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Disquero
La magia de Hermeto Pascoal
 
Periódico La Jornada
Sábado 26 de junio de 2021, p. a12

Música celestial.

Si tal cosa existiera, Hermeto Pascoal sería el autor por excelencia.

Es simple, inocente, límpida, libre de toda malicia, rica en emociones positivas. La pura gozadera.

Y lo mejor: tiene los pies sobre la tierra, el barro, la arcilla, la duela, el mosaico y el pavimento. Solamente pierde piso para ganar en altura y al dorar el gracioso giro, vuelve a posar la planta izquierda primero, el talón derecho después: un dos un dos undostrés undostrés.

La música de Hermeto Pascoal es un regalo de la vida. Pertenece a la estirpe de lo popular, lo simple, lo irresistible. Es excéntrica porque está fuera del negocio, lejos de los reflectores, apartada de toda vanidad.

Hermeto Pascoal cumplió 85 años este 22 de junio y por eso estamos de fiesta.

Fiesta, esa palabra define su música. La música en su aldea siempre es motivo de fiesta. Nació en Arapiraca, Lagoa de Canoa, en el estado de Alagoas, Brasil, el 22 de junio de 1936, en una familia de músicos campesinos. Albino, al igual que uno de sus hermanos, Hermeto aprendió de su padre el oficio de la música como un don de la naturaleza.

Su música es inclasificable. Como le gusta mucho el jazz, lo han invitado a los mejores foros del mundo de ese género y figura entonces como una de las máximas estrellas del Festival de Montreux.

En 1971, Miles Davis lo invitó a participar en la grabación del disco Live-Evil y lo dejó a cargo de, por lo menos, tres piezas del álbum, tanto en su escritura como en su interpretación. Miles Davis es una de las pocas personas en el mundo que tienen la capacidad de saber quién es Hermeto Pascoal: El músico más impresionante del mundo.

Impresionante su cabellera blanca, su tez albina, su figura rechoncha, menudita cual gnomo, duende, homúnculo, brujo sagrado. Su estrabismo le sirvió para vencer sobre el ring que tenía instalado en su mansión Miles Davis: mientras el trompetista observaba el ojo derecho de Hermeto, recibía tremendo uppercut en el plexo solar; volteaba a ver el ojo izquierdo de Hermeto, para recibir ahora sonoro jab de izquierda de parte del albino. Miles admitió la derrota. Firmó las tres piezas que escribió e interpretó Hermeto en su disco, pero no hubo mala onda de por medio. Así es Miles y Hermeto es la persona más generosa; no tiene problema, al contrario, le encanta dar, procurar; le interesa mucho que todos los seres sean felices.

Quedamos en que la música de Hermeto Pascoal es inclasificable y que lo aproximan al jazz porque le gusta, pero lo suyo es la música campesina.

Hermeto Pascoal es nordestino y la música nordestina, me instruye Valentina Gatti, es la música popular de toda aquella región, donde se ubica la mayor pobreza y donde se aloja el arte barroco más sublime y donde Sebastião Salgado realizó sus obras maestras.

La música nordestina es básicamente el forró, género popular por antonomasia. El forró es, hagan de cuenta, como la cumbia pero con ímpetu absolutamente brasileiro. Su instrumento característico es el acordeón y un basamento rítmico poderosísimo. El paraíso de las percusiones.

El arte tribal del percutir hermana a la poesía más erudita con el latir del corazón. Percutir es un acto cotidiano para Hermeto Pascoal. Dos reporteros de La Jornada, el fotógrafo José Carlo González y el autor del Disquero, supieron de eso cuando fueron a una habitación de un hotel en Paseo de la Reforma y lo que estaba planeado como entrevista terminó en una fiesta donde los reporteros nos convertimos, por obra y gracia de Hermeto Pascoal, también en músicos. Fue como vivir dentro de un sueño.

Los dones divinos de Hermeto se multiplican cada vez que sube a un escenario y cada vez que suena su música, cualquiera que sea: una pieza de forró, un frevo (ritmo frenético), un choro o chorinho, (apropiación brasileira de la música europea), una samba, un baião o una pieza jazzeada, o bien cuando se sumerge en un lago con sus músicos, como hizo para grabar uno de sus primeros discos.

Foto
▲ Hermeto Pascoal durante una entrevista, que se transformó en fiesta, en un hotel de Reforma, en la Ciudad de México, el 23 de marzo de 2007.Foto José Carlo González

Uno de los primeros álbumes de Hermeto Pascoal se llama precisamente así: Música de Lagoa, para la cual utiliza una flauta de carrizo, gruesa, que toca al aire y sumerge la porción adecuada para producir una nota determinada, o una serie de notas, mientras sus músicos soplan las boquillas de botellas con agua. Un video con este momento se puede disfrutar en YouTube.

Los discos de Hermeto Pascoal están disponibles en distintas plataformas, entre ellas Spotify, y en YouTube hay conciertos enteros; recomiendo en especial el que grabó en 2015 en Berlín, con su esposa, Aline Moreno, uno de sus hijos, Fabio Pascoal, y la Andromeda Mega Express Orchestra, integrada por jóvenes europeos en frenesí.

Esa grabación pinta de cuerpo entero la música de Hermeto Pascoal: un maremágnum de placer, una orgía celestial, una fiesta hermosa donde todos los músicos sonríen, saltan, bailan, se mueven como una marea al ritmo del forró, al vaivén del frevo, bajo el tremolar de masas ardientes de música del edén.

Todos tocados por el beso de un hada, sus sonrisas flotando en el aire junto a sus gotas de sudor; resulta evidente que todos ellos están entrenados en el repertorio europeo y sinfónico: una violonchelista muy concentrada pero sonriente, una arpista que aporrea alegremente el arpa, ese instrumento tan solemne; una percusionista embarazada. Todos, en estado de gracia.

Es con los jóvenes, con músicos jóvenes y con público integrado por jóvenes, donde Hermeto Pascoal es comprendido en todo lo que es: uno de los músicos más impresionantes de la historia.

La importancia de Hermeto Pascoal se conecta con la de Egberto Gismonti, otro genio de la historia de la música. Ninguno de ellos se preocupa por la fama, procuran estar lejos de los reflectores. Hermeto en su universo, donde es feliz: la música popular, de origen campesino, y Egberto en su cosmos, donde es feliz: la música más fascinante y elaborada. Ambos profundamente brasileiros.

El territorio de todos conocido, y que también amamos tanto, es el de la bossa, la samba, la música bahiana, la tropicalia de la tropa encabezada por Caetano Veloso, su hermana Maria Bethania y otras reinas, como Gal Costa, y otros reyes, como Chico Buarque, y otros patriarcas fundadores, como Gilberto Gil y Antonio Carlos Jobim. Tan vasta y rica, la tan amada música brasileira.

Para festejar los 85 años de Hermeto Pascoal, invito a todos a disfrutar los distintos territorios donde reina: el forró, el frevo, la música orquestal para grandes combos o bandas de jazz que en realidad son grandes espacios muralísticos donde la música de selva y lago, de sudor y de alegría, campea.

El universo cultural nordestino de Hermeto Pascoal tiene otro equivalente magnífico: la que el autor del Disquero considera la mejor novela latinoamericana: Gran Sertão, Veredas, de João Guimarães Rosa, que se desarrolla precisamente en la región nordestina, con los yagunzos y los espíritus que gobiernan aquella región de magia y embrujo.

La diferencia es que Guimarães Rosa hace conjunción magistral con lo más profundo de la cultura nordestina, yagunza, mientras Hermeto es yagunzo total y natural. Otro vértice posible: la otra gran novela latinoamericana por encima del tan nombrado boom: Paradiso, de José Lezama Lima.

Así, la pléyade: Guimarães, Lima, Hermeto, Gismonti: genios cuyo trabajo no alcanza las famas del mainstream, pero cuyos efectos culturales son igual o más profundos que los conocidos.

Todo un universo por descubrir y disfrutar: la extensa, intensa, hermosa música de Hermeto Pascoal.

Sean bienvenidos.

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