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Expertos de EU y Canadá detectan indicios de señal única de ondas gravitacionales

Abre una ventana para estudiar cómo los agujeros negros supermasivos en los centros de muchas galaxias se fusionan con el tiempo, explican

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▲ Gráfico que muestra la luz de un púlsar que viaja a la Tierra en medio de un mar de esas perturbaciones.Foto Nanograv/ T. Klein
 
Periódico La Jornada
Miércoles 13 de enero de 2021, p. 2

Madrid. Un observatorio espacial del tamaño de una galaxia reveló posibles indicios de una señal única de ondas gravitacionales que recorren el universo y deforman la estructura espacio-tiempo.

Los nuevos hallazgos, que se publican en The Astrophysical Journal Letters, provienen de un proyecto estadunidense y canadiense llamado Observatorio de Ondas Gravitacionales de Nanohertz de América del Norte (Nanograv).

Durante más de 13 años, los investigadores de Nanograv han estudiado de forma minuciosa la luz que fluye de docenas de púlsares esparcidos por la Vía Láctea para tratar de detectar un fondo de ondas gravitacionales. Eso es lo que los científicos llaman el flujo constante de radiación gravitacional que, según la teoría, baña la Tierra de manera constante. El equipo aún no ha identificado ese objetivo, pero se está acercando más que nunca, afirmó Joseph Simon, astrofísico de la Universidad de Colorado en Boulder y autor principal del nuevo artículo.

Hemos encontrado una fuerte señal en nuestro conjunto de datos, pero todavía no podemos decir que sea el fondo de ondas gravitacionales, sostuvo en un comunicado Simon, investigador posdoctoral en el Departamento de Ciencias Astrofísicas y Planetarias.

En 2017, los científicos de un experimento llamado Observatorio de Ondas Gravitacionales con Interferómetro Láser (LIGO) ganaron el Premio Nobel de Física por la primera detección directa de esas ondas, las cuales se crearon cuando dos agujeros negros chocaron entre sí a unos 130 millones de años luz de la Tierra, generando un impacto cósmico que se extendió a nuestro sistema solar.

Ese fenómeno fue el equivalente a un estruendo de platillos, una explosión violenta y de corta duración. Las ondas gravitacionales que Simon y sus colegas buscan, en cambio, se parecen más al zumbido constante de una conversación en un cóctel lleno de gente.

Detectar ese ruido de fondo sería un gran logro científico, abriendo una nueva ventana al funcionamiento del universo, agregó. Estas ondas, por ejemplo, podrían dar a los científicos nuevas herramientas para estudiar cómo los agujeros negros supermasivos en los centros de muchas galaxias se fusionan con el tiempo.

Estos tentadores primeros indicios de un fondo de ondas gravitacionales sugieren que los agujeros negros supermasivos probablemente se fusionan y que flotamos en un mar de ellas, afirmó Julie Comerford, profesora asociada de ciencia astrofísica y planetaria en la Universidad de Colorado en Boulder y miembro del equipo Nanograv.

Carrera internacional

Simon presentó los resultados de su equipo en una conferencia de prensa virtual en la 237 reunión de la Sociedad Astronómica Estadunidense.

A través de su trabajo en Nanograv, Simon y Comerford son parte de una carrera internacional para encontrar el fondo de ondas gravitacionales. Su proyecto se une a otros dos de Europa y Australia para formar una red llamada Matriz de Sincronización Internacional de Pulsar.

Simon destacó que, al menos de acuerdo con la teoría, la fusión de galaxias y otros eventos cosmológicos producen un movimiento constante de ondas gravitacionales. Son enormes: una sola onda, aseguró Simon, puede tardar años o incluso más en pasar por la Tierra. Por esa razón, ningún otro experimento existente puede detectarlos de forma directa.

Otros observatorios buscan ondas gravitacionales del orden de segundos. Estamos buscando ondas del orden de años o décadas, explicó Simon.

Él y sus colegas tuvieron que ser creativos. El equipo de Nanograv utiliza telescopios en el suelo no para buscar ondas gravitacionales sino a fin de observar púlsares. Estas estrellas colapsadas son los faros de la galaxia. Giran a velocidades increíblemente rápidas, enviando corrientes de radiación que se precipitan hacia la Tierra en un patrón de parpadeo que permanece prácticamente sin cambios durante eones.

Simon explicó que las ondas gravitacionales alteran el patrón constante de luz proveniente de los púlsares, tirando o apretando las distancias relativas que estos rayos recorren a través del espacio. En otras palabras, los científicos podrían detectar el fondo de la onda gravitacional simplemente observando los púlsares para detectar cambios correlacionados en el momento en que llegan a la Tierra.

Estos púlsares giran tan rápido como la licuadora de su cocina. Y estamos viendo desviaciones en su tiempo de sólo unos pocos cientos de nanosegundos.

Para encontrar esa señal sutil, el equipo de Nanograv se esfuerza por observar tantos púlsares como sea posible durante el mayor tiempo posible. Hasta la fecha, el grupo ha observado 45 púlsares durante al menos tres años y, en algunos casos, durante más de una década.

El trabajo duro parece estar dando sus frutos. En su último estudio, Simon y sus colegas informan que han detectado una señal distinta en sus datos: algún proceso común parece estar afectando la luz proveniente de muchos de los púlsares.

“Recorrimos cada uno de los púlsares uno por uno. Creo que todos esperábamos encontrar algunos que fueran los más chiflados que arrojaran nuestros datos. Pero luego los superamos todos y dijimos: ‘Dios mío, en realidad hay algo aquí’.’’