Urge unidad de taurinos a partir de consensos honestos con objetivos claros
S
i de verdad queremos que resurja una fiesta de toros renovada, popular y pública, no en torres de marfil exclusivas y excluyentes, se tiene que convocar, a la brevedad y sin pretextos ya que hasta ahora no se han hecho, a debates a puerta cerrada entre los profesionales de la industria taurina, no sólo poderosos o famosos, sino con cuantos estén directamente interesados en que esto recupere la grandeza y el atractivo que la caracterizaron durante décadas
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Sostiene lo anterior el maestro Rafael Sánchez de Icaza (Ciudad de México 1958), dibujante, grabador, escultor, escritor y escenógrafo, pero sobre todo uno de los mejores y más originales pintores taurinos del orbe, con cerca de un centenar de exposiciones en su país y en el extranjero, incluidos España y Francia, y cuya constante evolución lo ha llevado a una estética propia que denomina surrealismo geométrico
, luego de asimilar influencias diversas y desarrollar una propuesta completamente distinta a lo establecido que incluye temáticas como la ecuestre, prehispánica, musical y religiosa. Ha ilustrado numerosos libros y colaborado en infinidad de revistas y periódicos. En 2019 concluyó una escultura de gran formato en acero, de 6.30 por 20 metros, en la ganadería Caparica, en el estado de México y se publicó el libro de arte Pinturaleza, con una amplia selección de su obra más reciente.
¿Por qué a puerta cerrada esos debates entre taurinos? Pues para que los participantes se vayan a las raíces y no se queden en las ramas, para que en su capacidad de rencauzar la fiesta se comprometan a recuperar lo esencial y se olviden de las apariencias y de los intereses particulares, lleguen a acuerdos y suscriban pactos realistas, no teóricos, y sean capaces de llevarlos a la práctica con estrategias unificadas y actualizadas, no con esfuerzos aislados en algunos cortijos y plazas
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¿Debatir sobre qué? “Sobre las bravuras que emocionan, no sólo que acomodan; los encastes que comprometen, no los que convienen a algunos; sobre una competitividad no al gusto de los que figuran sino que provoque interés mediante carteles que emocionen, no que medio diviertan; sobre utensilios para la lidia que agilicen ésta, pero que no disfracen la mansedumbre, principal epidemia del espectáculo en las pasadas décadas; sobre las inmensas pero descuidadas posibilidades de promoción y difusión de tan singular espectáculo. Debatir, en suma, sobre lo que están dispuestos a ofrecer los sectores de la fiesta para recuperar un público que ya acumula demasiados agravios y no va a seguir pagando por ver torear bonito únicamente a diestros conocidos. La emoción de la tauromaquia es otra cosa y su grandeza demanda, como nunca, criterios menos estrechos por parte de todos.
“Reducir el espectáculo taurino parece inevitable −abunda quien fuera alumno del Colorín y aficionado práctico− pero no se puede reducir a eventos privados, al cortijismo imperante y a corridas aisladas. Se requerirá de una fiesta más intensiva y menos masiva, con más calidad y menos cantidad. Un trípode sostiene a la función: toro bravo, torero competitivo y público involucrado. Si falta uno de esos soportes la fiesta se viene abajo. Hay que hacer fiesta como sentido de vida, no como pasatiempo. ¿Por qué no ha habido presión de nadie para que se permita la celebración de espectáculos taurinos con todas las regulaciones sanitarias y la observancia cabal del reglamento? No me preocupa el futuro de la fiesta, me preocupa su presente −remata el maestro Sánchez de Icaza.