Al igual que en los pueblos indígenas de México y el mundo entero, la pandemia provocada por la COVID-19 ha tenido impactos económicos, culturales y de salud en los pueblos kumiay, pa ipai, cochimí, kiliwa y cucapá, ubicados en comunidades de las montañas, desiertos, valles y costas del vasto territorio de Baja California, descendientes de sociedades nómadas, cazadoras-recolectoras que por generaciones han caminado los senderos de esta península.
Aunque hasta ahora los contagios y defunciones en las comunidades nativas son muy pocos, pues su ubicación territorial ha sido una ventaja para mantenerse alejados de las urbes donde los contagios y las muertes van al alza, a más de un año de que inició esta situación, las y los nativos siguen luchando por sobrevivir día con día, buscando el sostén de sus familias. Y es que uno de los impactos más fuertes se ha vivido en las economías familiares, ya que el trabajo disminuyó y con ello el acceso a los alimentos de la canasta básica. Asimismo, debido a la cancelación de eventos y festivales, las mujeres dejaron de salir a vender sus artesanías de palma, cerámica, junco, sauce y chaquira, lo cual ha repercutido en el sustento, pues esta actividad supone un importante ingreso para sus familias.
En cuestiones culturales, también ha impactado esta contingencia sanitaria. Desde sus inicios, y siguiendo las indicaciones del gobierno federal, las comunidades indígenas decidieron que las fiestas tradicionales y eventos culturales no se llevarían a cabo. Otros eventos de gran relevancia que han sido cancelados en este periodo son el Ña Ojap, “A la Metida del Sol”, el cual se realiza con el fin de fortalecer sus culturas desde una perspectiva interna, los encuentros interculturales con sus parientes de EUA, particularmente del sur de California y Arizona, mientras que el Festival Nativa, en el cual difunden sus culturas y comercializan su arte, se tuvo que llevar a cabo de manera virtual. Las ceremonias fúnebres, que son de importancia para estos pueblos, también han tenido que dejar de realizarse debido a las restricciones funerarias impuestas por el servicio forense, en caso de muerte por Covid-19.
Una esperanza para seguir resistiendo: la vacunación en las comunidades nativas
El proceso de vacunación en las comunidades nativas ha sido parte de un esfuerzo en conjunto entre autoridades ejidales, líderes y miembros indígenas, en coordinación con instancias gubernamentales como la Secretaria de Bienestar, la Secretaria de Salud y el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas. Si bien es cierto que cuando se anunció el programa de vacunación causó dudas y temor en las y los nativos, dado que sentían que no contaban con información al respecto, ello los llevó a demandar información clara y oportuna sobre el virus y las vacunas. Aunque hay quienes consideran que ésta llegó a cuenta gotas, algunas personas se han animado a vacunarse, pero es cierto que otras han preferido no hacerlo: “¡Yo no me voy a vacunar!”, “¡En la televisión dicen que me puedo morir!”, “¡Si ya he aguantado casi un año!”, son las respuestas que algunas personas dan al respecto.
No obstante, la diversidad de opiniones y posturas, la vacunación a adultos mayores concluyó con la aplicación de la segunda dosis a finales del mes de abril. La primera de ellas se aplicó el 26 de febrero del 2021, día en que Virginia Espinoza Álvarez, indígena kiliwa, y Apolonia Álvarez, indígena pa ipai, rompieron con los mitos y especulaciones al convertirse en las primeras mujeres nativas de Baja California en recibir la vacuna contra la COVID-19. Con ello, no sólo se aplicaron anticuerpos, se aplicó esperanza, una esperanza muy anhelada desde que inició esta contingencia, la esperanza de la gente que confía en que con ello se fortalecerá la salud de sus abuelas y abuelos:
Con las vacunas de perdida volveremos a la normalidad y a retomar cada quien su trabajo, las cosas que andábamos haciendo y que muchos pues ya no pudimos seguir. Aparte que se genera la protección necesaria para los adultos mayores que a fin de cuentas pues son los más importantes, en el sentido de que son las personas que guardan lo que es la lengua, la tradición, todo lo que los jóvenes estamos ahorita trabajando para hacer una recuperación con respecto a eso. Y aparte que no se genere una tasa de mortandad alta porque sí estaríamos en graves aprietos, imagínate si murieran bastantes personas, si de por sí somos muy poquitos (Juana Inés Reza, pa ipai)
En la actualidad, aproximadamente un 90% de la población adulta mayor de 60 años aceptó la vacuna y la otra parte de la población se encuentra a la espera de su turno, según su edad, para ser vacunada. Tanto en el ejido Tribu Kiliwas, como en Santa Catarina, San Antonio Nécua, San José de la Zorra y La Huerta se ha llevado el proceso de vacunación en las comunidades, mientras que las personas de Juntas de Neji y de la Comunidad indígena El Mayor Cucapa tuvieron que desplazarse a otras localidades cercanas como Tecate o Mexicali, para recibir la vacuna. Además de esperanza, este proceso también ha provocado diversas emociones, como comparte Fausto Díaz Ojeda, joven kumiai, quien apoyó en las jornadas de vacunación en San José de la Zorra, de donde es originario: “Ñipil tipeymtuilj mshiuya ñakurrushan, ñipil maat pshio kurrap jliit, ñapum ljium ñama awat, ñiatñipilisheshjilikuyuar”/Ahora a mi familia mayor se les inyectó, ahora se cuidan más de este virus, esperemos que pronto esto acabe, por ahora mi corazón late fuerte de emoción.”
Después de más de un año de estrés e incertidumbre por esta pandemia que puso al mundo de cabeza, la emoción y la esperanza se vislumbran en las comunidades nativas y el miedo dejó de colarse en las pláticas de los abuelos y abuelas: “¿Mathñakurrushan? kurrap mou. Ñipil mishiay mou/ ¿Ya te inyectaron? no duele. Hoy no tengo miedo.” •