os partidos políticos en México no responden a la función que debieran cumplir en un sistema electoral estructurado democráticamente: ser la primera instancia de representación política, toda vez que de su seno resultan las futuras autoridades de los tres niveles de gobierno. Una mirada elemental a sus prácticas da cuenta de la quiebra electoral que complementa la propia autoridad en la materia.
1. La relación que se establece entre dirigencia y base partidaria ha sido y es antidemocrática. Sus bases no participan en la toma de decisiones. Y las dirigencias ejercen sobre éstas, casi sin excepción, un control casi sin excepción con métodos clientelares.
2. El debate en los conjuntos partidarios no existe. De aquí que no se asuma la necesidad de convertirse en termostato de las medidas tomadas por las autoridades surgidas de su seno. Esas autoridades pueden llegar a cometer verdaderas atrocidades sin que las asambleas de los partidos actúen para irles a la mano.
3. Las relaciones de las dirigencias hacia el exterior son, en cuestiones trascendentales de la agenda nacional, estatal o local, negociaciones de las cuales la base se halla excluida. Por ello es que los grandes problemas pertinentes a esos niveles no son abordados. La coyuntura absorbe el quehacer del partido, ya sea ésta en el plano electoral o en el parlamentario.
4. Los conjuntos partidarios no se guían por lo que declaran sus documentos. Los valores, las definiciones ideológicas y compromisos políticos en ellos consignados no forman parte ni de su vida interna ni de sus expresiones hacia el exterior. Tampoco responden a los pocos incisos de la Ley General de Partidos Políticos que establecen realizar las actividades de los partidos y sus militantes de acuerdo con métodos democráticos.
5. La principal fuente de formación política de las militancias tendría que ser la praxis de sus dirigentes y la regularidad de sus órganos internos. Esa fuente o es pobre o si existe no pasa de ser un esquema formal. Salvo excepción, los fondos que recibe el partido por ley para tal formación se desvían en buena medida hacia otros fines.
6. Fuera de su dimensión literaria, las bases ideológicas de los partidos se han luido. Lo declarado en sus documentos no tiene un correlato en la práctica partidaria y lo que se señala en sus líneas discursivas carece de coherencia entre esa práctica y sus ademanes teóricos.
7. Es casi imposible documentar la existencia de causas por las que se definan los partidos políticos. Su quehacer cotidiano se agota en las tareas electorales y en la negociación de las futuras políticas públicas con los patrocinadores prestos a apostarle a los candidatos de su preferencia.
8. A esa precaria condición democrática de los partidos políticos contribuyen las autoridades del Instituto Nacional Electoral: un órgano cada vez más faccioso y con facultades invasivas que torna a los partidos políticos en ratoneras cuyo acceso es suficientemente holgado para que su militancia, con la venia de su dirigencia o sin ella, quede a merced de sus funcionarios. En su propaganda, el INE reduce la democracia al trámite del sufragio. Después de un cuarto de siglo, tal entelequia no da señales de aparecer.
Por esas razones, la ciudadanía ve con recelo a los partidos políticos, y la que llega a votar por sus candidatos se ve crecientemente menguada o defraudada. De aquí el surgimiento de organizaciones ciudadanas. Algunas responden a intereses o causas particulares o a cierta definición política e ideológica y otras tienden a ser plurales y más incluyentes. Muestra de estas últimas es el Observatorio Ciudadano de Coyoacán y el emergente Grupo Nuevo León.
El Observatorio coyoacanense reúne a un grupo de intelectuales con muy diversas trayectorias y producción, pero identificado con el gobierno de la 4T. Ya pronto estará en circulación una edición con un número considerable de opiniones, entre ellas la mía, sobre el segundo año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. La edición ha sido generada en el seno de esta organización que coordina Guillermo Zamora. Con frecuencia se pronuncia políticamente dejando a sus participantes en libertad de firmar o no tal o cual documento.
El Grupo Nuevo León, en vías de dar vertebración a un conjunto de participantes es propuesto como una organización heterogénea, autónoma, ideológicamente plural, flexible, vigilante, propositiva y politemática. Su objetivo es aportar al mejoramiento de la vida pública y cultural del Estado. Mediante métodos democráticos. En ella se observa un amplio arco de profesiones: politólogos, sociólogos, periodistas, economistas, ambientalistas, presbíteros, empresarios diversos (industriales, comerciantes, con experiencia bancaria), alguno de ellos al frente de un grupo identificado con la 4T, académicos, abogados, sindicalistas, líderes de la clase obrera e incluso varios ex gobernadores. El perfil de los convocados a este grupo es el de ser líderes en su ámbito. Habrá que esperar su despliegue, experiencias y obra para saber si un grupo así tiene viabilidad o no.