El movimiento poblacional hacia las costas tiene mucha historia. En Tabasco, durante el siglo XX, las personas se acercaron más al mar, fundaron nuevos pueblos, adoptaron nuevas actividades al encontrarse y apropiarse de humedales, litorales y bocanas, cimentaron así modos de vida muy particulares.
Para el año 2010 existían en la entidad tabasqueña 217 localidades, según el censo del INEGI, el 93.7% tenían menos de 2,500 habitantes y en ellas residían 177,191 personas, y de estas poco más de la mitad (88,690) vivían en 12 localidades.
Las costas poseen una gran riqueza y variedad de recursos naturales —ecosistemas terrestres, hídricos y marinos— y culturales. Sólo así, por el entrecruce del mar, ríos y tierra, se comprenden las historias que cuentan los oriundos de Coronel Andrés Sánchez Magallanes (de aquí en adelante Magallanes), un pueblo que se localiza en las cercanías con Veracruz, en una de las nueve barras o desembocaduras de Tabasco, municipio de Cárdenas.
Según cuentan, Magallanes se pobló con personas que llegaron de comunidades vecinas, sobre todo del municipio de Paraíso y de otros estados del país. En el Atlas Geográfico, estadístico e histórico de la República Mexicana. de Antonio García Cubas, se refiere que existen indicios de población desde 1856, y los mayores recuerdan que uno de sus atractivos fue la intensa actividad pesquera, así lo mencionó don Juan …el fuerte fue mucho el ostión y la pesca, Sánchez Magallanes en pocas palabras ha tenido vida propia… (Juan, febrero, 2020).
Don Juan llegó de una comunidad dedicada a las actividades ganaderas campesinas, Pero debido al poco ingreso que redituaban decidió junto con su familia moverse a Magallanes, donde la pesca prometía un horizonte mucho mejor. Otras personas llegaron atraídos por las playas, la sensación de la brisa marina y la naturaleza. Todo apuntaba a que Magallanes tendría un gran futuro y no fue así, por ello las familias de Magallanes están migrando de nuevo, especialmente los jóvenes, en búsqueda de nuevas y mejores oportunidades.
Señalan que la pesca y extracción ostrícola dejó de ser rentable y tuvieron que buscar alternativas, como la albañilería, trabajar en talleres o como choferes de transporte público o comercial. La falta de un ingreso digno, así como la intensa y acelerada erosión costera, que ha consumido antiguas casas que daban la cara al océano y dejado en total desamparo a las familias que las habitaban, los ha empujado a dejar el hogar.
Por otro lado, los servicios como el banco, balnearios y autobuses, que en su momento fueron expresión de prosperidad, se retiraron paulatinamente por pleitos políticos o por la delincuencia, un factor que duele mucho. El antes boyante puerto ahora pareciera estar desolado, se observan casas abandonadas y deterioradas, con techos caídos, sin puertas ni ventanas.
Parece que no queda otra opción más que migrar, como lo hizo Don Juan para llegar aquí. Sin embargo, en los corazones de los habitantes de Magallanes se mantiene todavía la llama de esperanza de tener un mejor futuro, en el que la alegría por la pesca, el turismo y la buena música, vuelvan a florecer. Así se añora lo que un día fue un lugar lleno de calor humano.
Mientras haya esperanza, existirá la necesidad de sobrellevar las vulnerabilidades costeras, no es sólo desde la percepción de pescadores en ruina o la añoranza vaga por el pasado, sino con la suma de experiencias de desigualdad, pobreza, falta de oportunidades, indolencia, indiferencia por las vocaciones olvidadas de una región azotada por una creciente violencia y movimientos sociales.
Es un hecho palpable y vivido que la pesca y ostricultura en Magallanes ya no dan para el sustento de las familias. La falta de oportunidades que vivió Don Juan en su lugar de origen y que lo llevaron a la costa ahora parecieran expulsarlos de Magallanes.
Aunado a lo anterior, en 2020 llegó la pandemia de Covid-19. Desde febrero los habitantes se comenzaron a preparar para recibir a visitantes, realizaron la limpieza de las playas, dieron mantenimiento a las palapas y servicio al alumbrado público, y debido a que comenzó el confinamiento el turismo no llegó y todas estas actividades se suspendieron. Este fue otro duro golpe para la ya débil economía de las familias.
Las autoridades gubernamentales también deben poner atención a la falta de seguridad pública. No hay que olvidar que la prácticas y conocimientos en la costa forman parte de nuestra cultura, por lo que al deteriorarse Magallanes nos debilitamos todos. •