Opinión
Ver día anteriorMartes 10 de noviembre de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad perdida

El voraz apetito de los dueños de antros // Un riesgo enorme a costa de las ganancias // Aceras de la Cuauhtémoc, una zona de guerra

L

as noticias que hablan de las medidas del Invea para contrarrestar la pandemia son pocas en este periodo en el que deberían ser más importantes que cualquier apetito económico de los dueños de antros y bares, quienes abren sus negocios muy a pesar de que eso podría significar la enfermedad y eventualmente la muerte de alguno de sus clientes.

El número de este tipo de negocios que ha cerrado la dependencia, de cualquier forma, no llega a la centena, y cada vez parece más claro que quienes se dedican a eso no tienen ningún miedo de las autoridades; es más, se burlan de ellas o las consideran tan débiles y sus ganancias tan importantes que se la juegan.

Y hay algunos de estos comerciantes que milagrosamente (prodigio que sólo sucede en la alcaldía Benito Juárez) han mantenido abiertos sus antros durante casi toda la crisis sanitaria, pese a las denuncias que han interpuesto los vecinos.

El ejemplo tal vez represente la situación de otros muchos lugares en los que no existe la ley o quienes tienen que ejercerla la ignoran, por las razones que sean, y permiten que esos focos de infección sobrevivan ante la crisis, cosa que no debería pasar inadvertida para las autoridades porque no es posible que las reglas se apliquen a unos y a otros no.

Nos referimos al bar que se encuentra en la calle Torres Adalid 1409, colonia Narvarte, que según nos cuentan los vecinos carece de licencia de uso de suelo, de un programa interno de protección civil y de permiso de impacto vecinal, entre otros, pero funciona sin problemas. En un gobierno donde el distintivo es la honestidad valdría la pena no hacer pensar a la gente que todo ese discurso sólo era buena voluntad.

De pasadita

Hace apenas un par de semanas una gran compañera, Mayela Delgadillo, salió de su casa después de mucho tiempo de encierro por la emergencia sanitaria y el peligro que para su familia significa la posibilidad de un contagio.

No se trataba, desde luego, de un paseo; salió para resolver una emergencia. Delgadillo, diputada constituyente de la Ciudad de México, no tuvo que caminar mucho tiempo sobre una acera horadada por el olvido de los gobernantes de la alcaldía Cuauhtémoc y cayó entre los pedazos de cemento y la tierra que ya se mostraba entre los hoyos.

Los golpes que sufrió la también activista estuvieron a punto de causarle una fractura. Afortunadamente se repuso, pero la guarnición de la colonia Roma sigue ahí, como en espera de la siguiente víctima, en compañía de los baches que nacen y se reproducen a ciencia y paciencia de un alcalde a quien sólo interesa cuidar los intereses de su padrino, el zacatecano Ricardo Monreal.

Aunque seguramente no se cuecen en el mismo guiso, mientras las aceras se vuelven cada vez más peligrosas para quienes no tienen auto, motocicleta ni bicicleta ni patines y se ven forzados a caminar, los espacios bien cuidados para quienes gustan de andar en bicicleta se multiplican.

Y lo peor: los ciclistas han decidido que esos lugares, en los que el gobierno les ha dedicado muchos recursos, no son para ellos y prefieren manejar en sentido contrario, sortear los hoyos en las guarniciones y los baches de las calles que no están confinadas a transportarse por esos pedazos reservados para ellos. ¿Por qué invertir tanto en la idea del ciclismo como el salvador de la ecología y dejar de lado al transeúnte de a pie?

Tal vez algún día sepamos la verdad.