En torno al mar hay una multiplicidad de intereses que compiten por su uso, las actividades que ahí se desarrollan son tan diferentes como los efectos de su presencia.
Desde una amplia perspectiva, podemos catalogar a estas actividades e intereses en dos grandes grupos, el que depende de la calidad ambiental del espacio marino, como la pesca y el turismo, y aquel que ve el mar sólo como un medio de transporte o de explotación, independientemente del estado ambiental del mismo, como son el tráfico marítimo y la extracción de hidrocarburos.
En los mares veracruzanos se desarrollan ambos tipos de actividades y todas repercuten en el estado de salud de los ecosistemas marinos de esta importante región.
Descansando en la presencia de una larga cadena de arrecifes, conocida como el Corredor Arrecifal del Suroeste del Golfo de México, se desarrolla la actividad pesquera, que es parte de la identidad cultural a Veracruz y fuente de empleo de más de 15 mil pescadores a lo largo del litoral.
La pesca veracruzana se enfoca en al menos 90 diferentes especies, son reconocidas por su importancia comercial la captura del robalo, peto, sierra, huachinango, pargo y el besugo, las cuales son comercializadas en el mismo estado y en la región central de México. Esta pesca está íntimamente ligada con el estado de conservación de los ecosistemas marinos y humedales costeros donde estas especies nacen, crecen y se reproducen; sin embargo, son factor de presión que limita la presencia de especies de las que dependen.
Por otro lado, el turismo de aventura y el buceo deportivo, que han demostrado ser una importante fuente de ingresos para cientos de familias, se desarrollan principalmente en las dos áreas naturales protegidas que se encuentran en estos mares, los arrecifes de Lobos Tuxpan y el Sistema Arrecifal Veracruzano.
En la otra cara de la moneda se encuentran dos actividades que compiten por el uso del mar veracruzano y cuyos impactos son significativos, nos referimos a los puertos y la industria de hidrocarburos. El Puerto de la ciudad de Veracruz, ubicado en la costa central, contó con infraestructura moderna a partir del primer lustro del siglo XX, se construyó y se sigue expandiendo sobre los arrecifes coralinos del Sistema Arrecifal Veracruzano. Este puerto y su ampliación reciente son el mejor ejemplo de los impactos ambientales negativos que tiene esta actividad necesaria para el comercio, pues aunado a las construcciones portuarias, hay un tráfico constante de miles de embarcaciones que transportan mercancías entre los sistemas arrecifales que han provocado encallamientos, derrames de combustibles e incluso la introducción de especies marinas exóticas, que afectan la biodiversidad y la calidad ambiental del medio marino.
La industria de los hidrocarburos también tiene una muy importante presencia en Veracruz, principalmente en la región norte, donde la cuenca Tampico-Misantla alberga los yacimientos de la Franja Dorada, que es una enorme línea de depósitos de petróleo que va desde la zona terrestre de Poza Rica y Papantla hasta la parte marina desde Tamiahua hasta Tecolutla. En toda esta región se ubican pozos de extracción cuyos productos son transportados principalmente por gasoductos submarinos hacia instalaciones en tierra. Además de existir otras instalaciones submarinas como el gasoducto que transporta hidrocarburos desde Texas hasta la parte central de México.
Otro dato importante es que, de acuerdo con el Plan Quinquenal surgido de la Reforma Energética, toda la plataforma continental de Veracruz, con excepción de las dos áreas marinas protegidas ya mencionadas, se encuentra considerada para su concesión a actividades de exploración y explotación tanto de gas natural como de petróleo.
La interacción de todas estas actividades en los mares veracruzanos tiene impactos que han generado conflictos reales entre los diferentes sectores; los pescadores, los conservacionistas y los científicos son quienes más los han manifestado y resentido.
La carencia de políticas públicas claras, la gran cantidad de instituciones gubernamentales que inciden en los usos de estos mares, y la misma complejidad social y ambiental de México se han convertido en importantes retos nacionales. En el caso veracruzano, donde la actividad pesquera se desarrolla en zonas arrecifales que no están dentro de áreas naturales protegidas y donde la mayor parte del espacio marino está destinado para la actividad petrolera, el reto es encontrar una manera de privilegiar una actividad que produce alimento y puede ser motor de conservación, sobre una que genera muchos ingresos económicos pero cuyo impacto puede ser devastador. •