Opinión
Ver día anteriorMiércoles 30 de junio de 2021Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Isocronías

Los The ultramar

R

ecuerdo en particular dos rostros, uno de hombre, otro de mujer, el del hombre llorando, el de la mujer sonriendo. Bueno, los dos sonriendo, pero el del hombre llorando (sonriendo pero llorando, llorando pero sonriendo). ¿Se le salían las lágrimas sin querer? No se sabe. ¿La mujer sonreía más allá de sí misma –al mundo, al cosmos, al sonreír? No se sabe.

Pero dos no eran sólo. Era un pequeño grupo (de repente pequeño, de pronto grande, de pronto todo lo grande –lo inabarcable, aun cuando definido– que debiera).

¿Danza, teatro, ritual? ¿ Troupé, verbena, performance, happening? Suceso, cosa que –trascendiéndose– sucede. ¿Qué queda de lo que queda cuando ya nada queda (o cuando otra cosa no sino quedarse donde se está, en lo que se hace)?

Como en el tema de los cohetes en una fiesta –religiosa, cívica– popular, queda la memoria del resplandor y, cómo no, su apagamiento. Quedan la maravilla y el negror, también maravilloso cuando –si uno es consciente– después de la maravilla.

Dije si uno es consciente: el nombrado suceso hace consciencia de la inconsciencia y, quizá no menos, inconsciencia de la consciencia; mejor: sucede en eso, a causa de eso. De otro modo no podría suceder. Suceder como el tiempo; así, sencillo: el tiempo. Y sí: el espacio –sencillamente.

Hablo como los que hablan en el filme, sin saber y sabiendo, bien que los de la puesta en escena no hablen, nunca hablen. Sólo dicen, expresan –que viven, que vivimos, que ¿cómo carambas no nos damos cuenta?

Hablo de los The ultramar, el filme de Octavio Iturbe sobre un trabajo de cuyas coordenadas se hacen responsables Marcela Sán-chez Mota y Octavio Zeivy, pero que tiende a absorber gran parte de su entorno, sobre todo el humano, aunque no nada más. No a absorber, a comunicarse con –bien que profundamente– y nada más. De ahí que durante y tras lo que hemos llamado suceso el paisaje, humano, real, vital, suceda absorto.

Rodado en diversos países, el documental da –como los propios espectadores de la pieza abordados por el realizador– cuenta del impacto siempre inesperado de la propuesta (más de 20 intérpretes –los oficiales– si se incluye a espontáneos e invitados in situ). Vía Internet, fue transmitido por Danza UNAM los tres últimos fines de semana.