El general Lázaro Cárdenas y su esposa, Amalia Solórzano, tuvieron una casa de campo en Palmira, Morelos. La donaron para que ahí se estableciera una escuela normal rural para mujeres, lo que ocurrió en 1944. La que fue residencia del presidente se habilitó como casa del director de la escuela, mientras las caballerizas fueron convertidas en viviendas de los docentes.
En las memorias del general Cárdenas se encuentran estas líneas escritas el 10 marzo de 1938, en referencia a lo ocurrido el día anterior:
“Al regresar anoche del ingenio azucarero Emiliano Zapata, instalado en Zacatepec, Morelos… con el general (Francisco J.) Múgica caminamos hacia Palmira, platicando durante más de una hora. Nos referimos a la situación que viene ocasionando la actitud de las empresas petroleras que han reducido la venta de combustibles y demás operaciones de sus negocios; así como las reiteradas peticiones a sus gobiernos de que apoyen sus demandas en contra del fallo de la Suprema Corte.
“Hicimos consideraciones de las circunstancias que podrían presentarse si gobiernos como los de Inglaterra y Estados Unidos, interesados en respaldar a las empresas petroleras, presionaban al Gobierno de México con medidas violentas; pero tomamos también en cuenta que se presenta ya la amenaza de una nueva guerra mundial con las provocaciones que desarrolla el imperialismo nazifascista, y que esto los detendría de agredir a México, en el caso de decretar la expropiación.”
Múgica y Cárdenas compartían formación y convicciones. Su amistad se había hecho más sólida entre 1925 y 1927, cuando Cárdenas fue jefe militar en la Huasteca. A ambos les resultó inaceptable el contraste entre la abundancia de la que se rodeaban los gerentes extranjeros (de las compañías petroleras) y la pobreza extrema en la cual estaban sumidos los trabajadores mexicanos. La degradante situación social y económica fue sostenida mediante la violencia y la persecución a manos de guardias blancas, “tal como si fueran parte de un territorio autónomo ajeno a las leyes nacionales” (Héctor Ceballos Garibay. Francisco J. Múgica. Crónica política de un rebelde). Esa experiencia compartida, que cita la investigadora Verónica Oikión Solano, fue un “antecedente crucial que más tarde influiría significativamente en la histórica decisión de expropiar el petróleo en 1938”.
La furia de Gustavo Díaz Ordaz cerró la normal de Palmira y otras 13 en todo el país tras el movimiento estudiantil de 1968.
En sus memorias, Cárdenas refiere que en el viaje a Zacatepec lo acompañaban también Eduardo Suárez, secretario de Hacienda, y “otros colaboradores del gobierno”. Pero el único que compartió sus preocupaciones una semana antes de la expropiación fue el general Múgica.
Otros integrantes del gabinete se enterarían de la decisión apenas unas horas antes de que la voz de Cárdenas sonara en la radio la noche del 18 de marzo.
Adolfo Gilly (El cardenismo. Una utopía mexicana) afirma que la tarde de ese día “eran por lo menos tres los secretarios de Estado enterados de la decisión presidencial”: Múgica, a quien también había encargado redactar el manifiesto que leería esa noche, además de Eduardo Suárez y Efraín Buenrostro, secretario de Economía.
Gilly sostiene que sería lógico suponer que también estaba al tanto Manuel Ávila Camacho, secretario de Defensa.
Siguiendo a Gilly, el decreto de expropiación fue redactado mientras el presidente leía su mensaje a la nación. La confección del documento quedó a cargo de Raúl Castellano, secretario particular del Presidente, los secretarios de Hacienda y Economía ya citados, así como de Antonio Villalobos, jefe del Departamento del Trabajo, y Enrique Calderón, consejero presidencial.
Al anuncio de la expropiación habían antecedido fuertes presiones de las grandes petroleras, amenazas, negociaciones infructuosas. Pero lo problemas para el General y sus hombres estaban lejos de terminar.
Los petroleros tras la expropiación: “Buenos remendones
Andrés Henestrosa dijo que Jesús Silva Herzog fue un “hombre que no rehuía las definiciones. No una sino las veces que hizo falta saltó a la palestra para reafirmar su condición de hombre de izquierda. Y cuando lo ganaba la poesía se le oía decir: ‘Soy hombre sencillo y complicado, como un tablero de ajedrez…’”
La sencillez de Silva Herzog (San Luis Potosí, 1892) se expresaba en una prosa didáctica, memoriosa, con la que narró, por ejemplo, su participación en la trama de la expropiación petrolera.
Silva Herzog jugó un papel relevante en la etapa previa a la expropiación, pues integró el comité que investigó el conflicto económico entre los gigantes extranjeros y los trabajadores. Dicho comité encontró, por ejemplo, que la inglesa Royal Dutch Shell vendía petróleo a su filial canadiense por debajo del precio real, para ocultar las ganancias obtenidas en México.
Tras el decreto expropiatorio del 18 de marzo de 1938, los problemas para el gobierno de Lázaro Cárdenas estuvieron lejos de terminar.
Silva Herzog relata así parte de ese periodo durante el cual México tuvo que enfrentar amenazas y campañas de descrédito pagadas por las compañías expropiadas, al tiempo que asumía el reto de echar a andar la industria petrolera nacional:
“No nos vendían materiales, no podíamos en esos primeros meses realizar con facilidad ventas. La falta de materiales, la falta de piezas de repuesto fue sustituida por esa habilidad mexicana –cualidad de los pueblos pobres– para ser buenos remendones, capaces de improvisar una pieza complicada producida en una fábrica moderna, con unos cuantos elementos de herrería primitiva.”
En la prensa extranjera, México era “un país de ladrones
Sigue el relato de Silva Herzog:
“No fue únicamente el boicot lo que nos causó grave daño; fue además la campaña de prensa iniciada en numerosos periódicos norteamericanos y europeos con inquina inaudita.
“México era presentado a los lectores de numerosos rotativos, de revistas semanarias, de publicaciones mensuales, con los colores más sombríos. Éramos un país de ladrones, nos habíamos robado el petróleo y estábamos incapacitados para pagar los bienes de que nos habíamos apropiado, y no sólo no podíamos pagar, sino que además no queríamos pagar.
“La Standard Oil Company de New Jersey auspició la publicación de una revista que se llamó The Lamp. En esa revista se decían las mayores enormidades respecto a nosotros; se hablaba de que las compañías norteamericanas habían sido expropiadas con un valor de dos mil millones de dólares y que lógicamente México se hallaba incapacitado para pagar esa suma. En otros periódicos se reducía la cantidad a cuatrocientos cincuenta millones de dólares.
“En The Lamp se publicaban caricaturas insidiosas, que el embajador Daniels calificó de repulsivas. Y aun a publicaciones serias y de prestigio llegó el dinero corruptor de la Standard Oil Company. En la revista The Atlantic Monthly, del mes de julio de 1938, se publicó un artículo que contenía una cantidad inconcebible de calumnias y embustes.”
Cerro azul, el primer barco de PEMEX
Como alto funcionario de Pemex, don Jesús Silva Herzog fue el encargado de comprar y abanderar el primer barco de la flota petrolera mexicana. Le puso por nombre Cerro Azul, pues así se llamó un yacimiento muy productivo. El 21 de enero de 1940 pronunció un encendido discurso en Tampico, frente a los marineros que habían traído el barco desde Alabama (comprado a los noruegos). Los marineros mexicanos lo trajeron pese a que nunca habían operado una embarcación con motores diesel. Tras algunas indicaciones que les dieron mediante intérpretes, los mexicanos se hicieron a la mar.
Lo que sigue es una parte de las palabras que Silva Herzog pronunció en aquella ocasión:
“Es indudable que uno de los acontecimientos de mayor trascendencia en la historia de México ha sido la expropiación de las compañías petroleras, puesto que ello ha significado el principio de nuestra libertad económica…
“Claro está que la expropiación de los bienes de las empresas, que durante cerca de 40 años explotaron el subsuelo de México y al trabajador petrolero, ha traído como inevitable consecuencia una lucha dura y enconada. Pero no hay que olvidar que un pueblo no conquista su libertad pidiéndola por favor a sus explotadores sino luchando con decisión, constancia y valentía.
“Y aquí estamos ahora en la cubierta de este barco, estamos en actitud de lucha; aquí estamos para contestar con hechos objetivos a las noticias calumniosas que hacen publicar en ciertos periódicos los descastados de adentro y los mercaderes de afuera, mercaderes sin patria y sin ideal. Aquí estamos, respondiendo a la calumnia con la adquisición de este barco, con hechos constructivos; aquí estamos dando un mentís irrefutable a quienes han hablado y hablan todavía de la incapacidad de los mexicanos para manejar la industria petrolera. Aquí estamos hoy como hemos estado ayer y como estaremos mañana, siempre alertas para defender los legítimos y sagrados intereses de México.
“Cerro Azul se llama desde ahora este barco. Nombre simbólico. Así se llama uno de los pozos más productivos que jamás hayan existido en el mundo; así se llama un pozo de maravilla que ha producido millones y millones de barriles de petróleo y millones y millones de pesos que hasta hace poco nunca fueron para beneficio de los mexicanos; millones y millones de pesos o dólares que han ido a parar a los bolsillos de los magnates petroleros que viven en tierra extranjera, y que ahora con las riquezas extraídas del subsuelo nuestro y el trabajo de los nuestros pagan la campaña de informaciones falsas en contra del gobierno y el pueblo de México.
“¿Y qué es, cabe preguntarse en esta hora solemne, qué es lo que ha quedado en nuestro país de esos millones y millones de pesos que produjo Cerro Azul? Salarios mezquinos, impuestos más mezquinos todavía, centenares de enfermos víctimas del paludismo y centenares de muertos víctimas también de enfermedades contraídas por el trabajo excesivo en zona inclemente y malsana. Por eso, cuando llegue la hora en que se hable de compensación por los bienes expropiados, nosotros debemos también tener presentes a nuestros enfermos y a nuestros muertos. Nosotros también debemos contar, y si no podemos contar los dólares porque éstos se los llevaron, contemos a nuestros muertos y a nuestros enfermos para cargarlos en la cuenta de los explotadores. Pero ahora ya es nuestro el Cerro Azul, como son nuestros todos los cerros azules que decoran con su belleza nuestros valles profundos.
“Y aquí estamos celebrando con justificado regocijo la compra del primer barco petrolero que adquiere la Distribuidora de Petróleos Mexicanos, el primer barco de una flota que será de diez unidades para fines del presente año…
“Y aquí estamos, hay que repetirlo una y cien mil veces, de pie y dispuestos a continuar la lucha, seguros de que el triunfo será indiscutiblemente nuestro porque nosotros marchamos por nuestra senda de pueblo resuelto a mejorar sus condiciones de vida. Nuestra senda está iluminada por tres luces deslumbrantes: la luz de la razón, la luz de la justicia y la luz de la verdad. Y por esa senda marcharemos a la conquista definitiva de nuestro porvenir como pueblo libre y fuerte, como pueblo que sabrá dejar honda huella, constructiva y creadora, en los destinos de la humanidad.”
“No es posible concluir sin hacer notar un hecho interesante. Por intrigas de las compañías petroleras, ninguno de los antiguos tripulantes de este barco que conocían sus máquinas aceptó por precio alguno acompañar a nuestros marinos hasta Tampico; mas nuestros marinos después de cuatro horas de haber recibido el buque se hicieron a la mar y aquí están con el Cerro Azul entre nosotros. Por esto, no es posible concluir sin felicitar a los capitanes Obregón y Ramírez, a los oficiales y a todos los trabajadores del barco, porque han demostrado sus conocimientos de marinos mexicanos. Así es como se honra y se sirve a la patria.”
La historia será muy severa con ellos
En 1940, Silva Herzog participó en las negociaciones con la Consolidated Oil Corportation (Sinclair) para el pago de la indemnización correspondiente, que se dio no sin muchas tensiones:
“Llegué a Washington el 31 del mes citado (marzo de 1940), y el 1º de abril comenzamos a conversar con el coronel Hurley, representante de Sinclair, el doctor Castillo Nájera y yo. Empezamos a conversar sobre la manera de pagar a Sinclair los bienes expropiados. Pero el 4 de abril, el gobierno norteamericano dirigió una nota enérgica al de México por considerar que se retardaba demasiado el pago a las compañías petroleras, y por otra parte se insistía sobre las cuestiones derivadas de la reforma agraria.
“También se insinuaba que México tal vez no quería o no podía pagar. Yo creí que todo iba a echarse a perder, pero Hurley no hizo mención al hecho y continuamos las conversaciones. México contestó con dignidad la nota norteamericana.”
En 1942, el gobierno de Manuel Ávila Camacho concluyó las negociaciones con el resto de las compañías estadunidenses. Quedó pendiente el trato con la compañía El Águila, subsidiaria de la británica Royal Dutch Shell. El arreglo, que llegó bajo el gobierno de Miguel Alemán, fue desfavorable para México, en tanto que los negociadores aceptaron pagar los intereses correspondientes a los largos años que duraron las negociaciones.
Silva Herzog juzgó así ese acuerdo: “El Águila hizo un gran negocio; los negociadores mexicanos en esa ocasión fueron demasiado generosos. Creo que la historia será muy severa con ellos; ella dirá la última palabra” •