l porvenir político mexicano tendrá en los resultados de las próximas elecciones una más clara definición. En 2018, se alcanzó el poder para comenzar una transformación profunda del país en los ámbitos económico y social, como no se apreciaba en décadas. En aquel año, culminó, en el plano político electoral, un sistema de apariencias pluralistas sustentado en acuerdos y acomodos políticos del binomio PRI-PAN, que tuvo como invitado y comparsa menor desde 2012 al PRD. Los cambios legales, impulsados básicamente por ese binomio, nunca alteraron el modelo de competencia.
Esos aliados conservadores construyeron una institucionalidad electoral a modo, a la que hemos venido criticando desde hace años. Los cambios constitucionales y legales impulsados en materia electoral por el binomio PRI-PAN y su aliado el PRD, por ejemplo, nunca tuvieron como fin la creación de un organismo electoral independiente y libre. Después de muchas reformas, poco se ha avanzado en materia electoral. Se sigue practicando en México la reforma básica, insustancial, la que se orienta exclusivamente a modificar los criterios y formas de acceso al poder. No más.
La renovación de muchos cargos no sería un problema mayor en una democracia sólida; sin embargo, el próximo proceso se realiza en un país que no es ejemplo de elecciones libres, justas ni equitativas. México no es un modelo de organización institucional imparcial. Por ello, sin causar extrañeza, llama mucho la atención la omisión de las autoridades hacia la campaña negra que los viejos aliados partidistas y sus mecenas empresariales han venido sosteniendo en los medios tradicionales de comunicación en contra del partido mayoritario, Morena. Sin pudor alguno, siguen dilapidando recursos para los que no hay control ni vigilancia, sobre todo cuando se ha dado a conocer que reciben financiamiento del gobierno estadunidense.
La renovación electoral incidirá en el fortalecimiento del federalismo, la división de poderes y el régimen municipal. Como lo predicen todas las encuestas, Morena seguirá obteniendo posiciones significativas: es favorito para ganar la mayoría de gubernaturas; conquistar nuevamente la generalidad de las diputaciones federales en juego; obtener los principales ayuntamientos y consolidar su fuerza política en los congresos locales. Una organización joven, incipiente, creciendo y renovando los cuadros políticos de un país que no configuraba ya nuevos espacios propicios al ejercicio de las virtudes cívicas en el quehacer público, desde hace décadas.
Los cambios que se impulsan desde el gobierno nacional incidirán en la decisión que tomarán millones de ciudadanos. Esto es más evidente por la irracional campaña contra el titular del Ejecutivo federal que realizan PRI-PAN-PRD. La confusión y deslealtad de estas organizaciones hacen evidente su pasado y presente: no son independientes. Dejaron desde hace tiempo de ser formaciones de miembros y militantes, y pasaron a ser agrupaciones de cuadros vinculados a la corrupción y a los intereses económicos autoritarios y conservadores. Representan lo peor de un sistema democrático plural: la partidocracia. Si en un tiempo PAN y PRD se vieron imprescindibles para hacer realidad la democracia representativa, hoy sólo se les ve como beneficiarios de pactos y acuerdos facciosos en contra de la mayoría de sus electores y favorecedores de intereses antinacionales.
Las campañas de 2021 son ejemplo de una realidad compleja. Las elecciones intermedias de diputados federales, en la mayoría de las ocasiones, no tenían la importancia de hoy, gracias a las operaciones negativas de la trinca conservadora que pretende obstaculizar el ejercicio de la actual mayoría parlamentaria. Las 15 gubernaturas se dirimen sin el ruido altisonante que acapara la disputa del Congreso federal; los triunfadores de ellas estarán convencidos de que si ganan tendrán que negociar democráticamente convenios y presupuestos con la Federación, no con la partidocracia. El régimen municipal se reformulará, pues si algo ha venido cambiando desde los años 80 es, precisamente, la vida municipal. La violencia en algunos municipios pequeños no impedirá el fortalecimiento de la pluralidad política en todos los ayuntamientos. Nuevos tiempos corren para la renovación de los congresos locales, que siempre se han utilizado como arma del gobernador en turno (Tamaulipas, dixit).
El mosaico de pluralidad que saldrá de las próximas elecciones descansa en el respeto inédito que el Ejecutivo federal tiene hacia los procesos democráticos. No ocurre lo que a lo largo del tiempo fue práctica común en México: intervención autoritaria del gobierno en turno. Por primera vez en 100 años, no prevalece la fuerza material y preeminencia de un partido del gobierno para cometer fraudes. Los derechos individuales y sociales se respetan de manera inobjetable. No más falsificación de resultados, no más imposiciones. El país profundizará su cambio.