La Jornada del campo
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Número 157 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
Alimentación y pandemia
Laboratorio de vida. Hugo Reynaldo SánchezLaboratorio de vida.Hugo Reynaldo Sánchez

Mi experiencia con los huertos educativos para contagiar a más docentes

Hugo Reynaldo Sánchez López Docente del nivel primaria, Chiapas , , www.redhuertos.org, Facebook: Huertos Escolares, Red Huertos Chiapas

Voy a comenzar pensando en lo que recuerdo de mi paso por la escuela primaria: no me acuerdo cómo aprendí a leer, pero no olvido los reglazos en mis manos cuando el maestro nos sorprendía jugando afuera del salón; también recuerdo el temblor del pantalón cuando pasé a declamar la poesía frente a la escolta en el homenaje del lunes; cómo olvidar una excursión al campo, pues en ese entonces donde vivo los profes no temían organizar excursiones, con tod@s l@s niñ@s corriendo por el campo con nuestro profe, comiendo la dobladita de frijoles, compartiendo las frutas que mamá había mandado. El muchachiterío riendo, cantando, gritando, jugando y el profe dejándonos ser. ¡Qué bonito era estar fuera del salón!

Suspiro antes de entrar al aula de la que ahora soy responsable. La veo atiborrada: cuentos, cartones, semillas de café y calabaza, cajas de leche vacías, frascos, palas, rastrillos, libros cartoneros, un gran tambor, cobijas y cojines, latas recogidas en alguna esquina, botes de pintura, cajas con papeles reciclados…, eso y más es mi espacio de trabajo. Es y está así porque es lo que necesito para realizar mis actividades. Porque quiero que mis estudiantes tengan recuerdos bellos de su paso por la primaria.

Esta aula se encuentra en la Escuela Primaria “Organización de las Naciones Unidas” en Teopisca, Chiapas, pertenece a la zona escolar 014 y al sector 07. Llegué a ella en 2015. Me interesó trabajar ahí porque estaban implementando un proyecto de huertos educativos, y es justo el huerto lo que me motiva a levantar el lapicero y escribir mi experiencia.

Pienso que los huertos educativos no son una moda, o un lugar que se construye para que la escuela se vea bonita. Para mí son un espacio donde reconocí que no sólo la escuela enseña, que no sólo ahí se aprende. Los huertos escolares fueron el pretexto perfecto para sacar a los estudiantes de esa jaula a la que llamamos aula. Y como me sucedió en la excursión cuando estaba en la primaria, trabajando en el huerto establecimos relaciones de comunicación horizontal y afectiva. Niñas y niños metieron las manos para hacer de su escuela un espacio agradable.

Se aprende cuando se está emocionado, y en el huerto escolar se viven grandes emociones. Tod@s compartimos nuestros saberes con alguien más, no importa si no se sabe sembrar, los mismos chicos nos enseñan. Se genera interaprendizaje. ¿Que cómo me di cuenta de esto o por qué lo aseguro? Porque los diarios de campo lo atestiguan. Con las cajas de leche de los desayunos escolares construimos cuadernos de campo para anotar observaciones de plagas, crecimiento del cultivo y llevar un diario en el cual se escribió lo que se hizo, lo que se aprendió y lo que se sintió.

¿Cómo implementé los huertos educativos (HE) en mi aula?

Es necesario determinar el objetivo que nos mueve a crear un huerto; el para qué (huerto educativo/huerto productivo/huerto medicinal).

Se debe platicar con madres y padres de familia, plantearles el proyecto y tomar acuerdos sobre su participación; ell@s son l@s mejores aliad@s. Después debe plantear a los estudiantes, pues si ellos no lo aceptan, no se hace. Los HE no se deben imponer, perderían su esencia transformadora.

Superados estos puntos, recomiendo trabajar con el diseño participativo del futuro huerto. Tod@s plasman su sueño del huerto. Lo soñamos en cubetas, en camellones, en llantas, en costales, etc.

Allí puede aparecer un sentimiento de inseguridad: ¿podré cuidarlo bien?, ¿qué demonios hago ahora? Ciertamente no tod@s sabemos cultivar, pero como sea estás ante una excelente oportunidad para comenzar a experimentar y a hacer ciencia: a aprender.

¿La semilla de dónde la obtenemos?

Abuelas y abuelos seguramente saben dónde conseguirlas. A lo mejor será necesario ir a alguna comunidad cercana, también se puede contactar a los colectivos y organizaciones que cuentan con casas de semillas. Los huertos posibilitan hacer y estar en trabajos en red; entre más interacciones tenga la red, más se aprende. Redes con productores locales, mujeres conocedoras de herbolaria, sector salud, cociner@s, abuel@s... Así la escuela abre la puerta a los saberes locales, costumbres y tradiciones.

Se debe tener en cuenta aspectos básicos como:

  1. Acceso al agua.
  2. Cantidad de sol que le da al huerto.
  3. El espacio donde se instalará (protegido de accidentes, de animales, etc.).
  4. Qué vamos a sembrar.

Pero todo esto puede ser sujeto a experimentación.

¿En qué momento se trabajan los contenidos curriculares?

Mi experiencia me muestra que primero hay que crear, que construir. Se debe participar en una o varias actividades vivenciales para después escribir, graficar, esquematizar. En las actividades vivenciales se puede hacer arte desde cómo plantamos, en los letreros, los carteles; el diario de campo es un excelente ejercicio de escritura libre que después puede ser usado para hacer versos y transformarlos en canciones, medir el crecimiento, el número de insectos; cuáles y cuántos son benéficos o dañinos; nos ayudan a hacer matemáticas.

Y así podemos seguir enumerando actividades, pero el límite es tu creatividad y si llegas al límite, busca en la creatividad de otr@s, se vale preguntar. Imagina lo que un niño o una niña pueden escribir después de meter las manos en la tierra, de haber tocado una hoja de calabaza. Por eso es necesario estar al pendiente de lo que el-la estudiante hace, siente y aprende.

¿Logros?

Quien coordine el trabajo en el huerto debe entender que es un camino de formación constante. Un trayecto formativo hacia la sensibilización, el desarrollo humano y el buen vivir.

Los participantes logran arraigarse a la tierra. Hacer suyos los espacios. Reconocer que la tierra da sustento y vida, y por eso es necesario cuidarla y respetarla como madre. Generaciones de personas arraigadas a su territorio lo defenderán y propiciarán un desarrollo sustentable colectivo.

Aprender de una manera alternativa desde el huerto educativo, respetando ritmos y modos de aprendizaje, logrará estudiantes felices y con ganas de poner su creatividad en lo que hacen, además de seguir aprendiendo. Serán personas que entienden que se aprende en colectivo y para ayudar, no para competir.

Cuando se tiene la responsabilidad del cuidado de un ser vivo, mantenerlo vivo, verlo crecer, florecer y después dar fruto, se está trabajando para que los estudiantes comprendan el valor del trabajo en el campo, el valor de la vida de todos los seres, la importancia del equilibrio ecológico. Se puede entender de manera vivencial procesos vitales en los seres vivos, la transformación de la materia en la composta. Si trabajas con estudiantes campesin@s entenderán que lo que hacen en sus comunidades es importante y se puede aprender de eso y hacer ciencia, y si son de la ciudad se conectarán con la tierra, con alimentos sanos; es posible que se genere la conciencia de que lo que le suceda al campo les sucederá a los habitantes de la ciudad.

Sé que hay muchos aspectos de este escrito que generan dudas. Con gusto podemos seguir platicándolas. Los huertos educativos son una herramienta que me ha permitido ir aprendiendo, junto con mis estudiantes, desde otro lado alejado de la rigidez y la monotonía que en ocasiones me llega, a un lado más amoroso y respetuoso de las diferencias entre niñas y niños. Si te sirve, tómalo. •