éxico, país capitalista con una riqueza extraordinaria de recursos naturales y trabajadores, se enfrentó en 2020 a la peor crisis sanitaria desde hace casi cinco siglos, causada entonces por la hueyzáhuatl –como llamaron los indígenas a la viruela–, la disentería y la fiebre tifoidea que portaron los colonizadores españoles, y a la mayor crisis en sus indicadores económicos y de empleo desde la Gran Depresión de 1929.
Pocos gobiernos advirtieron con oportunidad que la rápida propagación de la extraña enfermedad
detectada en China en noviembre de 2019, y subestimada todavía a principios de enero de 2020, podría tornarse en una pandemia que amenazaría a la población mundial. Fue hasta el 11 de marzo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró como pandemia.
En México, una semana después de esa declaratoria el gobierno de López Obrador comenzó a decretar acciones que resultaron importantes para evitar una mayor catástrofe sanitaria como laque ensombrece, por su magnitud, la vida en Estados Unidos y asuela al mundo.
Cuando comenzaron a implementarse esas acciones, en México se tenían registrados, al 31 de marzo, mil 94 personas contagiadas, 35 recuperadas y 28 fallecimientos. En esos momentos, la pandemia ya había comenzado a adquirir un extraordinario ritmo de propagación. A escala mundial el número de personas contagiadas ascendía a 857 mil 487, siendo la población de China, España, Italia, Inglaterra, Francia y Alemania, la más afectada.
No obstante que en México se estableció la suspensión de las actividades no esenciales y se agregaron algunas necesarias, no se logró frenar la velocidad de la propagación. Así, mientras en abril el número de contagiados era de 19 mil 224 y mil 859 fallecidos, en mayo los contagiados eran 90 mil 664 y 9 mil 930 los decesos. México hacía frente a la pandemia con una infraestructura hospitalaria frágil, con graves rezagos y deterioro de las instalaciones y equipos necesarios; insuficiente personal médico, enfermeras y medicamentos; asimismo, con una población vulnerable por una salud deteriorada, con enfermedades crónicas y altas tasas de morbilidad en obesidad, diabetes e hipertensión.
La pobreza, el grado de desigualdad económica y concentración del ingreso, entre los más altos del mundo y de los países ricos
del G-20, así como la extraordinaria corrupción que prevaleció durante los gobiernos del PRI y del PAN, colocó a los mexicanos en graves condiciones de vulnerabilidad.
Un estudio de la UNAM reveló que tanto la población contagiada y, sobre todo, la mayor parte de los fallecimientos, se localiza en el segmento de quienes viven en pobreza, trabajadores precarios, marginados y con bajo nivel de educación formal. Por escolaridad, 71 por ciento de las víctimas mortales de Covid tenían máximo el nivel básico (secundaria), aunque la mayoría (48.7 del total), sólo estudios de primaria
. Por ocupación, “46 por ciento de los fallecidos se concentraban en el grupo de no ocupados o no remunerados, y otro 34 por ciento, en el grupo de trabajadores manuales y operativos. Además, “88 por ciento de las defunciones ocurrieron en una unidad médica del sector público, 3 por ciento en una institución privada, y 9.4 por ciento en un lugar distinto a un hospital, destacadamente en el hogar de las personas.
Es notable que casi 40 por ciento de las defunciones ocurrieron en unidades médicas para población abierta de la Secretaría de Salud. Las personas que acuden a estas instalaciones son las que no tienen cobertura médica ligada a un empleo formal
.
México finaliza 2020 con un quebranto económico y desempleo como el que vivió en los años 30 del siglo XX, con la triste y dolorosa muerte de más de 120 mil personas y casi un millón 400 mil contagiados; además de un descalabro y retroceso en la enseñanza, de prescolar a nivel superior. Mitigaron los efectos de esta crisis las medidas del gobierno de Andrés Manuel López Obrador al entregar recursos, aunque exiguos, a sectores pobres y marginados, asegurando la atención hospitalaria, médica y fármacos gratuitos para quienes acuden a solicitar atención. Destaca, también, haber establecido desde Palacio Nacional la orientación y rendición diaria de cuentas del sector salud a escala nacional y por entidad federativa sobre la pandemia del Covid-19.
Muchas lecciones se agregarán a lo aprendido, incluso con la vacunación que comienza, pues el camino por delante será todavía largo y complejo, como reveló la tardía declaratoria oficial de semáforo rojo para suspender actividades y frenar el acentuado ritmo de contagios en diciembre en la Ciudad de México y área metropolitana.
Frente al difícil tránsito en pandemia que nos espera para 2021, y la necesidad de mayor cantidad de recursos económicos, conocimientos, compromiso crítico y organización, necesitamos encontrar nuevas formas de participación y comunicación para asegurar y mejorar lo logrado.
Mirando y siguiendo nuestro alrededor, con admiración de lo hecho ante la pandemia del Covid-19, en dos países latinoamericanos asediados: Cuba y Venezuela, reconozco al presidente López Obrador, al doctor Jorge Alcocer, a Hugo López-Gatell, a todo el personal de salud y de apoyo operativo, técnico, administrativo y científico, por sus iniciativas, compromiso y dedicación para que el pueblo de México tenga un mejor amanecer.