odos en el mundo durante 2020 hemos caminado por el borde del abismo; todos quienes supervivimos pudimos ser contagiados y los viejos, con alta probabilidad, fallecido. Resta un largo camino para escapar de ese filo amenazante. En el contexto de la pademia, la Cuarta Transformación (4T) también ha ido mostrando el borde por el que camina y, al mismo tiempo, exhibiendo cada vez con mayor nitidez, sus ascensos, sus límites, sus posibilidades. La pandemia y el confinamiento han llevado a millones al borde de la desesperación y la locura.En tanto, la 4T ha venido topándose con obstáculos formidables para avanzar en sus objetivos.
Nadie debiera olvidar la gesta en el tiempo detrás del gobierno de la 4T: la pertinaz y prolongadísima travesía –de lustros– de Andrés Manuel, con una paciencia sin límites recorriendo palmo a palmo muchas veces la República, hablando con pequeños y grandes grupos del pueblo, con los de abajo, conociéndolos, oyendo de cada uno sus atroces carencias. Así fue construido ese movimiento nacional popular, vuelto gigantesco río que desembocó arrolladoramente el primero de julio de 2018 en un anhelo colectivo de cambio y escisión con el pasado. El tamaño de la ruptura social y política de ese día memorable aún es difícil de ponderar y, más aún, de saber cuál es su momento actual al inaugurarse el año 2021.
La 4T inició una transición incierta. Consiste en el alejamiento respecto al pasado neoliberal corrupto, pero no está dicho hacia adónde transita, si es que existe una meta específica. Sus decisiones están lejos de ser unívocas. Es un plato de revoltijo cocinado con ingredientes muy disímbolos. Así llegó al poder del gobierno. Es una suma imposible de los distintos. Morena y AMLO los agregaron porque el líder percibió que ello era indispensable para asegurar al máximo ganar con un amplio margen para aplastar la posibilidad de un fraude en su contra: tenía bien conocida esa experiencia.
Ganar el poder del gobierno fue una hazaña de las masas populares que lograron identificarse con una causa. AMLO supo unirlas detrás del propósito de provocar la ruptura con el pasado. Pero la construcción del nuevo gobierno es algo diferente de la construcción del movimiento que provocó la ruptura. La coalición política que arribó al gobierno representa de manera defectuosa al movimiento popular que expulsó al Prian y sus satélites del poder político.
No pocos cuadros que integraron el Poder Ejecutivo y el Legislativo portan colores ajenos a los del movimiento popular. Colores y propósitos políticos aún contrarios a ese movimiento. Los programas de beneficio para las mayorías surgen de un contexto de políticas económicas con semejanzas visibles a las del pasado inmediato. Hay insuficiencias desde el punto de vista de las masas por siempre excluidas, y las hay también extrañas a los intereses que prevalecieron y reinaron con exclusividad en ese pasado. Está abierta la disyuntiva: continuará el gobierno de la 4T alejándose del pasado o permanecerá en la ambivalencia del presente. Por supuesto, nadie puede esperar que el gobierno de la 4T opere una ruptura con el capitalismo dependiente, que es su verdad estructural. Pero pudiera continuar alejándose del pasado, construyendo un Estado de bienestar, en el que sean resueltas por derecho y cubiertas las necesidades de alimentación, educación, salud, techo y vestido, garantizados para todos, superando la pobreza inicua. Cubrir esas necesidades exige también que sean bienes sociales el abastecimiento de energía y de agua, y un hábitat limpio de la inmundicia inherente a la acumulación capitalista.
Este año habra elecciones: 15 gubernaturas, 30 congresos locales, casi 2 mil ayuntamientos y juntas municipales. Morena ha emprendido el mismo método de aliarse casi con quien sea, con puro pragmatismo político, buscando asegurarse los medios para retener o ampliar el Poder Legislativo, los congresos locales, etc. Nadie sabe cuál es el programa político –si lo hay– que suma ahora a los distintos. Pero es evidente que no parte de un movimiento de los excluidos. Ellos están políticamente ausentes. Quienes se mueven y operan son ajenos a todo movimiento popular. Dirán, por supuesto, que operan en su representación, sin que un movimiento los haya elegido, como sí eligió a AMLO como su dirigente antes de votar por él el primero de julio de 2018.
Morena tiene también, por supuesto, cuadros a la izquierda. No es visible cuánto puedan pesar en las decisiones venideras. Es algo que importa no sólo a los morenos
. Importan también las definiciones. Habrá o no nuevas decisiones para continuar alejándose del pasado reciente o acaso se cree que esas definiciones pueden ser desplazadas a 2024. La niebla es densa.
Al parecer podremos comenzar a alejarnos del borde al que nos llevó el Covid-19. La 4T no da señales claras de contar con un programa para alejarse más del borde que puede hacernos resbalar estrepitosamente al sitio donde los poderes fácticos, tan vivos como siempre, rescatarían para sí el poder del gobierno.