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Resistir, luchar, movilizarnos… por la vida
E

s hora de actuar, de ponernos en movimiento. Es estricta cuestión de supervivencia.

Es la misma lucha, la de siempre, la que no es sino una manera de vivir. Pero ajustada a las circunstancias.

Ante todo, el sentido de urgencia. Aumentan cada día amenazas de toda índole y se agrava la situación de muchos millones de personas. Tenemos encima toda suerte de horrores. No podemos confiar en las promesas de arriba ni en soluciones de afuera. Y hemos de vencer la parálisis que provoca el miedo estimulado continuamente por la campaña en curso. Los desechables están siendo desechados.

Bajo las condiciones actuales, movilizarse no significa necesariamente salir a la calle a manifestarse en forma masiva. Puede ser necesario hacerlo en ciertos casos, como expresión de resistencia a acciones concretas, o para demostrar nuestra fuerza, para vernos y ser vistos. Pero ha perdido sentido salir a la calle a presentar demandas. Los gobiernos saben bien cómo ignorar las exigencias populares y son más que nunca el problema, no la solución. Carece de sentido seguir mirando hacia arriba.

Ponernos en movimiento significa, ante todo, concentrarnos en lo que hacemos en nuestra realidad inmediata, en el espacio que habitamos. Supone la conciencia clara de que somos cómplices del sistema que nos oprime, nos despoja y nos mata. Que la acción principal consiste hoy en cambiar un modo de vida en el que fuimos educados y que incluso se nos obligó a adoptar. Hace tiempo llegó a su límite. No hay supervivencia posible si nos mantenemos en él.

En ese mundo concreto, no hay cambio más urgente e importante que la lucha antipatriarcal. Necesitamos reconocer que se mantienen en nuestras organizaciones, en nuestros espacios, en nuestras familias, las estructuras y formas de comportamiento propias de la tradición patriarcal. Y debemos estar conscientes de que pocas cosas hay más difíciles que disolverla, empezando por suprimir toda jerarquía. No es mero asunto de equidad de género, aunque esto sea importante. Implica eliminar las innumerables formas de violencia dentro de las que nos hemos acostumbrado a vivir. Y reconocer que en la lucha actual, que devuelve al centro el cuidado de la vida, las mujeres tienen y tendrán cada vez más un papel central.

Al concentrar el empeño en el espacio local, al realizar ahí las transformaciones que hacen falta para nuestra construcción autónoma, hemos de enfrentar toda forma de localismo. Necesitamos levantar la mirada.

Salir de nuestra costra individual o de grupo no es ahora concentrarse en motivos de clase, de región o incluso de nación. Levantar hoy la mirada significa buscar a otras y otros como nosotros, que también están luchando por la vida, en sus propios contextos y circunstancias. Se trata de criarnos mutuamente, aprender de lo que cada quien hace y tejer nuestros empeños en un ejercicio de solidaridad y alianza que reconozca la naturaleza planetaria de los predicamentos actuales.

Todo esto aborda el llamado zapatista que ha estado circulando en seis comunicados. El aniversario de la insurrección que cambió para muchas y muchos de nosotros tanto realidades como perspectivas, en medida mucho mayor de lo que a menudo se quiere reconocer, tuvo ahora significado especial. Como reiteró el subcomandante Moisés, ellas y ellos hicieron lo que les tocaba ( Milenio, 2/1/2021). Y así nos tocaron, nos siguen tocando. Son fuente de inspiración y también señal de alerta.

Hemos de reiterar, con Raúl Zibechi, que el EZLN es la luz más potente en el firmamento latinoamericano. Su existencia es un impulso, un referente, una luz que nos dice que es posible resistir al capital y al capitalismo, que es posible construir mundos otros, resistiendo y viviendo con dignidad ( La Jornada, 20/11/2020).

No es cualquier cosa organizar un viaje a Europa en las circunstancias actuales. Lo que va hasta ahora de esa organización, que ilustra bien lo que significa tejerse entre iguales que son diferentes, se reflejó claramente en la Declaración por la Vida que suscribieron, junto a las y los zapatistas, una impresionante variedad de personas, organizaciones y movimientos de México y de la Europa de abajo, que comparten la decisión de encontrarse. Y de luchar.

La Declaración anuncia el acuerdo de realizar encuentros, diálogos, intercambios de ideas, experiencias, análisis y valoraciones entre quienes nos encontramos empeñados, desde distintas concepciones y en diferentes terrenos, en la lucha por la vida.

Anuncia también el acuerdo de hacer todo eso en los cinco continentes, empezando en Europa, y el de invitar “a quienes comparten las mismas preocupaciones y luchas parecidas, a todas las personas honestas y a todos los abajos que se rebelan y resisten en los muchos rincones del mundo, a que se sumen, aporten, apoyen y participen en estos encuentros y actividades, y a que firmen y hagan suya esta Declaración por la Vida”. Quienes no lo han hecho aún, pueden hacerlo escribiendo a [email protected].