Lunes 30 de noviembre de 2020, p. 36
Mazatlán, Sin., Baldomiano Ramírez y su esposa Juana, originarios del poblado indígena de Copalillo, Guerrero, salen todos los días al amanecer rumbo al campo agrícola de Teacapán, Escuinapa, y regresan al anochecer.
Con sacrificios, la pareja de jornaleros hablante de náhuatl reúne los mil 700 pesos mensuales que pagan por la renta de su vivienda, además de servicios y alimentos.
Su meta desde que llegaron a Sinaloa en que sus tres hijos concluyan sus estudios: Noé, de 14 años, asiste a la secundaria; Vianca, de 12, y Gustavo, de 10, están en primaria; sólo en algunas ocasiones acompañan a sus padres a trabajar.
La pandemia de Covid-19 ha afectado a todos los que trabajan en los campos agrícolas debido a que se suspendieron las contrataciones y se redujeron los días laborables.
Baldomiano y Juana pasaron meses difíciles para pagar renta, electricidad y agua. Tuvieron que reducir la variedad de alimentos y sólo consumían pescado y frijoles con arroz.
La pareja de jornaleros anhela que sus hijos tengan un futuro mejor; no obstante, durante el tiempo que han estado en Teacapán no han recibido becas para sus hijos no apoyos de otro tipo.
Margarita Urías, directora del Sistema de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes en sinaloa, dio a conocer que en las revisiones que realizan autoridades municipales de Escuinapa han detectado algunos menores son llevados a trabajar enfermos.
Se advierte a los adultos que deben llevarlos a recibir atención médica, aunque algunos se niegan.
Urías consideró que durante la pandemia los 16 mil niños y adolescente que acompañan a más de 100 mil personas que llegan a Sinaloa a laborar en el campo pasaron situaciones muy difíciles debido al cierre de los comedores comunitarios.