Domingo 18 de octubre de 2020, p. 21
Beirut. Cientos de libaneses marcharon ayer en esta capital para conmemorar el primer aniversario de un levantamiento popular sin precedentes que sacudió a una élite política, acusada de corrupción e incompetencia, pero no provocó verdaderos cambios en un país en pleno colapso económico.
Con banderas libanesas, el contingente partió desde la emblemática Plaza de los Mártires, punto de la protesta; pasó frente al banco central, acusado de generar la crisis económica, y finalizó en el puerto, donde una explosión causó más de 200 muertos y 6 mil 500 heridos el 4 de agosto y cuyo origen se adjudicó a la negligencia gubernamental.
Una escultura de metal que representa una antorcha, en la que se grabó en árabe la frase Revolución del 17 de octubre
, fue iluminada a las 18:07, hora exacta en que ocurrió el trágico incidente.
El 17 de octubre de 2020, día en que la chispa se convirtió en llama que no se apagará. Continuaremos hasta el último aliento, continuaremos la revolución
, lanzó frente a la asamblea Sami Saab, uno de los organizadores de la movilización.
Una serie de enfrentamientos estallaron en el centro de la ciudad al finalizar la tarde en los alrededores de la Plaza de los Mártires y del parlamento. Un puñado de manifestantes lanzó piedras contra las fuerzas de seguridad, que respondieron con gas lacrimógeno. Estas movilizaciones comenzaron el viernes en Trípoli.
Dos gobiernos han dimitido –como el del premier Hassan Diab tras la explosión en el puerto– y varias reformas legislativas no han procedido desde que comenzaron las movilizaciones, pero los mismos políticos, partidos y familias tradicionales aún monopolizan el poder. Aunque al comienzo las protestas llegaron a movilizar a cientos de miles de personas, perdieron fuerza con el paso de los meses.
La revuelta social inició poco después de que el gobierno del primer ministro Saad Hariri intentó aumentar los impuestos al tabaco, la gasolina e incluso WhatsApp, lo que provocó la ira nacional contra los problemas económicos, la desigualdad y la corrupción del país.
El país enfrenta su peor crisis económica desde la guerra civil (1975-1990) y cada vez más libaneses se hunden en la pobreza y el desempleo, lo que impulsa a muchos de ellos a probar suerte en el extranjero.
Esta situación se agravó por el colapso de la moneda nacional y las restricciones bancarias a retiros y transferencias al exterior, además de inflación galopante, decenas de miles de despidos y recortes salariales. La crisis se acentúa por la pandemia de Covid-19.