n las semanas recientes he estado leyendo en diversas fuentes, con especial preocupación, algunos textos sobre los efectos que el encierro pandémico ha estado teniendo sobre los niños. El asunto es de enorme complejidad, pero se puede resumir en el hecho de que ya hay estadísticas sólidas sobre un aumento notable en, por ejemplo, la depresión infantil y, aunque parezca increíble, también en los suicidios e intentos de suicidio entre niñas y niños. Ante esa circunstancia terrible y esos datos no menos terribles, se me ha ocurrido pensar (como han hecho muchos otros por todo el mundo) en posibles antídotos o paliativos, y la música se presenta como uno de los más viables.
En parte, me ha movido a esta reflexión haber recibido recientemente desde Alemania dos álbumes (que agrupan tres discos compactos) titulados Piano para niños, concebidos e interpretados por la pianista germana Corinna Simon. Se trata de una inteligente colección de piezas pianísticas breves (hay 122 de ellas en los tres discos) que, si bien incluyen algunas partituras concebidas por los compositores especialmente para niños y jóvenes, también contienen música que, sin haber nacido con esa vocación, se presta idealmente para que los pequeños se acerquen a un mundo musical grato, interesante e imaginativo. La selección de autores es amplia y variada, y va desde Johann Sebastian Bach (1685-1750) hasta Witold Lutoslawski (1913-1994). Entre las piezas que Corinna Simon presenta en Piano para niños se encuentran obras y ciclos con dedicatoria infantil particular de Rota, Mendelssohn, Khachaturian, Granados, Villa-Lobos, Schumann, Martinu, Bloch, Bartók, Kodály, Reinecke, Prokofiev, Juon, Ibert, Chaikovski, Schulhoff, Turina, Debussy, complementadas por piezas de concepción y origen más abstractos de Beethoven, Händel, C.P.E. Bach, Cimarosa, Clementi, Tailleferre, Shostakovich, Lutoslawski, Elgar, Haydn, Glière. Todas ellas están caracterizadas por lenguajes y expresiones claras y transparentes y, a la vez, están animadas por un saludable espíritu de fantasía y curiosidad. Uno de los atractivos principales de esta colección de música pianística para niños está en el hecho de que si bien muchas de estas piezas llevan títulos narrativos o descriptivos, muchas otras están definidas sólo por las indicaciones de tempo y expresión. Así, bajo la guía de adultos melómanos y sensibles, niñas y niños pueden seguir las historias y los personajes específicos mencionados en las piezas y, más importante aún, pueden inventar y desarrollar sus propias historias para las piezas más abstractas, dando rienda suelta a la curiosidad, el descubrimiento y la aventura.
Una muestra cabal de que Corinna Simon confía en la intuición de la niñez para acercarse a la buena música está en el hecho de que si bien la mayoría de las piezas de Piano para niños presentan esquemas rítmicos y armónicos de gran sencillez, hay otras (Lutoslawski, Martinu, Prokofiev, Shostakovich) que son un poco más demandantes y requieren de una audición más concentrada; de ahí que además del placer intrínseco que los niños alcancen a obtener al escuchar estos álbumes, Piano para niños puede ser también una buena introducción a un primer aprendizaje musical. Hay aquí, para que los niños se adentren en ese mundo, pequeños ciclos completos, otros presentados fragmentariamente, y también obras individuales independientes. Es interesante saber que en el texto introductorio a Piano para niños, Matthias Kornemann se refiere con una saludable dosis de ironía a la añeja costumbre de que los adultos (quizá con buena intención) suelen derrochar sus esfuerzos endilgando a los niños, como si fuera aceite de ricino, músicas poco aptas para su iniciación musical, a veces con resultados tristemente contraproducentes.
En estos tiempos de encierro, distancia, aislamiento, angustia y depresión, las músicas contenidas en los álbumes Piano para niños, de Corinna Simon, pueden ser un buen antídoto... si son aplicadas por los adultos en las dosis adecuadas.
Y con la clara intención de dar un sabor local a este asunto, recomiendo complementar estos tres cedés de Piano para niños, de Corinna Simon, con la audición del disco Canasta de juguetes para chicos y grandes, música mexicana de intención similar creada por José Sabre Marroquín (1909-1995) e interpretada al piano por Alejandro Sabre.