Opinión
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La muestra

Gloria mundi

L

a triste vanidad del triunfo. Gloria mundi (sic transit), el filme más reciente en la prolífica carrera del francés Robert Guénédiguian (Marius y Jeannette, 1997), es también el más pesimista; al menos, el más desencantado. La acción se sitúa, como es costumbre en el realizador meridional, en su natal Marsella, y sus protagonistas son, como cabe esperar, el mismo grupo de comediantes fieles que le han acompañado casi siempre. Guénédiguian es tal vez el mayor representante actual de un cine popular francés interesado en rescatar las voces menospreciadas de obreros, sindicalistas, inmigrantes o pequeños comerciantes sin presencia relevante en las comedias o dramas de mayor éxito en las pantallas galas. En este sentido, cada nueva película suya representa un barómetro social de las aspiraciones, logros y frustraciones de esa clase trabajadora, los últimos convidados a un banquete de prosperidad neoliberal actualmente en crisis. Y es justo esa crisis de valores –ese déficit moral insuperable–, el asunto principal de Gloria mundi .

El arranque de la película consigna dos eventos cruciales en la vida de dos familias unidas entre sí. El nacimiento de la pequeña Gloria, hija de Mathilde (Anaïs Demoustier) y la salida de la cárcel del viejo Daniel (Gérard Meylan), luego de más de 20 años de encierro, cuyo mayor anhelo es conocer a su nieta, reconciliarse con su hija a la que apenas conoce y encontrar abrigo afectivo en un nuevo clan familiar que él imagina armonioso, y que, sin embargo, está a punto de desintegrarse. Una mujer madura y recia, Sylvie (Ariane Ascaride), ex esposa de Daniel, y ahora pareja de Richard (Jean-Pierre Darrousin), el nuevo sostén de la familia, procura volverse el punto de cohesión de todos sus seres queridos.

El personaje del ex presidiario Daniel es interesante. Se trata de un hombre que recobra la libertad sólo para descubir un mundo irreconocible en el que ya no tiene cabida alguna. Su viejo puerto de Marsella es ahora un emporio de modernidad y consumismo, donde las relaciones humanas se han degradado por un imperativo de competitividad y arribismo social. Muchas personas, en particular los familiares que ahora visita, están continuamente enfrentados entre sí, de modo implacable, con voracidad caníbal, como reflejo de una sociedad donde la empatía afectiva y la solidaridad social se han deteriorado aceleradamente. Dos medias hermanas se quieren y se detestan, al azar de cada encuentro, sus respectivos maridos representan los polos extremos del éxito comercial sin escrúpulos y de un fracaso total sin asideros afectivos. El viejo Daniel no cesa de añorar la cárcel que, en su opinión, es más solidaria y fraterna que el mundo libre que ahora contempla y en el que prevalece, incuestionado, el derecho del más fuerte. El joven Bruno (Grégoire Leprince-Ringuet), fanfarrón, cocaínomano y comerciante exitoso, es, en sus propias palabras, un entusiasta seguidor del credo neoliberal macroniano que le invita a ser en la sociedad el primero de la cuerda para jalar a todos los demás hasta su nivel de éxito. El problema es su absoluto desinterés final por compartir con los demás los beneficios materiales de su esfuerzo.

En el abigarrado fresco social que propone Guénédiguian, hay correspondencias evidentes con el cine del británico Ken Loach ( Yo, Daniel Blake , 2016) o, en un terreno familiar intimista, con su compatriota Maurice Pialat ( A nuestros amores , 1983), pero los hilos dramático-sociales son aquí más gruesos y el relato incurre a ratos en un maniqueismo moral acentuado. Las actuaciones son justas y en ellas destaca el desempeño de Ariane Ascaride, infatigable Madre Coraje marsellesa. En cuanto a su antiguo esposo Daniel, ahora taciturno y desilusionado, hay en él un tributo a la figura emblemática del Jean Gabin de un viejo cine popular francés. Lo suyo es un regreso sin gloria a una sociedad, en apariencia libre, en la que ya no hay mucho lugar para el optimismo ni para la esperanza.

Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional a las 12:45 y 18:45 horas.

Twitter: @carlosbonfil1