Número 161 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
 
Andrés Manuel López Obrador. La Jornada

Editorial El andariego de Macuspana

El presidente de la República enfermó. El domingo 24 de enero nos enteramos de que Andrés Manuel López Obrador había dado positivo al virus y que estaría en cuarentena hasta ver su evolución. La noticia nos cimbró a todos. Aunque en cierto modo la esperábamos pues la intensidad del contagio es muy alta y Andrés Manuel no se cuida.

Por su edad y antecedentes clínicos el presidente forma parte del grupo con riesgo de que la enfermedad se complique. Sin embargo, su comorbilidad más peligrosa no es la cardiopatía que padeció en 2013 sino su crónico, su incurable activismo.

Para Andrés Manuel quedarse en casa y así evitar el contagio no era una opción. Quizá se hubiera podido cuidar más, pero siendo quién es tenía que correr el riesgo. Correr el riesgo de seguir caminando el país, de seguir dialogando con su equipo y con la gente, de seguir comunicando… Y el presidente lo corrió. Algunos comen mal, otros fuman, otros llevan vidas sedentarias… Andrés Manuel interactúa incansablemente con las personas. Qué le vamos a hacer, si se sujetara a protocolos no existiría Morena ni tendríamos 4T.

“Eres pata de perro”, le dije alguna vez. Andrés Manuel solo se rio. Y es que el de Macuspana siempre anda en chinga. La prioridad que desde la presidencia le esta dando al campo y a los campesinos, por ejemplo, no se concibió en un escritorio sino en ensombreradas reuniones multitudinarias.

Lo recuerdo el 28 de noviembre de 2011 llegando ya de noche y muy apurado a la comunidad poblana de Ayoxuxtla, que lo había invitado a la celebración por el centenario de la firma del Plan de Ayala. El pequeño y aislado pueblo que Zapata eligiera para el acto solemne estaba enfiestado, había jaripeo, durante todo el día corrió el trago y en el lugar del evento con Andrés Manuel no había luz. Pero aun así el acto se realizó y la hoy secretaria de Medio Ambiente, María Luisa Albores, que entonces era dirigente de la Unión de Cooperativas Tosepan Titataniske, le planteó a nombre de una docena de organizaciones campesinas su disposición a apoyarlo en su campaña por la presidencia si él a su vez se comprometía con un proyecto que estaban elaborando para la recuperación del campo bocabajeado por las políticas neoliberales. “Cuando tengan el plan me lo hacen llegar y yo lo firmo”, les dijo Andrés Manuel.

Cinco meses después, el 10 de abril de 2012, Torreón a medio día era un infierno y el sol calcinaba a los miles de campesinos que esperaban pacientes al candidato. Como siempre Andrés Manuel llegó rayando, se subió al comal ardiente que era el estrado y de inmediato empezó el mitin. Ahí le presentaron el documento prometido que llamaron Plan de Ayala para el siglo XXI y que él candidato firmó solemnemente junto con una docena de dirigentes que se habían congregado para el acto.

El PRI y Peña Nieto compraron la elección de 2012 y seis años después Andrés Manuel era de nueva cuenta candidato a la presidencia de la República. Y en otro simbólico 10 de abril, pero ahora de 2018, alrededor de diez mil campesinos de todos los rumbos del país se reunieron con él, esta vez en Jerez, Zacatecas. En este pueblo grande emblema de la provincia velardiana y ahora ciudad de migrantes llena de casas de cambio, fue donde entre remolinos de polvo el de Macuspana ratificó su compromiso con el agro plebeyo firmando un documento programático actualizado que llamaron Plan de Ayala para el siglo XXI, 2.

De campaña en campaña, de pueblo en pueblo, de mitin en mitin sin nunca detenerse, sin parar nunca… esa es ha sido y es la vida de Andrés Manuel. Y uno no puede menos que admirar su inaudita terquedad. Pero hace unas semanas el andariego de Macuspana enfermó. No es primera vez y estas zancadillas que le pone el cuerpo al hoy presidente nos obligan a reflexionar sobre lo indispensable que es su activismo en la tarea de materializar el sueño colectivo que ahora se llama 4T. Lo que me lleva a otros recuerdos.

Terminaba 2013, el primer año de gobierno de Peña Nieto, quien había enviado a la Cámara de Senadores una iniciativa de Ley de energía que privatizaba funciones asignadas a Pemex cediendo con esto la soberanía energética y buena parte de la renta petrolera. Encabezado por Andrés Manuel, el Movimiento Regeneración Nacional, aun sin registro como partido, pero habiendo realizado ya su congreso fundacional, salió a la calle junto con otras fuerzas sociales a defender nuestro petróleo.

El primero de diciembre en un mitin realizado en el Zócalo, Andrés Manuel convocó a reunirse de nuevo tres días después a las diez de la mañana en Reforma y La Fragua donde daría inicio un cerco ciudadano al senado. Esa mañana Andrés Manuel López Beltrán anunció que su padre no estaría en el mitin pues en la madrugada había sufrido un infarto y se encontraba en el hospital donde le habían realizado una intervención coronaria.

El anuncio nos pasmó. El andariego de Macuspana, el incansable Andrés Manuel, el indomable Peje no era inmune a las dolencias del cuerpo; el líder omnipresente podía enfermarse… y quizá morir. Incredulidad, desolación…

El cerco al senado se hizo y días después se trasladó a la Cámara de diputados donde ya había llegado la iniciativa. Pero en los mítines faltaba el entusiasmo, la pasión, la confianza en el triunfo… Faltaba Andrés Manuel y sin él como que no nos hallábamos.

En una desangelada concentración realizada a un costado de San Lázaro, donde recuerdo que estaban el joven Andrés Manuel, Claudia Sheinbaum, el Llanero Solitito y otros, me toco hablar. Dije entonces lo que había que decir: que la lucha en defensa del petróleo seguía adelante, que no podíamos aflojar… Pero inevitablemente entré en el tema que a todos abismaba:

“Por más de diez años -dije- Andrés Manuel ha sido el alma de nuestro movimiento… Y esta mañana no lo tenemos aquí porque lo golpeó la enfermedad. Hoy está en el hospital y más adelante tendremos que obligarlo a que se cuide porque el corazón es traicionero”.

Recuerdo bien que en ese momento Andrés Manuel, que conoce bien lo terco que es su padre, movió la cabeza afirmativamente. Yo continué.

“De modo que si queremos que nos dure muchos años deberemos hacer nosotros parte del trabajo que el hacía. Tendremos que explicarle a la gente porque luchamos, tendremos que recorrer el país organizando comités... Y sobre todo tendremos que convocarnos solos y tomar iniciativas por nuestra cuenta sin esperar que siempre vengan de él…

“Ahora todas y todos somos Andrés Manuel… Todos y todas somos El Peje…”

Aplaudieron, claro. Pero no había entusiasmo no había fervor, no había verdadera convicción ¿Cómo íbamos a suplirlo, como íbamos a hacer nosotros lo que siempre había hecho Andrés Manuel?

No fue necesario. El enfermo se repuso y sin pausa volvió a los recorridos, a los mítines al activismo… Y así, gracias al trabajo de millones de personas, pero sobre todo a la visión política y energía organizativa de Andrés Manuel se consiguió del registro de Morena como partido político, se crearon comités en todo el país, se realizó una intensa campaña electoral, el primero de julio de 2018 se ganó la presidencia de la República con 30 millones de votos y durante más de dos años el gobierno que él encabeza está impulsando la Cuarta Transformación. Y el andariego de Macuspana sigue caminando, sigue levantándose de madrugada para hablar con la gente a través de los periodistas, sigue recorriendo el país los fines de semana…

Hasta que un domingo nos enteramos de que Andrés Manuel de nuevo estaba enfermo, ahora contagiado por el virus. Seis días después, en un mensaje grabado, el presidente insistió en que hay mucho que hacer, en que los trabajos no pueden detenerse: “Debemos terminar la obra de transformación -dijo- No tenemos permiso para dejarla inconclusa”. Y efectivamente tras dos semanas de reclusión Andrés Manuel volvió a las “mañaneras” y tres días después volaba a Santa Lucía a inspeccionar el avance del nuevo aeropuerto.

Y lo celebramos. Qué bien que Andrés Manuel siga haciendo cabeza en el histórico proyecto que hace años emprendió. Pero dos avisos debieran ser suficientes. Hoy más que nunca nos toca a los demás hacer nuestra parte.

Hay un gabinete muy capaz, hay activos legisladores, hay un equipo calificado y comprometido que acompaña al presidente… Pero aun así pienso que la conducción y operación de la 4T es demasiado personalizada. Andrés Manuel sigue siendo el indispensable; no solo es quien señala el rumbo -que así debe ser- sino también quien resuelve problemas específicos, quién se compra los pleitos con la oposición, quien comunica…

Decirle a Andrés Manuel que le baje es inútil, lo sabemos. Pero los demás, todos los demás, las ciudadanas y ciudadanos de este país que de una u otra forma creemos en la necesidad del cambio, debiéramos asumir en serio la responsabilidad de impulsarlo colectivamente. El andariego de Macuspana ha recibido por segunda vez la señal y por segunda vez les digo: “Todos somos El Peje”. A ver si ahora sí nos cae el veinte. •