Opinión
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El sonido del metal
C

rónica de un colapso. Durante un concierto de rock del grupo grunge metalero Blackgammon, el baterista Ruben Stone (Riz Ahmed) descubre la aparición súbita de acúfenos persistentes que gradualmente van disminuyendo su capacidad auditiva. En poco tiempo, el joven y su compañera sentimental Lou (Olivia Cooke), guitarrista en la banda, acuden a un especialista médico quien diagnostica al joven un cuadro de sordera irreversible y progresiva. La vida nómada de la pareja, siempre itinerante en el carro con remolque que utilizan para sus giras musicales, se ve así drásticamente alterada. La enfermedad inesperada, en especial catastrófica para un músico, coloca a Ruben en un estado de depresión que incluso le hace contemplar el suicidio.

En El sonido del metal ( Sound of Metal, 2019), primer largometraje de ficción del estadunidense Darius Marder ( Loot/ Botín, documental, 2008), el tema espinoso de la sordera, abordado en muy contadas ocasiones en el cine, representa un desafío técnico que el realizador sortea de modo original e impecable. La película no se limita a presentar el drama objetivo de un hombre de 38 años que luego de haber elegido el trabajo musical y una alimentación saludable como sólidas alternativas a una larga adicción a las drogas fuertes, sino también explora, de modo más sugerente, sus diarias vivencias subjetivas en el angustiante mundo de silencio en el que ahora se siente injustamente atrapado. La estrecha colaboración entre el realizador y su formidable equipo de diseño y edición de sonido logra que los espectadores participen de modo muy directo en la experiencia de audición alterada, inexorablemente disminuida, que padece el protagonista. En múltiples cintas sobre la discapacidad visual, el recurso fílmico más socorrido ha sido manipular la lente y sus filtros para recrear, de modo no siempre convincente, una eventual progresión hacia la ceguera. En el caso de la discapacidad auditiva de Ruben, los procedimientos técnicos utilizados recrean de modo singular la sensación de soledad del protagonista en espacios públicos saturados de voces y ruidos que su cerebro magnifica, con palabras que para él ya son indescifrables, y con el fuerte desasosiego que le produce la incomprensión general hacia el drama intransferible que está viviendo.

En la cinta una solución posible a ese drama pudiera ser la intervención quirúrgica muy costosa que, mediante implantes sofisticados, permitiría a Ruben recuperar una buena parte de su capacidad auditiva. Otra más, sería encontrar en un grupo de autoayuda especializado en la sordera, dirigido por el veterano de guerra Joe (Paul Raci), una manera de reconciliarse con su propia discapacidad y adaptarse a un mundo nuevo, con códigos específicos de conducta, con lectura de labios y lenguaje de señas, y una clave didáctica que se resume en la conveniencia y el imperativo moral de aprender a ser sordo. Aunque todo esto pudiera sonar a un fastidioso episodio de superación personal llevado a la pantalla, el propósito de la cinta es en realidad muy distinto. Se trata de transmitir al espectador la sensación de marginación total que vive el protagonista en un mundo del que se siente cada día más distanciado, tanto por la erosión de su relación con su antigua cómplice sentimental, refugiada ahora en una normalidad doméstica protectora al lado de su padre francés (Mathieu Amalric), como por el horizonte truncado de su vocación musical. A este respecto la actuación del británico de origen pakistaní Riz Ahmed es todo un acierto. La expresividad de su rostro, sus gestos de desesperación contenida y su mirada, que continuamente oscila entre el deseo anhelante de recuperación y la desesperanza, son los mejores elementos al alcance del director para transmitir una intensidad dramática. En algunas escenas Ruben Stone aparece en las calles, en apariencia despreocupado, procurando afanosamente seguir con su vida normal aun cuando sabe que su porvenir es totalmente incierto. En su playera ostenta una enigmática palabra en alemán que significa colapsado. La vaga conciencia de que no todo a su alredor conspira o contribuye a ese fatídico colapso es una de las claves más interesantes de la cinta, en todo caso la que mejor explica su estupendo desenlace abierto.

El sonido del metal, disponible en la plataforma Amazon Prime, cuenta con nominaciones en seis categorías, entre ellas el sonido, para el Óscar de la Academia de Hollywood.