esa noción no puede apropiarse por una determinada perspectiva científica. Morin, la concibió hace más de 30 años como un tejido de elementos constitutivos heterogéneos y relacionados que se expresa como una paradoja de lo uno y lo múltiple. Para él es la interrelación de eventos, acciones, interacciones, determinaciones, azares que conforman los fenómenos que nos confrontan. Consiste en aquellos rasgos que inquietan en lo enredado, inextricable, desordenado, ambiguo e incierto. Nos advierte y previene de que, usualmente, las pautas para acceder a lo inteligible tienden a eliminar los aspectos de lo complejo en detrimento del entendimiento.

Un aforismo planteado por Morin dice de manera lapidaria que: Hay la inteligencia artificial, también hay la estupidez natural. Es necesario percatarse de larga estela deja esta escueta meditación en la actualidad, fascinados como estamos con los ordenadores (me parece útil esta denominación de las computadoras), los procesadores de gran velocidad, las enormes bases de datos compiladas con todo lo que se pueda reunir y manipular, la sofisticación de los algoritmos cada vez más invasivos de la privacidad, las apps que nos incitan a comprar, comunicarnos, exhibirnos, ver las rutas a seguir, pedir alimentos o un transporte y mucho más y seguir a los influencers. El poder de la mercadotecnia. El individuo y la masa.