“Avisan las comunidades del municipio de Texcatepec otomí que de aquí en adelante se van a poner filtros para el paso de la gente que viene de fuera. Así, filtros les llama el gobierno, para que las personas entren sin temperatura y sin oguío al respirar. Si alguien viene de Monterrey o de Pachuca se va a meter en su casa por quince días sin salir a visitar. Este es el acuerdo que toman los Agentes Municipales y el Ayuntamiento para que no se meta la enfermedad llamada el covid 19”
Así resonó el comunicado de Radio Huayacocotla, la Voz Campesina desde su antena en la cumbre de Viborillas. Tres días antes, se había prendido la pandemia el 16 de Marzo de 2020. Todas las reuniones de más de 12 personas se suspendieron. Cancelar fue el verbo más conjugado desde esos días. Se canceló la fiesta de San José, se cancelaron las asambleas comunales y al poco se canceló la Semana Santa con todas sus procesiones y sus viacrucis.
En la sierra abrupta del norte de Veracruz se instalan los municipios de Tlachichilco, Ilamatlán, Zontecomatlán, Zacualpan y Texcatepec. Allí viven los Nahuatl, los Otomíes y los Tepehuas, de tres troncos lingüísticos, tan diferentes como el chino del inglés. En esas lenguas y en español la Radio Huaya estuvo calibrando los riesgos y las presencias potenciales del Coronavirus, en diálogo con la gente.
“Hay que avisar de inmediato si alguien tiene fiebre y dolor de cuerpo o de panza, y, más urgente si le falta respiración. Esta es una enfermedad nueva que no se veía, y más peligrosa que la influenza o que la H1N1 juntas”.
Cuando Ifigenia llegó de Monterrey a su comunidad de El Papatlar dijo que había checado su embarazo en un hospital donde otra señora tenía covid. Y añadió que sentía resfriado y una como gripa. El doctor de la clínica la declaró sospechosa de la enfermedad del covid. Las autoridades metieron es su casa a Ifigenia y llamaron el supervisor del IMSS Bienestar. Llegó el doctor Bonifacio y contradijo al de la clínica. Gripa y no más. Pero la noticia llegó hasta su primo Eustaquio migrante en Nueva York y éste la circuló por el Facebook. Al día siguiente, media sierra sabía del episodio de la Ifigenia y de su desenlace feliz.
La Radio La Voz de los Campesinos empezó a interrogar las causas de la pandemia para dar razón más allá del fenómeno. Así las refirió Maricela, la locutora otomí: ¿De dónde salió el coronavirus? “Ustedes han andado de migrantes en Carolina del Norte. Los de Nuevo Chintipan han trabajado en la fábrica de pollos Mountaire en el pueblo de Raeford al sur de Raleigh. Los de Otatitlán conocieron las granjas de Fayetteville, a unos kilómetros de allí, la que provee de carne de puerco por toneladas a la empresa transnacional de Smithfield. Han visto como a Mountaire llegan los trailers de pollos vivos por un lado y salen empacados por el otro. Los nahuatl de La Soledad son encargados de limpiar en la noche toda la mugre que se genera de día. Pues bien, científicos honestos ubican que de allí salió la pandemia, allí se criaron los virus en esos puercos y pollos engordados a fuerza en el menor tiempo, con hormonas y antibióticos”. De allí y de otras fábricas de carne como esas se nació el covid”.
Aquí como en otros lugares apartados, cuesta trabajo creer en una enfermedad tan implacable. El virus todavía no se ha manifestado ahogando los pulmones humanos y matando a la gente. “Aquí no ha llegado ese mal dice Samuel el de La Florida. Y no sé qué piensen ustedes, pero hasta sirvió que los escuelantes se vinieron a trabajar en la milpa, aprovechando que se acabó la escuela. Ahora la milpa es la escuela, para que nadie se quede sin saber sembrar”.
Pero el coronavirus existe. La información y la reflexión de la radio comunitaria se convierte en una llave para abrir la puerta de la verdad verdadera, más allá de los amarillismos y de las alarmas, en estos lugares donde no hay internet sino a ratos por la noche.
Importante repetir por la radio la cifras que registra el país y reclamar servicios de pruebas de covid en esta región donde el sistema de salud está peor que hace cuarenta años. Desde entonces armaron las clínicas de comunidad del IMSS – Coplarmar, sin añadir una más en este casi medio siglo. “Qué tal que llega la pandemia y no sabemos qué vamos a hacer, comenta Silverio en Ayotuxtla. Allí el doctor se fue de la clínica hace meses y también las medicinas”.
La tarea de La Voz Campesina en el 105.5 de FM y sus 10,000 watts de potencia que se reparte en todo el abanico de las Huastecas es abrir los oídos a la palabra que sube de las cañadas y difundirla. La fuerza ancestral de las comunidades organizadas es la mejor alerta y defensa contra el coronavirus. En la radio también se recogen e interpretan los datos, las cifras y los augurios que llegan de arriba para ayudar a que la vida no se acabe y amanezca la esperanza. •