como ‘Artsaj’. Hasta que en septiembre estallara la guerra entre Azerbaiyán y las fuerzas étnicas armenias de esta republiqueta
de facto (bit.ly/3hSpw89), pocos ubicaban este nombre. Pero allí nació la guerra moderna y la táctica militar pasó del siglo XX al XXI. El uso masivo e innovador de drones armados (turcos e israelíes), empleados hasta ahora más en operaciones de inteligencia o asesinatos extrajudiciales, le dio la superioridad al lado azerí por encima de las viejas doctrinas postsoviéticas armenias e inauguró una nueva época, confirmando de paso la relevancia para la izquierda del análisis militar del que en su tiempo fue pionero Engels −el cumpleañero
de 2020 (bit.ly/3ofsV33)−, con su mirada de como el avance tecnológico moldea el moderno campo de batalla (véase: W. Streeck bit.ly/3hO6W0z).
B como ‘biopolítica’. Hablando de la invención de una pandemia
(bit.ly/3oinvEs) −a punto de ser acusado de negar su gravedad (bit.ly/3hF0n0t)− G. Agamben logró poner la luz a la enorme capacidad del Estado de restaurar los disciplinamientos (M. Foucault) y dominios perdidos en años recientes al sustituir el terrorismo
por una amenaza médica
(bioseguridad) y miedo al virus que despolitiza/paraliza la acción mediante el permanente estado de excepción
(C. Schmitt).
B como ‘#BlackLivesMatter (BLM)’. El asesinato de George Floyd, en mayo, por un policía en Minneapolis (¡No puedo respirar!
) ha sido una chispa que encendió las protestas a los largo de Estados Unidos (y el mundo), dando a luz todo un movimiento en contra de la brutalidad policiaca, el racismo sistémico y la asfixiante −literalmente (véase: A. Mbembe, bit.ly/38a9xyU)− pandemia que mata de manera desproporcionada a las personas de color (bit.ly/2Xbn9Dz).
C como ‘colonialismo’. Si bien al principio el coronavirus fue tildado como un gran igualador
(sic), pronto resultó que no todos sentían sus efectos por igual y que las poblaciones de color, marginadas o los refugiados eran los más vulnerables. La pandemia demostró también la persistencia del colonialismo −todo aquel modo de dominación basado en la degradación ontológica de las poblaciones dominadas por razones etnorraciales
(véase: B. de Sousa Santos, bit.ly/2Ydmm6S)−, y de la “línea abisal que separa los cuerpos racializados y ‘blancos’” ( Ibíd., bit.ly/3cXZdtq), siendo Palestina el mejor ejemplo de cómo la pandemia, acelerando incluso el proyecto colonial de asentamientos israelíes, agravó aún más la precariedad de los cuerpos colonizados/ocupados palestinos y el trato desigual entre ellos y los ocupantes desde lockdown (bit.ly/2LmckvR) hasta el acceso a vacunas (bit.ly/2JNPtsN).
E como ‘esperanza’. En medio de la pandemia hubo también buenas noticias: la recuperación de la democracia en Bolivia y la arrasadora victoria del MAS, el triunfo del plebiscito que abrió la puerta para remplazar la Constitución pinochetista en Chile o la legalización del aborto en Argentina, pero abrazar la esperanza para 2021 implica también reconocer las fallas como las de Sanders o la incapacidad de construir un verdadero bloque nacional progresista
en Estados Unidos (véase: M. Davis, bit.ly/3rT977P).
M como ‘monumento’. Los manifestantes que tiraban en el año pandémico a lo largo del mundo las estatuas de esclavistas, colonizadores y genocidas −un impulso inducido por el #BLM y un claro reclamo por el espacio público ( bit.ly/2MtEvcL)−, han sido acusados de borrar la historia
, pero en realidad lo que hacían era permitir que ésta sea contada por fin desde el punto de vista de las víctimas
(W. Benjamin) y que se viera más claramente
(véase: E. Traverso bit.ly/2JPXPAb).
M como ‘metáfora’. Junto con la pandemia llegó la infección del lenguaje: una avalancha de analogías sin ningún rigor que ocasionó una verdadera infestación, contaminación y destrucción de la semántica
que más que explicar lo que acontecía, ayudaba sólo a aislar el significado y trivializar la crisis
( bit.ly/3bqRXc7); igualmente el uso de metáforas bélicas −alusiones a la Segunda Guerra, etc.− tendía más bien a amenazar y limitar nuestras libertades
(véase: C. Ginzburg bit.ly/35eLU6s).
P como ‘pandemia’. Sin lugar a duda la palabra del año (bit.ly/3n3Aclc). El mundo −y nuestras vidas− quedaron patas arriba
cuando el trabajar desde casa o el distanciamiento social se volvieron la nueva normalidad
. Cambió el año (el calendario gregoriano). Pero aún no se perfila una salida clara (bit.ly/38jj5Yv) y lo que arrancó con él −ahora en medio de la segunda ola de contagios, la re-imposición de las restricciones y el inicio de la vacunación− sigue. Y continuará.
Z como ‘Zoom’. Aunque al principio el traslado masivo, debido a las medidas del confinamiento, de actividades laborales, educativas y sociales a plataformas privadas en línea, se vislumbraba como una gran explosión de la creatividad
y una muestra de adaptación
, pronto empezó a parecer lo que realmente era: el triunfo del capitalismo de la vigilancia
(S. Zuboff), la extensión del control ejercido a través de las cámaras de video a cargo de la industria hightech y bigdata (Google, Facebook etc.), el avance de la celularización social
, despolitización, y −en el caso de la educación superior− la aceleración de la muerte de la universidad presencial (véase: G. Agamben, bit.ly/38Xlpn2).