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Sesquicentenario del sermón de Manuel Aguas
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e cumple siglo y medio de una pieza oratoria que fue parteaguas en la consolidación de una minoría religiosa en México. El 2 de julio de 1871 el sacerdote católico Manuel Aguas, de la orden de los dominicos, expuso públicamente sus razones para romper con la Iglesia católica romana e integrarse al movimiento de la Iglesia de Jesús.

Inicialmente, sin saberlo, siguió la senda de Martín Lutero. Como el teólogo alemán, Manuel Aguas leyó la Biblia y sus descubrimientos le convencieron de separarse de la institución eclesiástica en la que había desarrollado su ministerio. En respuesta, la institución eclesiástica lo excomulgó. A su vez, Aguas desconoció la excomunión y encaminó sus pasos a la consolidación de una opción eclesial libre del dominio católico romano. Caminó la misma senda que Lutero en el siglo XVI.

Semanas antes del sermón, en carta al superior de los dominicos, Aguas dio cuenta de su conversión al protestantismo. La misiva causó gran conmoción en la Ciudad de México al ser publicada por El Monitor Republicano, el 26 de abril de 1871. Días antes, frente a los rumores acerca de que el personaje se distanciaba del catolicismo, el mismo periódico había comentado: Se dice, no sabemos con qué fundamento, que este señor [Manuel Aguas] ha entrado al gremio protestante. Si esto es cierto, los evangélicos cuentan con un ilustre pastor.

Manuel Aguas fue el predicador en la apertura del templo de San José de Gracia (Mesones 139) a las actividades de la Iglesia de Jesús, el domingo 23 de abril. Al día siguiente, en El Ferrocarril, Ignacio Manuel Altamirano consignó que “la concurrencia era inmensa, hasta el punto de llenar completamente la nave del templo durante todo el día. Sabemos que se colocaron mil 500 sillas, las cuales no bastaron, y numerosos fieles quedaron en pie. Asistimos nosotros con el objeto de hacer observaciones, pues no pertenecemos al culto protestante […] Todo el día se celebró el culto […], predicando el presbítero Aguas y otro también pastor de la nueva iglesia, y en la tarde se bautizaron dos niños”.

El teólogo católico Javier Aguilar y Bustamante retó a Manuel Aguas para debatir con él. El ex dominico aceptó de inmediato y las partes dieron inicio a los preparativos del encuentro, que se fijó para el domingo 2 de julio. Pocos días antes del encuentro la prensa difunde la noticia de que el arzobispo de México, Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, le había prohibido al doctor Aguilar asistir al debate. Ésta fue la razón por la cual quedó vacía la silla que ocuparía Aguilar y Bustamante en el templo de San José de Gracia.

En la fecha y lugar acordados, ante más de mil quinientas personas que se apretujaban en el templo ( El Monitor Republicano, 7/7/1871) Aguas expuso el sermón que había preparado, que inició así: ¿Quién no ha visto, hermanos míos, que en la cuestión para la que se nos ha invitado, este día, la orgullosa Roma ha huido despavorida y espantada? Ciertamente que esta fuga no ha sido por mi insignificante persona, pues careciendo de talento y conocimiento superiores, ningún temor podría infundir mi presencia en este lugar. Soy el último y el más moderno [en el sentido de más reciente] de los ministros de la Iglesia de Jesús, que es una, Santa, Católica, Apostólica y Cristiana; que se halla esparcida por todo el universo, y que cuenta con más hijos en su seno que la secta romana.

Aguas refirió que en el pontificado de León X tuvo lugar en un oscuro rincón de Alemania la rebelión de Lutero, a quien las autoridades eclesiásticas romanas hicieron varios intentos de llamar a la disciplina. Ante tales intentos, remarcó, Lutero decidió seguir los preceptos bíblicos antes que someterse a las autoridades romanas. Exalta la postura de Lutero, quien siempre que se pone frente de la tiranía papal, la avergüenza, la humilla y la confunde, demostrando con toda claridad que las máximas romanas modernas están diametralmente opuestas a las verdades evangélicas.

El predicador ahondó en el caso de Lutero y la comparecencia de éste ante la Dieta de Worms (17-18/4/1521), presidida por el emperador Carlos V: Comprendo, hermanos míos, que los romanistas estaban seguros de su triunfo en esa ocasión; pero se engañaron miserablemente. Lutero, sin orgullo, con calma, contesta victoriosamente a los que le interrogan; pronuncia un elocuente y sentido discurso, en el que pone de manifiesto los extravíos de la secta romana. La orgullosa Roma ve, a su pesar, que allí es vencida por un solo hombre, que si alcanzó tan brillante victoria fue porque se apoyaba en el libro de la revelación, que es el libro de Dios. ¿Cuáles fueron las consecuencias de tan decisiva batalla religiosa? Ya lo están mirando: la separación de Roma de casi la mitad de Europa. Yo mismo, si en estos momentos estoy hablando con la libertad de un cristiano, es debido a ese triunfo glorioso.

En el sermón, Aguas reivindicó e hizo suya la causa de Lutero.