omo parte central de su campaña presidencial, Andrés Manuel López Obrador convocó a la sociedad mexicana a realizar una nueva transformación equiparable a los tres grandes movimientos sociales en la historia de México: el de la Independencia, iniciado en 1810; el de las Leyes de Reforma de 1857, y el de la Revolución de 1910. A la suya le dio el nombre de Cuarta Transformación y con ella arrasó en las elecciones de 2018.
A poco más de dos años del inicio de su mandato, conviene realizar un análisis de lo que requiere e implica esta Cuarta Transformación, para medir sus posibilidades de éxito y los riesgos inherentes a su instrumentación, luego de las declaraciones recientes del Presidente en torno a su relevo en 2024, sabiendo que las tres transformaciones anteriores requirieron de periodos mayores a seis años, así como de enorme derramamiento de sangre y pérdida de miles de vidas humanas.
Así, la guerra de Independencia requirió 11 años para lograr un supuesto deslinde formal de España, que no del poder de la Iglesia católica; igualmente, para la aplicación de las Leyes de Reforma fueron necesarios 10 años a fin de lograr la derrota de las fuerzas conservadoras en la ciudad deQuerétaro. Finalmente, el proceso revolucionario convocado por Madero en 1910 requirió siete años para la promulgación de la Constitución que habría de definir las obligaciones de los gobernantes posrevolucionarios hacia el pueblo y tardó más de 20 años en alcanzar los primeros avances y consolidaciones importantes.
Al hablar de la Cuarta Transformación convocada por el Presidente, orientada necesariamente a terminar con la corrupción que tanto daño ha hecho al país, y cuya principal consecuencia la vemos en la elevación de los niveles de pobreza de la mayor parte de población y el enriquecimiento de unas pocas familias, él describió el método que habría de utilizar, haciendo uso de la metáfora de la escalera, según la cual debe barrerse de arriba hacia abajo.
En un artículo anterior hice una crítica a esta metáfora, indicando que es difícil de lograr, pues la escalera está igualmente podrida por la corrupción. Hoy me doy cuenta de que mi metáfora también está equivocada, por incompleta, pues la escoba que se requería también está dañada, ya que ésta –conformada por leyes y reglamentos pretendidamente diseñados para castigar a quienes dañaron al país–, fue adulterada para dificultar e impedir el castigo a los culpables de la corrupción.
Considerando ahora que en estos dos primeros años los logros obtenidos –de gran importancia– distan de responder a nuestras expectativas, podemos pensar que los menos de cuatro años restantes del sexenio quizá no sean suficientes para acabar con los problemas cuya magnitud y consecuencias apenas comenzamos a comprender. Cuando esto se logre, se podrán afirmar con bases sólidas los fundamentos de esta transformación a la que hoy aspiramos la mayor parte de los mexicanos.
Y cuando nos preguntemos ¿ahora qué sigue?
, la respuesta debe ser: la reducción de los lacerantes niveles de desigualdad entre los ingresos de las familias mexicanas. Y la única forma de lograrlo es mediante la educación y el ahorro que permita la formación de patrimonios familiares, hasta ahora privilegio de muy pocos y con avances mínimos en el actual sexenio. ¿Será posible lograrlo? Ello dependerá de quién suceda a López Obrador en la Presidencia de la República. Por ello vale la pena analizar lo que sucedió al final del gobierno del general Cárdenas, que en su tiempo representó los mayores logros del periodo que hoy podríamos llamar de la tercera transformación
, cuando sus posibles susesores eran los generales Francisco Mújica y Manuel Ávila Camacho.
Ocho décadas después, no tenemos duda de que, de haber llegado a la Presidencia Francisco Mújica habría consolidado la transformación iniciada por Cárdenas, logrando con ello los objetivos que el pueblo de México deseaba y necesitaba. Pero las cosas no resultaron así y desgraciadamente la tercera transformación quedó inconclusa, por lo que han sido necesarios otros 80 años para poder retomar el rumbo señalado por el general y presidente michoacano. Hoy, entre los posibles sucesores de López Obrador resaltan igualmente dos figuras señaladas por él mismo: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, de quienes no hay duda ni de sus capacidades ni de sus afinidades con él. El problema no está en ellos, sino en los equipos de trabajo que ellos formen una vez en la Presidencia.
De manera preocupante, el actual presidente de Morena, quien, además de haber impuesto a Félix Salgado Macedonio como candidato de la Cuarta Transformación al gobierno de Guerrero, lo ha hecho también en el caso del gobierno de Nuevo León, con Clara Luz Flores, cercana al líder de la secta NXIVM y amiga de Emiliano Salinas Ocelli. No está por demás recordar que Mario Delgado es egresado del ITAM, la cuna del neoliberalismo mexicano.
* Director del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa