Lazos de familia
icky (Kris Hitchen) es un hombre afable, trabajador y bien intencionado, y parece tener todo bajo control en su vida familiar y afectiva, hasta el momento en que circunstancias sociales adversas le colocan, de modo irrefrenable, contra las cuerdas. En Lazos de familia ( Sorry we missed you, 2019), el largometraje más reciente del británico Ken Loach, con guión de Paul Laverty, la espiral de desdichas es abrumadora. Ambientada en Newcastle, ciudad industrial al norte de Inglaterra, la película tiene como escenario los barrios obreros de muchas otras cintas de Loach, desde Riff Raff (1991) hasta Yo, Daniel Blake (2016). También una constante temática: la vulnerabilidad del ciudadano común frente a una dinámica social ultraliberal que produce más precariedad que bienestar, un número mayor de desempleados y la concentración de la riqueza en muy pocas manos. En este tipo de señalamientos sociales, Ken Loach sigue siendo insuperable, aun cuando otros directores, como el francés Robert Guédiguian ( Gloria Mundi, 2019) o el brasileño Kleber Mendonça Filho ( Aquarius, 2016), también naveguen por aguas parecidas.
Es preciso señalar que la persistencia del director británico para abordar temas como la pauperización social en países industriales, no se limita al terreno de la ficción. También se expresa, con mayor contundencia aún, en documentales estupendos ( The Spirit of ’45, de 2013; In Conversation with Jeremy Corbyn, 2016), que aún no tienen distribución en México. Sin embargo, la estrategia de construir melodramas sociales con claras resonancias globales, le ha permitido a Ken Loach participar innumerables veces en festivales internacionales de cine, obteniendo ya en Cannes dos palmas de oro, una por El viento que agita la cebada, en 2006, y otra, 10 años después, por su estremecedora Yo, Daniel Blake.
Comúnmente el tema del desempleo es una veta narrativa fértil para este tipo de melodramas sociales. Un ejemplo claro es la figura emblemática del propio Daniel Blake, hombre de 60 años, quien luego de sufrir un infarto, debe hacer frente a la pesadilla mayor de una burocracia insensible que le impide recibir ayudas básicas como un seguro de desempleo. En el caso de Ricky Turner la situación es diferente, aunque igualmente desesperante. No se trata ya de un drama en solitario sino de una situación grave que afecta de modo directo a su esposa Abby (Debbie Honeywood) y a sus dos hijos adolescentes (Seb/Rhys Stone y Liza Jane/Katie Proctor). Rick presume jamás haber estado en una lista de desempleados, pero la necesidad económica y su anhelo de ser trabajador independiente, le lleva a aceptar un empleo como chofer en una franquicia de entregas a domicilio donde es subcontratado sin prestaciones sociales. Algo similar sucede con Abby, quien trabaja como cuidadora de ancianos sin un horario fijo y sin compensaciones justas.
Ken Loach ilustra la lógica de prácticas patronales cuestionables, que van desde el outsourcing o subcontratación, hasta una creciente uberización de la economía laboral. El conductor Rick, quien dedica sus últimas economías y el uso de su propia camioneta, a un ideal de autoempleo, es víctima de la ilusión de convertirse en socio
de una empresa que paradójicamente habrá de mantenerlo en un estado de precariedad salarial e indefensión absolutas. Esa vulnerabilidad se extiende al resto de su familia y complica de modo dramático la relación afectiva con los hijos que contemplan con desasosiego las grises perspectivas en las vidas de sus padres y en su propio porvenir. ¿Qué caso tiene seguir estudiando cuando el modelo a seguir es la patética condición del padre y sus cambiantes empleos chatarra? Esta acumulación de desgracias, y el desplome casi total de alicientes sociales, parece ser la fórmula ideal para una película de pesimismo reiterativo. Por fortuna, el talento y vitalidad del realizador octogenario, y su espléndido manejo de actores, hacen que la cinta no desmerezca de modo alguno frente a las obras de calidad a las que suele acostumbrarnos.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional. 3:00 y 18:30 horas.
Twitter: @carlosbonfil1