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Contra la violencia escolar
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oy se conmemora por primera vez el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, incluido el ciberacoso, declarado por la Unesco a finales del año anterior. Dicha declaratoria refleja la creciente gravedad que esta problemática ha adquirido en el mundo y especialmente en contextos que, como el nuestro, están doblemente condicionados por una violencia estructural que se infiltra en los espacios educativos, convirtiéndolos en esferas de reproducción de violencias que no encuentran mecanismos ni pertinentes ni suficientes de prevención, contención y gestión para su eventual eliminación. Basta recordar los lamentables hechos en Torreón a inicios de este año, cuando un niño de 11 años abrió fuego en su colegio y mató a una maestra e hirió a seis de sus compañeros.

Para dimensionar el alcance de las violencias en el entorno escolar, vale la pena repasar algunas cifras. De acuerdo con el informe de la Unesco Behind the numbers: Ending school violence and bullying, que da sustento a la conmemoración de este día, uno de cada tres alumnos ha sido víctima de acoso de un compañero al menos una vez durante el mes anterior, y la misma proporción ha padecido violencia física. Paralelamente, 11.2 por ciento de las personas que sufren bullying han sido víctimas de intimidación sexual, la cual es el segundo tipo de violencia más frecuente en el ámbito escolar.

En nuestro país, de acuerdo al Estudio internacional sobre la enseñanza y el aprendizaje 2013, de la OCDE, México tiene el porcentaje más alto (30 por ciento) entre 33 naciones participantes en número de docentes que reportan daño físico causado por la agresión entre alumnos, pues al menos una vez a la semana sus estudiantes lo enfrentan, lo cual equivale a casi cinco veces más que la media del resto de países. Con base en el mismo estudio, el índice de participación en actos de violencia en primaria es de 34.8 por ciento, mientras en secundaria es de 38.6 por ciento. Además, el índice de victimización en primaria se ubica en 35.5 por ciento y en secundaria en 39.4 por ciento. Fuera de los establecimientos escolares, el índice de violencia en primaria alcanza 60.9 por ciento y en secundaria 60.7 por ciento.

Las violencias en el entorno educativo son ciertamente multidimensionales y muy complejas de atender. Además, alo que ocurre en los espacios escolares hay que sumar las violencias que se vi-ven en sus familias y en el espacio público; así como la presencia de pandillas y grupos criminales en el entorno de las instituciones educativas, cuyos miembros, muchas veces, son cooptados desde las escuelas; por ello es imprescindible advertir, como sociedad, que es urgente atender las violencias en el entorno edu-cativo, como una condición de posibili-dad para la construcción de paz en medio de la actual crisis de inseguridad a escala nacional.

¿Qué hay que hacer para prevenir y trabajar las violencias en el entorno escolar?, ¿cómo los modelos educativos y los propios procesos de enseñanza y aprendizaje pueden ser factores que nos liberen de la violencia? Lo primero es postular la importancia del diálogo y la colaboración ante un sistema educativo que desde hace años ha sido objeto de un proceso de atomización. Sólo la construcción de consensos y sinergias básicos entre los múltiples participantes en el proceso educativo y una permanente lectura del contexto nacional y del específico de cada centro permitirán avanzar hacia la construcción de soluciones a las problemáticas y necesidades que enfrentan cada comunidad educativa.

Asimismo, parece pertinente privilegiar el fortalecimiento de los siguientes procesos para trabajar las violencias en nuestros entornos educativos. México no cuenta con cifras oficiales de acoso y violencia escolar, por lo que cobra una enorme importancia el desarrollo de una vigilancia constante sobre el comportamiento del bullying y el ciberacoso –entre otras modalidades– en nuestros centros educativos. Un buen monitoreo pondría sólidas bases empíricas para edificar un sistema robusto de políticas públicas dirigidas a combatir la violencia escolar desde las instituciones públicas, la sociedad civil y las propias comunidades educativas.

Del mismo modo, la formación de docentes para la construcción de ambientes sanos en las aulas y el buen manejo de conflictos, el acompañamiento a las víctimas de violencia escolar, y una educación integral en derechos humanos, han de ser objetivos a trabajar. Al mismo tiempo, es necesario establecer o formalizar con claridad los mecanismos de prevención, investigación, y sanción de las violencias dentro de las escuelas, cuyo espíritu y perspectiva de operación debe ser la formación integral como pilar imprescindible para la construcción de una paz arraigada en la justicia.

Las escuelas son espacios privilegiados para la formación de conciencias libres y liberadoras de toda opresión; por ello no sobra recordar que nuestros centros educativos no pueden ser vistos como meros centros de capacitación o adiestramiento técnico para satisfacer las exigencias del mercado laboral. Una verdadera educación en y para la libertad supone una formación humana integral que abrace la diversidad y la criticidad. Esta no es tarea sólo de los docentes, ni de las instituciones del Estado, ni tampoco de las madres y padres de familia en solitario; nos corresponde a todos, como sociedad, asumir un firme compromiso para que nuestros sistemas educativos formen ciudadanos conscientes, que promuevan y defiendan la paz y la justicia; por cierto, sí, en contextos hoy por hoy violentos y desiguales.