La lucha por el agua se manifiesta en usos y recolección con apoyo en el conocimiento tradicional como herramienta de resistencia y de confrontación frente a la asunción del agua como “recurso”, mercantilizada. Nuestro objetivo: visibilizar la experiencia de la Coordinadora de Pueblos Unidos por el Cuidado y la Defensa del Agua (COPUDA) de Valles Centrales de Oaxaca, con base en conocimientos ancestrales, articulados a procesos de innovación tecnológica.
¿Cuáles son los supuestos y acciones colectivas que destacan en las 16 comunidades zapotecas de Ocotlán y Zimatlán (Valles Centrales, Oaxaca), víctimas del despojo del agua para su supervivencia, integradas en la COPUDA, que demandaban acceso al agua para usos agrícolas –en medio, el uso desmedido del agua para actividades mineras y refresqueras en la región-, confrontando una disposición jurídica (1967) que decretaba la veda en territorio de los valles centrales oaxaqueños condicionando el uso del líquido para la agricultura? (Diario Oficial de la Federación, 1967).
Revisando algunos acontecimientos, casi 20 años después, en 1985, se impulsaron políticas gubernamentales de desecar las ciénagas y la permisividad de acciones de tala inmoderada, para ampliar los campos de cultivo sin considerar el trabajo de la naturaleza. Esta operación bisagra, compartida por los gobiernos nacional, estatal y el capital organizado, impactaron negativamente en la geografía oaxaqueña. Al romperse esta cadena se afectaron los humedales, disminuyendo al mismo tiempo la caída de la cantidad de agua. Una tercera iniciativa gubernamental, casi 40 años después del decreto, que en lo jurídico es una medida unilateral y sin contrapesos, se produce en el año 2005. Encarando la situación de sequía nacional, con grandes estragos en Oaxaca, se da la iniciativa de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), otorgando permisos para la extracción del agua, a la par que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) cobraba cuotas estratosféricas por el uso de bombas para su extracción, por la relación equívoca de que las altas tasas de consumo de energía eléctrica se debían a una mayor extracción de agua, y no en lo que realmente sucedió: la necesidad de extraer el agua de una mayor profundidad.
Las comunidades de la COPUDA, ancladas en los saberes y prácticas culturales ancestrales, rehicieron y operacionalizaron, con base en su archivo memorístico, lo que podemos nominar un modelo hidrosocial como construcción comunitaria, para beneficio comunitario: construcción de obras para la captación de agua de lluvia, tales como retenes, ollas y pozos de absorción, aprovechando los relieves del territorio, la gravitación y la calidad de los suelos, estudios para la velocidad en el desplazamiento del agua y su irradiación benéfica en los suelos, con un punto de encuentro de diálogo con el pensamiento “científico” personificado en una nueva generación de profesionales (generada por las propias comunidades). Con estos dispositivos tecnológicos, ligados a estructuras organizacionales horizontales, se recuperó el nivel del agua subterránea de la región en tan solo 10 años. Con este proceso, a pesar de un entorno desfavorable, se desarrolló y consolidó un innovador sistema comunitario de uso y gestión del agua que ha mostrado ser altamente efectivo, ejemplo a seguir en otros lugares del país y del mundo.
“Sembradores de agua”, hacedores de organización horizontal y de consensos, ponen de relieve en sus prácticas la toma de decisiones colectivas; la defensa del agua como expresión simbólica de defensa de la vida, expresa prácticas articuladas a la experiencia, la democracia y la gobernanza, en ensamble con el modelo de la comunalidad, apoyado en cuatro pilares: Territorio, Asamblea o Sistema de Cargos, Tequio y Guelaguetza.
Proceso de encuentro y negociación, con consultas y distintas fases. Una inicial, el 2015 (agosto); otro momento central, el realizado el 8 de febrero del 2017, al presentar la COPUDA a Conagua –con el importante acompañamiento del Centro de Derechos Indígenas Flor y Canto A.C.- una iniciativa con el objetivo de modificar el Decreto de Veda de 1967. Parte de esta historia ha tomado otro camino en lo jurídico y lo político, producto de la intervención de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos. En enero de 2019, días de fiesta que celebraban los acuerdos de la COPUDA, en particular la “hoja de ruta para la modificación del decreto de veda de agua subterránea en los Valles Centrales”, y en octubre 2019, la cuarta fase. De ese momento al presente –pandemia incluida–, hay grandes desafíos, ensanchados por la salida de Víctor Manuel Toledo Manzur, de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales.•