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Legionarios de Cristo: del negacionismo a la rendición de cuentas
L

a ola de acusaciones y evidencias derribó el muro protector de los abusadores. Por décadas los Legionarios de Cristo negaron los abusos sexuales perpetrados por su fundador, Marcial Maciel Degollado. El legionario mayor tuvo en su favor la protección del papa Juan Pablo II, quien incluso lo consideraba modelo para la juventud. Solamente la persistencia de las víctimas y documentadas investigaciones periodísticas terminaron con el blindaje al clérigo y evidenciaron su historia de ataques a menores de edad.

Los legionarios publicaron nombres de 27 sacerdotes que de 1941 a 2020 abusaron sexualmente de personas menores de 20 años, predominando las víctimas entre 11 y 16 años. De los 27 agresores, 17 son mexicanos, es decir, 63 por ciento. Maciel tuvo émulos en todas partes, pero en México alcanzó más imitadores. En el informe actualizado a 2020 se hace constar que de 170 niños(as) y adolescentes violentados sexualmente, 60 fueron víctimas de Maciel. La orden comunica que de los 27 sacerdotes únicamente dos enfrentaron proceso penal. Algunos fueron sancionados internamente, otros están en proceso dentro de la orden, cinco murieron sin ser juzgados por los legionarios y menos por las autoridades civiles.

Generaciones más jóvenes, o que todavía no habían nacido cuando algunas víctimas hicieron pública la depredación sexual de Maciel, posiblemente desconocen lo sucedido en 1997, cuando escasos medios informativos dieron espacio a quienes valientemente desenmascararon las criminales conductas del llamado por sus incondicionales santo varón. Entonces el fundador de los Legionarios de Cristo tuvo tres férreos defensores: los obispos Juan Sandoval Íñiguez, Onésimo Cepeda y Norberto Rivera Carrera. Los altos jerarcas eclesiásticos fueron implacables contra las víctimas que rompieron el silencio y los pocos medios que dieron espacio a sus dolorosas historias, entre ellos destacadamente La Jornada. Al paso de los años ninguno de los tres cambió su postura, al contrario, continuaron con la tesis de que se trataba de esfuerzos por enlodar la obra de un gran hombre. Entre los empresarios destacó Lorenzo Servitje, fundador del Grupo Bimbo, quien advirtió a medios informativos, electrónicos y escritos, que no invertiría en publicidad si publicaban las que consideraba calumnias contra Maciel.

Al entregar Vicente Fox el Premio Nacional de Comunicación 2004 a Servitje, el entonces presidente de la República hizo una cita que atribuyó al teólogo brasileño Leonardo Boff: El que no vive para servir, no sirve para vivir. Justificó la evocación para aplicarla al empresario, de quien afirmó: Tenemos frente a nosotros a un hombre que sí sirve para vivir y sí vive para servir. Agregó: Es una columna de integridad, un ejemplo grande para los mexicanos de hoy y del porvenir. Fiel representante de la doctrina social cristiana [léase católica, CMG], ha sido un incansable misionero del bien común y defensor permanente de la dignidad humana, un apasionado del servicio a los demás, a la comunidad, al país. ¿Dónde estaba el defensor de la dignidad humana cuando las víctimas evidenciaron la doble vida de Maciel? Apoyando al depredador y los mecanismos para encubrirlo que tejió la cúpula de los Legionarios de Cristo.

Contra la cerrazón de Juan Pablo II y pocas vías para dar a conocer los expedientes que pormenorizadamente revelaban los monstruosos ataques de Maciel a la integridad de infantes y adolescentes, los denunciantes iniciales perseveraron y en el camino encontraron a quienes sí les creyeron y se les unieron en la lid de confrontar al abusador y encubridores. Entre los acompañantes destacó el sacerdote Alberto Athié (que renunció como clérigo en 2003). Él ha dejado constancia de cómo tuvo conocimiento de las continuadas atrocidades perpetradas por Maciel, así como de su posterior involucramiento en sacar a la luz pública el caso. Un valioso documento que resume su itinerario en favor de quienes sufrieron los abusos sexuales de Maciel está en el libro La voluntad de no saber: lo que sí se conocía sobre Maciel en los archivos secretos del Vaticano desde 1944 (Grijalbo, 2012), obra conjunta de Athié, José Barba (víctima de Maciel) y Fernando M. González (investigador de la UNAM). El volumen presenta un pormenorizado recuento del entramado eclesial católico que hizo posible el accionar y posterior encubrimiento de los ataques de Maciel.

Tanto el primer informe de los legionarios, a finales de 2019, como el actualizado, son un pálido reflejo de una cadena que tiene muchos más eslabones. No se alude a los mecanismos que hicieron posible la pederastia del fundador y otros clérigos de la orden. Las víctimas demostraron que tenían razón, con su persistencia obligaron a que se reconocieran las atrocidades que vivieron.