Viernes 11 de diciembre de 2020, p. a14
Lausana. Más dañinas que el resto de lesiones deportivas, las conmociones cerebrales provocan a menudo sus efectos con retardo y hasta después de la carrera profesional, lo que las convierte en difíciles de manejar.
Las conmociones son frecuentes en los deportes de contacto –boxeo, hockey, rugby y futbol–, pero también en las disciplinas con riesgo de caídas, como el esquí, la equitación o el ciclismo.
Se trata de un traumatismo vinculado a un choque directo o indirecto en la cabeza
, que altera el funcionamiento del cerebro durante unos minutos u horas
, resumía en 2017 la Revista Médica Suiza.
Las conmociones no siempre son visibles en las tomografías y rara vez van acompañadas de pérdida de conocimiento, aunque ha sido durante mucho tiempo el único signo de gravedad que se ha buscado en un deportista en el suelo.
Incluso cuando un deportista parece lúcido y capaz de continuar su carrera, puede formarse traicioneramente un hematoma entre su cerebro y la cavidad craneal
, explica el doctor Jean-Pierre de Mondenard, ex médico del Tour de Francia.
Tras caerse en el Giro del Piamonte en 1951, Serse Coppi –hermano de Fausto– terminó la etapa antes de sentir fuertes dolores de cabeza ya en el hotel, a los que sucumbió unas horas más tarde.
Más recientemente, el austriaco Bernhard Eisel debió ser operado en el cráneo un mes y medio después de su caída en la Tirreno-Adriático en marzo de 2018, a causa de un hematoma subdural.
Frágil tras un primer traumatismo, el cerebro puede hincharse rápidamente luego de un segundo golpe sufrido en unas semanas, incluso si es menos violento.
Mal esclarecido científicamente, este síndrome del segundo impacto
parece particularmente peligroso en los deportistas jóvenes y fue mencionado luego de las muertes de cuatro jugadores de rugby franceses de 17 a 23 años entre mayo de 2018 y enero de 2019.
El canadiense Jamie Cudmore denunció a su ex equipo, Clermont, a principios de 2019 por poner en peligro la vida de otros
, después de sufrir tres conmociones en dos semanas y no ser sustituido.
El fenómeno está identificado desde los años 1930 en los boxeadores, víctimas de demencias pugilísticas
que combinan temblores, pérdidas de equilibrio y trastornos cognitivos que recuerdan a la enfermedad de Parkinson.
Pero desde entonces se han diagnosticado muchos casos de encefalopatías crónicas traumáticas
–afecciones cerebrales que evolucionan a enfermedades neurodegenerativas– en ex jugadores de futbol americano, hockey, rugby e incluso futbol.
Esta semana, el despacho de abogados inglés Rylands anunció una demanda de ocho ex jugadores de rugby contra las instancias de su deporte, para establecer su responsabilidad en la demencia prematura que los afecta.
Entre ellos se encuentra el inglés Steve Thompson, campeón del mundo en 2003 con el XV de la Rosa y que asegura no tener ningún recuerdo
de haber ganado la Copa del Mundo.
Para la FIFA, la principal tarea es la introducción de un remplazante permanente suplementario
en caso de que un jugador sufra conmoción, una decisión que podría tomar el próximo miércoles la International Board (Ifab), el órgano garante de las reglas del juego, y evitar así un segundo golpe en la cabeza en el mismo partido.
Tras Estados Unidos en 2015, la Federación Escocesa de Futbol anunció en enero su intención de prohibir tocar el balón con la cabeza en el entrenamiento para los menores de 12 años.
El 18 de noviembre, el que fuera campeón del mundo con Inglaterra Geoff Hurst abogó por la prohibición del juego de cabeza en las categorías inferiores, tras haber perdido a varios compañeros con los que ganó el título en 1966 por demencia, que también sufre la leyenda Bobby Charlton.
La cuestión es sensible en el futbol, porque el juego aéreo es parte de su esencia: despejes, goles y controles han forjado a algunos equipos campeones.