Editorial Malpaso publica en español Anatomía de la canción
Martes 12 de enero de 2021, p. 8
A lo largo de los pasados 160 años se ha gestado una certeza reconocida en las principales lenguas del mundo: la indistinción entre la música y la palabra escrita. En la cultura anglosajona celebridades como Lesley-Ann Jones, Lester Bangs, Simon Reynolds, Robert Hilburn, Dorian Lynskey, Bill Flanagan, Philip Norman o Mick Wall han utilizado de escaparate las revistas y diarios Rolling Stone, SPIN, Creem, Hit Parader, Filter, The Guardian, NY Times, Los Angeles Times o el Chicago Tribune para colaborar con sus escritos a borrar las diferencias entre el periodismo dedicado a los asuntos sobre política, economía o sociedad y aquel que centra su atención en la música popular y en los estilos que en mayor medida se vinculan con el rock, el jazz, la música pop, el hip-hop, la música electrónica y las diferentes fusiones que se dan entre ellas. La fórmula aplicada ha sido claridad expresiva, uso correcto de los géneros periodísticos y de avances tecnológicos, en especial de Internet.
Si el periodismo aplicado a la música ha logrado la plenitud que ahora disfruta, ha sido por la confluencia entre la urgencia periodística y la necesidad (un poco obsesiva) de encontrar relaciones, antecedentes e influencias en el trabajo de los músicos. La aparición de obras notables, como No te debemos nada, de Daniel Sinker; 33 Revoluciones por minuto, de Dorian Lynskey, y 31 canciones, de Nick Hornby, por mencionar sólo unos, permiten atestiguar por qué los escritos sobre música ostentan un cariz de orden periodístico incuestionable.
Si en algún momento de la historia los diarios miraron con desdén los contenidos del periodismo musical en contraste con los políticos, económicos o sociales, a lo largo de las décadas recientes se ha revestido a los textos relacionados con la música un rango de alto prestigio, debido, sobre todo, a la recaptura de la música no como un producto muerto atado a un tiempo y un lugar concreto, sino como organismo cambiante y con capacidad de trascender el gusto por el espectáculo para encontrar un mensaje serio.
El siglo XX con sus guerras, imposiciones geopolíticas y contrastes globales ofreció a las artes el material más punzante para reaprender el drama humano. La música ha sido explotada para tratar cuestiones políticas y morales. El rock and roll dejó de ser un ritmo de moda y se transformó en artefacto polivalente y explosivo cuando los músicos de todo el mundo se lanzaron a crear piezas capaces de cambiar opiniones y perspectivas; justo en ese momento nació, también, la crítica musical. Desde luego la prensa fue un laboratorio privilegiado para desarrollar sus piezas con los requerimientos de aquel temperamento moderno. Entre crónicas, entrevistas, reportajes, reseñas, críticas, artículos de opinión y semblanzas, el periodismo musical reubicó la comprensión de la música en otro horizonte de cara a los lectores. La experiencia melómana se intensificó como nunca; sin la ayuda de la palabra escrita y de las plataformas que la transmiten, el rock quizá no hubiera alcanza-do el arraigo del que hoy goza.
En consecuencia, el gusto por la música se vio enriquecido por los productos periodísticos que supieron borrar las barreras entre el periodismo político y el musical. A partir de aquel trance evolutivo, el periodista se convirtió en melómano apreciable, que entiende que la música se puede describir, contar y compartir a través de la palabra escrita con un compromiso hacia el lenguaje y las posibilidades de exactitud, claridad y experimentación que el oficio exige.
La editorial Malpaso publicó en español un libro de entrevistas que merece un amplio reconocimiento periodístico. Anatomía de la canción, del periodista Marc Myers. En sus páginas encontramos una recopilación de los textos musicales que ha publicado en su columna en The Wall Street Journal a lo largo de cinco décadas. Hizo historia de la música a través del diálogo con compositores e intérpretes acerca de su obra, su vida, sus compañeros y, en general, de cualquier detalle que iluminó su carácter o su personalidad artística. Myers se dedicó desde los años 70 a conversar con artistas de la talla de Janis Joplin, Debbie Harry, Cyndi Lauper, Elvis Costello, Mick Jagger y Jimmy Page, entre otros.
Detrás de las grandes canciones hay historias fascinantes.
A la entereza de aquellas voces, Marc añade un multiplicidad de anécdotas y puntos de vista que incluyen los motivos que llevaron a los creadores a componer las piezas, las emociones que florecieron durante las grabaciones, la disciplina de los músicos, su destreza musical, las técnicas de estudio o los accidentes que ayudaron a convertir cada uno de los 45 temas que incluye el dossier, en hitos generacionales. Los protagonistas de estas entrevistas tejen un relato contándole al lector las peripecias de sus aventuras creativas. Entre los relatos orales, cuyos orígenes se narran en esta Anatomía de la canción, hallaremos que London Calling, de The Clash, no fue inspirada en la política de Gran Bretaña, sino en un titular del periódico vespertino Evening Standard donde se alertaba sobre la subida del nivel del mar del norte, lo que provocaría una crecida en el río Támesis que inundaría la ciudad; o que Janis Joplin escribió la letra para el tema Mercedes Benz en un bar, mientras escuchaba Hey Jude de The Beatles; también que Another Brick in the Wall está inspirada en la experiencia de Roger Waters en el Cambridgeshire High School for Boys cuando él tenía 12 años y que, en realidad, no se concibió como un mantra antieducación, como la gente piensa, hecho que aún sigue irritando al cofundador de Pink Floyd.
Con este trabajo Marc Myers logra capturar la historia oral de las canciones que han resistido el paso del tiempo sin perder su valor artístico. Canciones que han conseguido mantener su fuerza original, así como su relevancia en los procesos transformadores de la sociedad. La pasión con la que Myers resume sus textos y la serenidad y constancia con la que practica su oficio, hacen de Anatomía de la canción una obra de enorme importancia y valor periodístico. Una suerte de gran crónica que ilustra la evolución de la música, no una historia de las mejores canciones jamás grabadas, pero sí una que abarca los sucesos más importantes de la historia del rock.