Mis películas están muy lejos de tener valores concretos sociológicos, políticos o antropológicos, dice // Son temas más o menos fuertes, pero no se me ocurre que van a causar escándalos, precisa
Viernes 30 de abril de 2021, p. 6
Arturo Ripstein es un director de cintas polémicas, como El lugar sin límites. En esa película la homosexualidad y el travestismo fueron un escándalo en los años 60. Hoy vuelve a provocarnos con El diablo entre las piernas, donde el sexo y el erotismo entre los viejos nos hacen ver una realidad que miramos de soslayo.
–Muchos de sus temas son muy provocadores. Generalmente sus películas ponen en el centro temas controvertidos.
–Mis películas están muy lejos de tener valores concretos sociológicos, políticos o antropológicos. Cuento temas que sí son más o menos fuertes, pero cuando estoy haciendo la película no se me ocurre que va a provocar un escándalo. De pronto molestan y de pronto arman escándalos, como ha pasado con algunas, pero no es intencional. No estoy al margen de lo que hago, sé por dónde voy, pero no necesariamente digo voy a meter el dedo en la llaga
. Sucede que allí estaba la llaga y allí estaba el dedo.
“Recuerdo el escándalo que provocó El lugar sin límites en la España franquista
No se había tratado el tema de la homosexualidad más o menos en serio. Desde que hay cine en México ha habido homosexuales, pero eran los mariquitas caricaturescos más o menos ridículos. Y en mi película es la primera vez que se trataba con cierta ambición y seriedad el asunto.
–Es el primer beso homosexual del cine mexicano.
–Recuerdo que en San Sebastián cuando la película gana, el momento en el que van acercándose lentamente los protagonistas para darse un beso empieza un pequeño rugido en el cine que aumenta hasta el delirio, y se arma un escándalo de todos los diablos. Salimos de la sala Roberto Cobo, Lucha Villa y yo en medio de la gritería.
Proceso fascinante
–¿Cómo escoge sus temas?
–Se puede decir de manera fácil un lugar común: yo no escojo los temas, los temas me escogen a mí, pero casi, casi, es verdad. Además hay una cosa curiosa: cuando empiezas a buscar un tema y comienza a surgirte en todos lados sabes que es del que debes hablar.
“Cuando dije vamos a hacer Medea, que es Así es la vida, de pronto todo lo que yo tocaba, todos los libros que leía, mágicamente en todo había alusiones a Medea. Eso ocurre con enorme frecuencia cuando el tema es el escogido. Te empiezan a surgir cosas relacionadas por todas partes. Me imagino que la atención está puesta y estrecha la visión y eso es fascinante.”
–En cine es muy importante la forma en que se cuentan las cosas.
–Siempre he pensado que la manera de contar el cuento es el cuento. Eso he intentado durante toda mi carrera. En última instancia lograr hacer poesía, que es esta cosa compleja, difícil de definir. Yo soy un simple aspirante a eso. Ocasionalmente la he tocado lateralmente, pero nunca he dejado de intentarlo.
–Señor Ripstein, ¿ha tenido algún tipo de censura?
–Muchísimas veces. Desde el principio de mi carrera. La primera cinta que hice: Tiempo de morir, que no era de vaqueros terminó siendo una película de vaqueros, en un momento el único cine que se podía vender fuera de México. Luego venía la censura moral donde no se podían decir palabrotas o incluir desnudos. La censura moral empieza a cambiar, pero llegó la peor, que es la económica: uno va con un productor, entrega su proyecto y dicen no es económicamente viable
.
“Después me pasó con La viuda negra, una película a donde entré de pícher emergente, luego de hacer la cinta con uno de los guiones más horribles de mi vida, basado en una obra de teatro de Rafael Solana que era pavorosa. Mis asistentes y yo inventamos el guion mientras hacíamos la película. Quedó un poquito puerca (no se usaba mucho en ese momento) y recuerdo que Margarita López Portillo me dijo en la cara una frase que nunca pensé oír: ‘el pueblo de México no está preparado para eso’. Y se prohibió durante mucho tiempo. Y cuando entró Alberto Isaac, colega, a ser jefe del Conacine me dijo ‘tienes que cortar estas cosas’ y allí sí me pareció inaudito. Que Margarita López Portillo me dijera que eso no iba era perfectamente razonable. En el caso de Alberto Isaac, colega, era una traición rigurosa y la cometió.”
Un ángel caído y una frase
–¿Y de veras el sexo es el diablo como sugiere su reciente película?
–Y viceversa. Sin duda es una dualidad, para bien y para mal. El diablo tiene interpretaciones de toda índole y en este caso es un ángel caído y una frase. Es por supuesto algo complejo, difícil, de lo que no se habla, que es el erotismo y el sexo entre viejos. Sexo y erotismo están ligados a jóvenes más o menos bonitos. En este caso es una historia de amores y de odios entre viejos.
“Me gustaría que vieran la película. El público de pronto está abocado únicamente a ver el cine de Hollywood.
“Es cierto que hay un público para nuestras películas, pero necesitamos más. Lo importante es insistir: somos su Tri, sus paralímpicos; uno no le va a Indonesia cuando compite México. ¿Por qué le van a los gringos cuando México da la cara en el cine?
El Estado tiene la rigurosa obligación de producir cultura, no como una dádiva, es una inversión. El cine es el espejo que se refleja a sí mismo, somos la posibilidad del arte, la posibilidad de la belleza. Un pueblo sin cine es un pueblo sin ojos.
–Para terminar, háblenos de dos temas controversiales como sus películas: la eutanasia y la mariguana.
–Yo aspiro a que llegue un momento en que se legisle y se legalice la eutanasia. Vivir mal es infinitamente peor que morir bien. Y morir bien es una aspiración que todos tenemos y a la que llegan pocos. Hay una agonía que de pronto precede a la muerte y esa agonía nos la podemos ahorrar, porque ya ni siquiera entendemos qué es lo que pasa con nosotros.
“La mariguana tendría que ser legal. Una forma de terminar con el horror del trasiego es legalizarla, Que cada quien se meta en el cuerpo lo que cada quien quiera. Que cada quien haga con su culo un papalote y que lo vuele por donde pueda. Por supuesto que tendría que ser rigurosamente legal y poder ir a la tiendita y decir ‘deme mi paquete de cannabis dorada’, pagarlo y fumárselo en casa.”