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Ver día anteriorDomingo 30 de mayo de 2021Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Transición energética integral: la duodécima
A

lgunas ideas del brillante profesor Duncan Foley. Sí, el economista crítico de la prestigiada escuela heterodoxa New School of Social Research (https://www.newschool.edu/nssr/). En el meritito Manhattan asegura que la aparentemente inexorable tendencia de la economía neoclásica a monopolizar la educación económica ha reducido el número de personas con educación económica, (la mayoría) tiene más que un vago conocimiento y una comprensión caricaturesca de las ideas de la economía política clásica en Smith, Ricardo y Malthus (agrego Quesnay) y la elaboración y crítica de Marx de esos conceptos. Y es que resulta imprescindible algo más para comprender el relevante debate –de enorme actualidad– sobre las categorías y realidades del trabajo productivo y del trabajo improductivo. Sí, resultan esenciales para entender de dónde viene y a dónde va el mundo económico de hoy. Incluido, desde luego, el mundo de la energía, el mundo de los combustibles y energéticos, el mundo de las emisiones, el mundo de los usos finales.

Por eso es absolutamente relevante también profundizar en la discusión teórica sobre los dos tipos de trabajo productivo. El de la producción de bienes necesarios y convenientes, que requiere la explotación de un recurso natural, y el que no la requiere, al menos directamente. De ahí –que no de otra manera– la explicación y la justificación del monopolio estatal, constitucionalmente aceptado para utilizar recursos naturales en la generación de electricidad y darle a la nación la renta eléctrica, para explotar yacimientos de hidrocarburos y darle a la nación la renta petrolera.

Sólo en este contexto se entiende que la ignorancia explícita ha conducido a una incapacidad generalizada de ver un poco distintas las cosas.

Es el caso –indudablemente– del controvertido proceso de la transición energética y es que –contra viento y marea– la defensa ortodoxa y oficial de este proceso en muchas ocasiones se ve permeada por un ánimo de beneficios, especulación y rentismo que impide plantearlo de manera genuina.

Se escucha a desarrolladores de proyectos asegurar que se trata de un negociazo. Sin duda por el valor que llegan a adquirir, aguas, vientos, radiación solar, mareas, oleajes y corrientes marinas y gradientes térmicos de aguas, entre otros recursos naturales.

En consecuencia, tierras y aguas comunales y ejidales. Todo ello –en última instancia– propiedad originaria de la nación. Por eso sorprende que la empresa eléctrica estatal no haya desarrollado –en acuerdo con comuneros, ejidatarios y pequeños propietarios, entre otros– centrales eólicas y solares. Incluso otras tecnologías que aprovechan recursos naturales. Y que se haya dejado a desarrolladores privados esa alternativa. ¡Claro que sorprende! Sí. No sólo hay lucha de ideas en este y otro campo. ¡Hay lucha de clases! Es urgente añadir a la conceptualización de la transición energética dos adjetivos: integral y justa.

Es necesario y urgente ver más allá de las verdades comunes, atender el cambio climático, superar el consumo de combustibles fósiles, alentar la generación descentralizada de energía, desarrollar energías renovables y limpias y abatir emisiones. Pero con la urgencia de atender lo que también podríamos llamar debido proceso, características, plazos, recursos, costos, beneficios y, sobre todo, sujeto social que desde abajo impulsa, coordina y evalúa dicha transición.

De veras.