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Nosotros ya no somos los mismos

El trastorno de la personalidad y Donald Trump

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▲ Mientras el mandatario Donald Trump no reconoce los resultados electorales, el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, realizó una conferencia con la Asociación Nacional de Gobernadores acatando las medidas sanitarias.Foto Afp
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l final de la pasada columneta fue casi una provocación. La afirmación de que don Donald ya no podría hacer nada para impedir que el 20 del próximo enero el burócrata de larga, larguísima data, don Joe Biden, lo convirtiera en el 45 ex presidente de Estados Unidos, seguramente lo sacaría de sus cabales. (Exageré: para esta acción llegamos tarde).

Afortunadamente, con lo ajetreado y convulso que anda en sus últimas horas, no creo que, el todavía señor presidente, hubiera tenido tiempo de haber leído tan retador comentario, el que seguramente le habría picado el amor propio y movido a intensificar los berrinches y pataletas que lo han impulsado a llevar a cabo acciones tan desquiciadas como las que ha cometido a partir de los resultados electorales que tanto complacieron a medio mundo. (La otra mitad reclama ¿Y nosotros, no contamos?).

Por lo pronto, como nos lo relata David Brooks, corresponsal Jornalero en Nueva York, el agonizante presidente ha emprendido una verdadera razia (en sus orígenes, esta palabra hacía referencia a incursiones de limpia y eliminación dentro de un territorio enemigo, pero ahora, como vemos, estas tareas se practican hasta dentro de las propias filas) Esa purga, a la que se refiere don David, ha llegado hasta los territorios antes considerados santuarios habitados por intocables: el Pentágono, la CIA, FBI. El cese fulminante del secretario de Defensa ha venido a insuflar los rumores y maledicencias en torno a las intenciones golpistas que siguen revoloteando en la mollera de don Donald. Bueno, hasta la guerra con Iraq ha sido considerada una aceptable opción para que resulte imposible, en plena conflagración, el cambio de los mandos nacionales.

La semana pasada expuse una de mis razones para no sumarme a las filas del catastrofismo que ve la relección de Trump como una factible posibilidad. Ahora resumo la segunda que es tan inatacable como la anterior: no hay borracho que coma lumbre. Trump va a lograr que la toma de posesión de Biden sea la ceremonia más triste, fea y desaseada de la historia, pero él se presentará como el triunfador cuya generosidad y amor patrio lo hacen renunciar al poder del que se ha hecho merecedor durante cuatro años de trabajo y sacrificios para make America great again.

Yo sigo convencido de lo que afirmé la semana pasada: pese a los augurios que, sobre el cambio de los mandos nacionales, circulan cada día más profusamente, éstos se realizarán sin que la sangre llegue al Potomac. El 19 de enero será el borderline, o sea la frontera en el tiempo, que cancelará el empoderamiento trumpiano de estos cuatro años. Pero resulta que border line tiene en siquiatría otra connotación: así se denomina a una afección mental conocida como TLP, siglas de, ‘trastorno límite de la personalidad’. Esto sí me causa zozobra y desazón extremas, en razón de lo que la afamada y prestigiosa Mayo Clinic informa: “no se conoce con exactitud la causa del trastorno ‘límite de la personalidad, pero los síntomas incluyen irritabilidad emocional, inseguridad, impulsividad y dificultades con las relaciones sociales. El tratamiento incluye terapia conversacional y efectivos y selectos medicamentos. Cuando los síntomas son graves la hospitalización es necesaria”.

Como diría el Doctor I.Q., Jorge Marrón, en la radio de los 70: –Arriba a mi derecha. –Aquí tenemos una damita doctor. –Buenas noches, señorita. Por la atractiva cantidad de 7.50 pesos, podría usted decirme ¿quién, al paso del tiempo, llegará a ser el más célebre paciente de este trastorno de la personalidad, recientemente dado a conocer por el distinguido investigador R.D. Laing en su libro El yo dividido? Le aclaro que se trata de una pregunta capciosa, pues el personaje del que hablamos está cumpliendo hoy, 14 de junio de 1962, apenas 16 años. La misteriosa damita seleccionada no se inmutó con tan difícil interrogante y contestó con voz pausada, pero incontrovertible: su abundante y blanquísima pelambre lo obligarían, doctor, a saber que soy vidente y astróloga, altamente científica en la lectura del tarot, los naipes, las manos y más conocedora del futuro que del pasado. El nombre de ese adolescente que usted requiere es Donald Trump, y nació un 14 de junio de 1946. Yo sé todo de su futuro, hasta el 20 de enero de 2021, fecha en la que su ruta se me pierde por completo. Mi nombre, señor Jorge Marrón, es Zulma Zoraida Gelo y soy la reina del flashforward.

72 horas después de la triste ceremonia del 20 de enero, en una afamada clínica siquiátrica, un paciente repite de día y de noche: remember 1800: Jefferson/ Burs.

Twitter: @ortiztejeda