Próxima estación, esperanza: la vacunación contra COVID-19 en el campo
Hemos querido dedicar este número de La Jornada del Campo a un acontecimiento histórico que tiene lugar en el mundo entero y del cual nuestro país no es la excepción: la mayor campaña de vacunación masiva a escala global que ha experimentado la humanidad para enfrentar una pandemia cuyos impactos se han dejado sentir en todas las esferas posibles: salud, economía, educación, trabajo, alimentación, religiosidad y un largo etcétera.
Llevar vacunas a todos los rincones de un país como México, caracterizado por la diversidad sí, pero también por múltiples desigualdades y asimetrías que se han acumulado y sobrepuesto a lo largo de la historia, es un reto de enormes dimensiones. Para empezar, en nuestro territorio habita población dispersa en cadenas montañosas, valles, selvas y desiertos. Ello significa el enorme desafío de mantener la cadena de frío que asegure el correcto almacenamiento y distribución de algunos tipos de vacunas para conservarlas a la temperatura recomendada y así mantener su viabilidad hasta los lugares más remotos, a los que solo se puede acceder en lancha, a caballo o a pie.
Además de los retos estructurales que comparte nuestro país con muchas otras naciones, como puede ser la falta de caminos, transporte, o la simple lejanía de las comunidades más remotas, el Estado mexicano ha enfrentado también nefastas campañas de desinformación que sin ética ni escrúpulo alguno lanzan y difunden diversos medios de comunicación y actores de la vida política nacional contra las vacunas para prevenir COVID-19 y en especial contra la campaña de vacunación.
Hemos recogido numerosos testimonios en el ámbito rural, en las comunidades más alejadas de los centros urbanos, de que los partidos políticos de oposición al actual gobierno, día tras día saturan a la población con información falsa: que si las vacunas que se están aplicando en México son de segunda, las que sobraron en otros países, que son de mala calidad o que su intención oculta es acabar con los adultos mayores, por lo que convocan a las comunidades a no acudir a las jornadas de vacunación. Estas acciones solo pueden entenderse como un verdadero crimen sanitario que opera en el marco de las campañas electorales, cuyo único objetivo es ganar votos a costa de lo que sea, incluso de la salud y la vida de las personas más vulnerables en el contexto de la pandemia.
A pesar del escenario adverso que tratan de crear ciertos medios al servicio de las fuerzas conservadoras y los partidos políticos que agrupan a la derecha, la confianza del pueblo en la estrategia de vacunación que implementa el Gobierno de México es sólida. Estos son algunos datos: a) la consultora internacional Ipsos identificó recientemente que el 78% de los mexicanos están dispuestos a vacunarse, lo que contrasta con Francia, donde solo 38% de la población estaría dispuesta a aceptar alguna de las vacunas contra COVID o Perú, donde hay un rechazo a la vacunación del 50%; b) ) según una encuesta publicada por Reforma a mediados de abril, el 72% de la sociedad evalúa el plan de vacunación en México de manera positiva y c) según la “Encuesta Nacional Coronavirus en México” # 63, publicada el 19 de abril por Consulta Mitofsky, una amplia mayoría del pueblo de México confía en el proceso de vacunación, pues casi nueve de cada diez entrevistados (86.7%) declaran estar esperando la vacuna o ya estar vacunados, mientras que casi ocho de cada diez (78%) considera que la organización de la jornada de vacunación contra COVID-19 ha sido entre “Muy buena” y “Buena”.
Los desafíos de nuestro país para vacunar lo más pronto posible a la mayor parte de la población no pueden ser entendidos fuera del contexto global, ya que la producción de vacunas contra COVID-19 en el mundo avanza a un ritmo mucho menor en relación con la demanda, además de que existe un acceso desigual a ellas. Lo anterior significa que más de tres cuartas partes de las personas vacunadas viven en los diez países más ricos, mientras que, al día de hoy, 130 países donde viven más de 2,500 millones de personas aún no han empezado a vacunar a su población. Debido a ello, la OMS y la ONU estiman que muy probablemente, el 90% de los habitantes de los 70 países más pobres del mundo tienen pocas esperanzas de acceder a una vacuna durante lo que resta de 2021.
En respuesta a la asimetría global entre los países, desde abril de 2020, el Gobierno de México presentó una propuesta de cooperación internacional ante la ONU para garantizar condiciones de igualdad en el acceso mundial a medicamentos, vacunas y equipo médico para hacer frente a COVID-19, lo que implicaba construir una reacción global a la pandemia basada en la unidad, la solidaridad y la cooperación multilateral. La propuesta de México, que fue aprobada por más de 160 Estados, parte de la premisa de que los países más pobres son los más afectados por esta crisis mundial.
A escala nacional, el Gobierno de México ha sido congruente con la propuesta planteada a la ONU. A mediados de febrero, en voz del Director General de Promoción de la Salud, Ricardo Cortés Alcalá, se informó que además de los adultos mayores, se priorizaría a las personas del ámbito rural en la vacunación contra COVID-19 por una importante razón: “Las zonas rurales, las zonas más alejadas, han sido históricamente aisladas y discriminadas. Tienen menos probabilidad de encontrar un servicio de salud de segundo nivel o de cuidados intensivos que las personas urbanas. Con esta estrategia se busca evitar el traslado de personas hacia las grandes urbes para ser hospitalizadas. En estas zonas no solo hay precariedad económica y carencia de servicios médicos, infraestructura y especialistas, sino escasez de transporte, de caminos pavimentados o en buen estado para trasladar a los pacientes. Las distancias suelen ser también más largas”.
La estrategia del Gobierno de México busca reducir el riesgo a quienes se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad debido a su localización geográfica, a sus condiciones económicas y al limitado acceso que tienen a servicios de salud especializados en la atención por COVID-19. Retoma además las recomendaciones del Grupo de Expertos en Asesoramiento Estratégico sobre Inmunización (SAGE) de la OMS, que también propone que en la aplicación de las vacunas se priorice al personal médico y a grupos de alto riesgo o mayor vulnerabilidad social, en pobreza extrema, a poblaciones de difícil acceso, de áreas rurales o remotas.
La política de vacunación de México contrasta con las de otros países, como Brasil o Perú, donde sectores vulnerables de la sociedad, como los pueblos indígenas, han denunciado un trato discriminatorio en el acceso a las vacunas contra COVID-19. En Ecuador, por ejemplo, la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA) denunció recientemente que a los pueblos originarios y a las comunidades rurales remotas se les estaba negando el acceso a la campaña de vacunación en un momento crítico, debido a la expansión transfronteriza de la variante brasileña del virus.
Es cierto que, como se podrá leer en estas páginas, no todo está resuelto ni ha sido miel sobre hojuelas. Pero sí podemos afirmar que la campaña para vacunar y proteger al pueblo mexicano de COVID-19 es una gesta heroica, inédita en la historia de nuestro país, materializada por las Brigadas Especiales del “Operativo Correcaminos”, en las que participan miles de voluntarias y voluntarios que están llevando las vacunas a los lugares más inaccesibles o donde existe un alto riesgo por la violencia que se padece desde hace décadas. También lo es por el gesto de nobleza y solidaridad que se ha expresado con las personas más vulnerables, aquellas que tienen dificultades de movilidad. Ello explica escenas que se han vuelto comunes en cerros, cañadas y veredas de las comunidades remotas, donde se ha movilizado a miles de adultos mayores en burros, caballos, carretas, sillas o en camillas improvisadas con palos y cobijas hacia los puestos de vacunación.
También es cierto que las vacunas contra COVID-19 no son la panacea que resolverá todos los grandes problemas nacionales. Pero como lo podremos leer en los siguientes testimonios, la campaña de vacunación y todo el esfuerzo articulado en el que están confluyendo el Gobierno de México, la sociedad y las instituciones del Estado, son parte del mismo caminar hacia la próxima estación Esperanza. •