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¿La fiesta en paz?

Ante dudosos modernizadores, un ganadero con valor civil levanta la voz

E

n días pasados mensajeros del falso cambio externaron en Zacatecas propuestas para implementar novedosos adminículos en supuesto beneficio del espectáculo, sin que nada se cuestionara, hospitalarios que somos. Sin embargo, en reciente artículo el ganadero y escritor Carlos Castañeda externó otra perspectiva de las cosas. Aquí una síntesis de su inteligente y oportuno texto:

“Hoy en la plaza vivimos una faena que, planteada históricamente en tres tercios, está prácticamente reducida a uno. El primer tercio es tremendamente desventajoso y abusivo en contra del toro. El uso de puyas descomunales sin que nadie lo pueda impedir –porque reglamentado está– genera un castigo y un daño innecesario para el animal y en contra del espectáculo y del bolsillo de quien pagó un boleto. El segundo tercio, salvo contadas excepciones, se ha vuelto un mero trámite reglamentario y se cubre sin ningún gusto ni sentido. Conclusión: todo se reduce a la faena de muleta.

“Una Fiesta originalmente atractiva y variada, donde el lucimiento de la bravura del toro al caballo, así como el despliegue artístico en quites y banderillas han desaparecido, dando paso, en la mayoría de los casos, a faenas en ‘blanco y negro’, ante la ausencia de lo que genera la emoción. ¿Qué sucede en la mayoría de las ocasiones? Toros sin la edad reglamentaria, lo sabemos los ganaderos; toros con los pitones manipulados, lo saben los matadores; el trapío de los animales casi siempre en el límite… y si hay toreros españoles, todavía más. Lo saben los empresarios y los apoderados, lo permiten ganaderos y autoridades.

“¿Qué pasa con el riesgo, la emoción y la exigencia? La casta comienza a ser un factor escaso. Cada vez más los signos de mansedumbre afloran en las ganaderías que exigen los toreros que pueden hacerlo. El origen de la Fiesta, el heroísmo, el peligro, el triunfo de la destreza sobre la bravura, cada vez se ve menos. La nobleza pastueña es hoy dominante. En pocas palabras, lo que se ofrece, lo que se dice, no se entrega. Y parece que, tristemente, ya nos acostumbramos a ello.

“Por otra parte, la organización empresarial y la competencia brillan por su ausencia. El desarrollo de nuevos toreros nacionales no está planteado como prioridad. La contratación de toreros españoles, que no convocan más público que los nuestros, es algo común y muy dañino.

“Las grandes entradas en la Ciudad de México y las principales ferias de provincia son sólo con dos o tres toreros españoles o en fecha señalada. No hay un torero mexicano con arrastre en las taquillas. Las plazas no se llenan... No se cumplen los reglamentos como se esperaría. Y el constante incumplimiento en puyas, puntas, edad y trapío es la puerta de la destrucción. Y nadie hace nada para que esto se corrija. ¿Por qué?

“La fiesta de los toros está bajo un ataque constante y orquestado, con palabras como “crueldad, sangre, sufrimiento, tortura…”, que son las consignas para el acoso. Hasta hoy, con gran habilidad política, se han ido ganando algunas batallas. Pero la guerra la estamos perdiendo desde adentro. Mi conclusión es que estamos haciendo todo mal, sin que nadie externo nos obligue a hacerlo así. El orden de las cosas está invertido: mandan los subalternos, imponen los toreros, la empresa concede, la autoridad enmudece y el ganadero otorga.

¿Qué hacer? Algo muy sencillo: hacer las cosas bien. Regresar a la edad, a las puntas, trapío, casta, peligro, emoción. Todo eso está en nuestras manos. Es una cuestión de ética. El hacerlo beneficiaría al espectáculo y por lo tanto al público. Haría que los ataques tuvieran menos tierra fértil. Regresaría la Fiesta a su origen y la gente a los tendidos. Hay que invertir en el desarrollo de toreros mexicanos, cerrando la frontera a aquellos espadas extranjeros que no aportan valor ni generan afición. Reconquistemos lo nuestro.