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Reúne El Colegio Nacional a Tamayo y Rojo
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▲ Mural de Rufino Tamayo Nacimiento de nuestra nacionalidad (1952) en Bellas Artes.Foto Captura de pantalla
 
Periódico La Jornada
Miércoles 30 de junio de 2021, p. 5

El homenaje a Rufino Tamayo (1899-1991) realizado ayer en El Colegio Nacional (Colnal) se amplió en conmemoración del también artista Vicente Rojo, organizador de la actividad hasta su deceso, en marzo pasado.

Rojo sintió un compromiso especial al prepararlo y reservó a Tamayo un homenaje entendido y cálido, relató Mónica López Velarde, directora de Programación y Gestión del colegiado durante el acto transmitido por Internet.

Tamayo y Rojo, dos grandes de la plástica nacional, aquí reunidos de manera insuperable. Rojo estaría emocionado.

La curadora refirió que poco antes de su fallecimiento, Rojo le habló de su “admiración por Tamayo, sobre todo el de los 30; de su encuentro en París con la pareja, Rufino y Olga. De Rufino admiró su discreción y estructura cromática. Lo escuchó tocar guitarra y cantar, lo vio disfrutar fuera de los lienzos, pero, sobre todo, lo vio convertirse en un gigante de la plástica mexicana.

Una afortunada mezcla entre motivos con rostro mexicano y gesto experimental hacen de la obra de Tamayo un capítulo plástico único. Se convirtió en un pintor moderno a partir de una gramática que ahondó con honestidad y discreción en las raíces de nuestro país, creando personajes imperecederos para nuestra historia visual, señaló.

Ingrid Suckaer, investigadora de arte moderno y contemporáneo, dedicó su charla Una conciencia integral con cariño y admiración a nuestro querido Vicente Rojo.

Resaltó la importancia de Tamayo no sólo como gran artista mexicano del siglo XX, sino también como un ser humano que tuvo enorme capacidad de saber quién era desde pequeño, la de lograr un ser individual y a partir de ello explayarse hasta el punto que él llegó.

Suckaer mencionó que si Tamayo no hubiera poseído una sabiduría multidimensional, de notable riqueza su obra no contendría la fuerza racional, emocional, instintiva, física y erótica que posee. De la fragilidad, Rufino Tamayo sacó fuerza, se tornó fuerte y se abrió a la experiencia de luchar por lo que anhelaba.

Luego de una detallada revisión de la formación personal, familiar y artística de Tamayo, la curadora dijo que el pintor se decía indio o mestizo, pero con hondas raíces indígenas. Ese sistema de valores ideológicos y raciales dejó profunda huella en su producción plástica.

Recordó que en 1984 pintó un bello retrato de Morelos que fue rechazado porque fue considerado una grosería que Tamayo haya pintado mulato a Morelos.

El arquitecto González Gortázar dijo que con Tamayo y otros creado-res se superaron las falsas dicotomías entre lo tradicional y contemporáneo, lo nacional y lo universal.

“Si México ha sido capaz de aportar tanto a la multipolaridad del mundo cultural es precisamente porque tuvo genios como Tamayo, Juan Rulfo, Manuel Álvarez Bravo, que enriquecieron la cultura universal por el camino de ser nosotros mismos. No hay otro que sea válido. De repente descubrimos que todos tenemos en el alma, sin saberlo, un trocito pintado por Tamayo.

En el transcurso de menos de un año hemos perdido a dos de las columnas que sostenían la cultura actual de este país: Manuel Felguérez y Vicente Rojo. Es para echarnos a llorar.

Consideró que Tamayo fue uno de los padres fundadores del México del último siglo y, para concluir, mostró una canción del tipo popular compuesta por el pintor, probablemente en Nueva York: Florecita del ejote, que fue cantada por Lola Beltrán en el recital del Palacio de Bellas Artes en 1984.

En su participación, el arquitecto Felipe Leal recomendó el podcast El rostro musical de un pintor, un acercamiento musical de Rufino Tamayo preparado y albergado por la Fonoteca Nacional. También se refirió a la “parte arquitectónica, que es muy fuerte entre los espacios con los murales.

El vínculo que tuvo Rufino Tamayo con la arquitectura fue muy profundo. Su trabajo está presente en obras de gran talla de los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez, Abraham Zabludovsky, Teodoro González de León, Ricardo Legorreta y Marcel Breuer, en la sede de la Unesco en París, Le Corbusier y Óscar Niemeyer, en el edificio de Naciones Unidas en Nueva York.

Leal también habló de la obstaculización para admirar las magnas obras de Tamayo en el Palacio de Bellas Artes. Refirió que se pidió que se quitaran las columnas que impiden ver los murales, así como unos letreros colocados junto a una de las pinturas en el recinto, pues la agreden.

En su alocución, el escritor y editor Jaime Moreno Villarreal examinó la relación entre el artista y el lienzo y cómo se expresa en su idea del universo, en su trabajo con el firmamento, con las estrellas y en el alcance del hombre, que está en contradicción con su presente pero con una gran visión, hacia las estrellas y hacia un futuro mejor.