a antigua capital de Sri Lanka, Anuradhapura, es considerada una ciudad sagrada budista fundada en torno al retoño de árbol donde se dice que Buda alcanzó la iluminación y que fue traído a este país desde India en el siglo III aC.

La antigua colonia inglesa de Ceilán, una isla al sureste de esa nación, logró su independencia en 1948 y adquirió posteriormente el nombre de Sri Lanka. La ubicación y su singular forma geográfica ha popularizado el mote de La lágrima de India.

Con una población de alrededor de 20 millones de personas, y aunque se define como un país multirreligioso y multiétnico, Sri Lanka ha sido el centro de la religión y la cultura budista desde la antigüedad.

El 70 por ciento de los habitantes se autodefinen como seguidores del budismo, ya sea desde el punto de vista religioso o practicante de las enseñanzas de Buda como doctrina filosófica y espiritual.

A lo largo y ancho de la isla, de alrededor de 65 mil kilómetros cuadrados, la figura de Buda domina el espacio, tanto urbano como rural en forma de estatuas, esculturas, figuras monumentales e incluso tallada en inmensas formaciones rocosas.

La señalización de los espacios de interés turístico se encuentra siempre en los idiomas oficiales: el cingalés, que es la primera lengua hablada por 80 por ciento de la población, y el tamil alrededor de 10 por ciento, además del inglés, que está registrado como lengua materna del otro 10 por ciento, aunque es hablado y entendido por un amplio sector de la población.

Una forma muy popular de hacer turismo es contratar un guía-chofer particular. Algunas agencias de viajes establecen contacto con lugareños que cuentan con autorización oficial por parte del gobierno para esa labor en diferentes idiomas, aunque predomina la oferta en inglés.

Así se recorre el país en un vehículo particular, lo cual permite un acercamiento un tanto inusual con el turista. Suelen ser parejas quienes realizan este tipo de turismo, aunque es usual también ver a mujeres que de manera particular deciden visitar el país asiático en compañía solamente de los guías.

La flexibilidad que permite esta forma de viajar permite al turista incorporar sus propias afinidades, independientemente del recorrido establecido por la agencia turística.

Los efectos a nivel mundial de la emergencia sanitaria han afectado gravemente la industria turística del país, lo que obliga a los guías-choferes a incorporarse a actividades tradicionales en sus comunidades, como el establecimiento de puestos en algunos mercados para la venta de productos locales o a la pesca.

Alia Lira-Hartmann, Corresponsal