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odavía no amanecía, estaba oscuro, pero en realidad yo no había podido dormir, todos estábamos alertas, habíamos escuchado en la radio lo del bombardeo al aeropuerto y por supuesto el discurso de Fidel en el entierro de las víctimas, sabíamos que se venía algo gordo, muy gordo, todos los milicianos estábamos preparados; de pronto se escucharon tronar ráfagas y tiros por el lado de Playa Larga, me puse de pie y apreté el fusil, en ese momento llegaron los compañeros de la patrulla, nos avisaron que estaban desembarcando por allá: ¡rápido hay que detenerlos en la playa!...
Recuerdo con precisión las palabras de aquel campesino carbonero y cazador de cocodrilos
que nació y vivía en la Ciénaga de Zapata, recordando el 17 de abril de 1961 en que inició la invasión orquestada por Estados Unidos contra la naciente revolución cubana. Era 1976, el 15 aniversario de la aplastante derrota, yo trabajaba en el periódico Juventud Rebelde y me enviaron a hacer algunos reportajes. El pantanal, la laguna, las playas, se habían transformado completamente, pero a pesar de ello era fácil percibir las condiciones implacables de aquellas vidas antes del torrente revolucionario.
María, interrumpió y se rió: “es que los ‘yumas’ esos que planificaron la invasión junto con los batistianos creían que aquí todo seguía igual. Esos politiqueros que tanto dinero se robaron diciendo que iban a construir la carretera, creían que iba a ser todo muy fácil, que nosotros seguíamos igual de ignorantes, que venían a un paseo directo a la Habana. Aquí todo había cambiado: ya había tres carreteras, aquí llegaron los alfabetizadores y ya teníamos una escuela y, bueno, ¡el policlínico!, yo misma dí un curso de enfermería”. Julio retomó: aquí ya teníamos las milicias y estábamos armados, todos entendimos lo que Fidel preguntó: ¿y están de acuerdo con la reforma agraria?... ¡pues claro!, todas aquellas preguntas sobre las reformas, para decirnos que eran nuestras decisiones, que era nuestra nación, nuestra soberanía, nuestro socialismo, por eso nos lanzamos sin dudarlo. Logramos detenerlos hasta que llegaron los primeros refuerzos que venían del central Australia. Muchos compañeros murieron ese día, pero ¡no pasaron!
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Después, en el recuerdo colectivo, están las mil hazañas, de los muy jóvenes tanquistas, de los que atraparon a los paracaidistas, de Fidel que se montó en el tanque Saw 100 y lo metió hasta el mar, allí en Girón, para lograr hundir al barco-madre, de todo un pueblo que se lanzó en la defensa de su soberanía. Años después Fidel diría: la importancia de Girón no es lo que sucedió, sino precisamente lo que no ocurrió
. No sucedió la victoria del Plan Pluto
inaugurado con el atentado terrorista al barco La Coubre, aprobado por Eisenhower y dirigido por el general Hawkins, veterano de la invasión a Corea por Iwo Jima. No ocurrió el retorno de los 194 ex militares batistianos, de los hijos y familiares de 100 latifundistas, 112 grandes comerciantes, 29 grandes propietarios, 35 magnates industriales, 67 casatenientes y muchos proxenetas, chivatos y delincuentes que integraban la brigada 2506. Mil 500 hombres transportados en ocho barcos junto con cinco tanques, 28 cañones, bazookas, ametralladoras y protegidos por 10 aviones. No sucedió el retorno de las dictaduras, la United Fruit, la humillación y el sometimiento. Los mil 200 prisioneros fueron intercambiados por 62 millones de dólares en medicamentos y alimentos infantiles.
Cuarenta años después, en 2001, se logró una curiosa reunión en La Habana, integrada por actores centrales de aquel histórico episodio: por los yumas
estuvieron Richard Goodwin y Arthur Schlesinger, asesores de Kennedy, Wayne Smith y Peter Kornbluth, analistas políticos y encabezando a varios veteranos de la brigada 2506 Alfredo Durán, su presidente. Fidel encabezaba una representación de los principales mandos de milicianos, ejército y aviación, además de historiadores. Frente a un enorme mapa de la Ciénaga debatieron y relataron anécdotas de cada bando, los estadunidenses señalaron que su mayor error fue desestimar a la revolución. Al final Schlesinger deseó que esa iniciativa permitiera avanzar en el camino de la paz y entendimiento. Fidel le adelantó que nunca Cuba había puesto obstáculos, que el único requisito insoslayable era el respeto a su soberanía.
El 17 de noviembre de 2014 se avanzó en ese sentido, se reanudaron las relaciones diplomáticas y Obama canceló algunas absurdas prohibiciones unilaterales prevalecientes. Pero Trump volvió a poner a Cuba en la lista de países terroristas y reactivó las medidas cavernícolas. Para los politólogos globalizantes, a pesar de nuestra evidente dependencia, la soberanía es una entelequia del pasado populista. Sin embargo, en Cuba, la Soberana
, única vacuna creada en Latinoamérica, es la prueba fehaciente de que sólo en soberanía se puede consolidar un sistema político-social y educativo integral, capaz de generar los científicos profesionales que, pese a las brutales restricciones a que es sometida la isla, presenten al mundo su soberanía bajo forma de una tan necesaria vacuna.
* Investigadora de la UPN. Autora de El Inee