México por su riqueza biológica y cultural es un país agroforestal, aquí podemos encontrar sistemas agroforestales de cultivo y cría de animales con árboles, como las chinampas, los cacaotales, cafetales, milpas con frutales, cactos, palmas y agaves, la cría de abejas con plantaciones y acahuales melíferos, los sistemas silvopastoriles del trópico y de zonas semidesérticas, los oasis, los huertos familiares, el agrobosque de piña y los acahuales mejorados. Todos tienen en común los árboles.
Como guardianes o ingenieros del (agro) ecosistema, los árboles, con sus propios recursos o con los de otras especies o sus derivados, producen y cambian el hábitat para favorecer el aprovechamiento de recursos por otros organismos, lo cual ofrece muchas funciones socioambientales. Recirculan nutrientes, producen materia orgánica, retienen, protegen y mejoran las propiedades físicas, químicas y los microorganismos del suelo, contribuyen a mejorar el microclima y el clima global, crean hábitat y corredores para la flora y fauna y son nodrizas (generan condiciones para que otras crezcan debajo de sus copas), contribuyendo a mantener los ciclos del agua y la polinización, ofrecen alimentos, leña, madera y otros productos, entre otras funciones.
Tradicionalmente la cría de animales ha tenido un carácter agroforestal en México. El paisaje ganadero está conformado por potreros de pastos entremezclados con árboles dispersos, cercos vivos, bosquetes, relictos de vegetación de selvas secas, medianas y altas, boques de niebla, roblares y, en las zonas costeras, las vacas pastorean en los manglares; en una combinación de pastos y leñosas perennes considerados sistemas agroforestales, ya sea en arreglos silvopastoriles o agrosilvopastoriles, según los elementos que dispongan. En los sistemas silvopastoriles los árboles reducen el estrés climático, ofrecen forraje para aumentar la disponibilidad de proteína y aprovechar mejor la energía, sirven como límites de las parcelas y producen leña, frutales y servicios ecosistémicos. Según la SAGARPA (hoy SADER) en un reporte de 2012, esta actividad ocupa 4 787 127.5 hectáreas de áreas forestales y de descanso agrícola.
La vegetación natural, los árboles aislados y los pequeños bosquetes provenientes de la regeneración natural, con los que se entremezclan las áreas de pastoreo, han sido importantes para el crecimiento de la ganadería. Los animales también han contribuido a la recuperación de algunas especies de la vegetación natural, ya que los rumiantes, al consumir las semillas de los árboles a través del ramoneo ayudan a dispersarlos, no sin cambiar la diversidad y abundancia de especies, y con ello, la ecología de estas áreas.
La ganadería ocupó primeramente las planicies y luego las áreas montañosas, transformando los paisajes forestales y agroforestales del pasado, al mantenerse de los pastizales naturalizados sabanoides, producto de la eliminación de la cubierta forestal, y de los acahuales, producto de la sucesión secundaria.
En los años 60 y 70 del siglo pasado, la ganadería favorecía las áreas descampadas, sin vegetación. En tiempos de la revolución verde, programas gubernamentales favorecían y pagaban por eliminar la vegetación, la cual era considerada “tierra ociosa”. Sin embargo, el arte y ciencia agroforestal, con innovaciones tecnológicas, principalmente adaptadas a la ganadería familiar o de pequeña escala, ha impulsado estos sistemas como alternativa para la producción ganadera y la conservación de los recursos naturales. Por fortuna, los sistemas silvopastoriles van nuevamente en aumento en México, con lo que, poco a poco se mejora la producción ganadera y se recupera la vegetación arbórea.
Sin embargo, en un sistema ganadero con árboles no todo es bonanza, ya que la inclusión de árboles no es lo es todo. El diseño, establecimiento y mantenimiento de estos sistemas ofrece muchos retos, ya que no es suficiente una buena alimentación a los animales, sino un manejo adecuado de la disponibilidad de forraje a lo largo del año, un balance nutricional, la salud animal, la duración de las pasturas en el largo plazo, el mantenimiento del suelo, sus propiedades fisicoquímicas y sus acervos biológicos, el control de arvenses, el manejo adecuado del agua, si es que la hay disponible, o la búsqueda de nuevas formas de obtenerla y cuidarla; el control del pastoreo, la eliminación de agroquímicos y el manejo adecuado de plagas y enfermedades de los pastos y los animales; un manejo adecuado de la reproducción y crecimiento adecuado de las crías, la disposición de áreas para la restauración de la vegetación natural, la inocuidad de los productos, el sostenimiento de las condiciones productivas, el manejo de las áreas de pastoreo y forestales, la conciliación del cuidado de la biodiversidad y servicios ecosistémicos, la organización e inclusión social, así como la apertura de mercados de especialidad de sus productos, el manejo del doble propósito. La agregación de valor de los productos y en ocasiones la implementación de sistemas silvopastoriles es pretexto para abrir nuevas áreas de bosque, quemar los acahuales, extender los pastos, aumentar el número de cabezas de bovinos, sin incrementar la intensidad de uso, la calidad o la sustentabilidad de la actividad. En los aspectos sociales, las mujeres tienen poco o nulo acceso a la tierra, al capital y a los animales, muchas veces hacen el trabajo de la transformación y comercialización de los productos, un trabajo no remunerado, arduo e invisibilizado y la población joven reclama el relevo generacional. Poco se considera en los programas el apoyo al manejo de pequeñas especies para la ganadería familiar con fines de autosuficiencia alimentaria.
Se requiere una transformación de las políticas públicas, de los programas de apoyo, de la mirada ranchera hacia una transformación profunda de la ganadería. Las políticas públicas y los programas gubernamentales han sido sectoriales y la agroforestería hasta hace unos años no estaba considerada en estos programas, ya que al ser agroforestal no se atendía por el sector agrícola, ni el pecuario, ni el forestal, tres sectores que históricamente poco se hablan entre sí. ¿Están cambiando hoy las cosas?
Se requiere un cambio de paradigma hacia una forma más integrada de la población humana con el medio natural. Una forma de relacionarse con la tierra menos colonial, donde se consideren la interdependencia de las personas con la tierra, como parte de ella y no bajo una relación de dominación.
Es importante apoyar la ganadería familiar, pequeñas unidades dentro de los sistemas campesinos, a pequeña escala, con estrategias para dar empleo a hombres y mujeres, a la población de jóvenes, aumentando los productos, la calidad, los ingresos y las oportunidades, combinando distintas especies animales para la autosuficiencia alimentaria y apuntalando mercados de especialidad agroecológica, con agrobiodiversidad, incluyendo, la dinámica de la milpa, el huerto familiar, los acahuales y una visión holística de alimentación saludable con inclusión social y en armonía con la naturaleza. •